Escalando la otra cara de ‘Mount Olympus’ -Conversaciones con los Guerreros de la Belleza-.

José Antonio Alba

Ha pasado un mes desde que Jan Fabre trajo la experiencia de Mount Olympus a los Teatros del Canal y puso patas arriba el ambiente teatral de Madrid. Una oleada de vídeos, fotos y comentarios de espectadores conmocionados por lo que habían vivido durante esas 24 horas lo invadió todo, pero no sólo de ellos, los detractores que los tachaban de snobs, despreciando tanta exaltación, también se manifestaban a través de las redes sociales; imaginaos, la cosa dio hasta para que aparecieran memes sobre los “Olímpicos” ¡Maravilloso!

Todo el mundo ha hablado de la creación de Jan Fabre y de las sensaciones vividas por los asistentes hasta el hartazgo, pero ¿no creéis que aquí continúa faltando un punto de vista? Una parte importante sin la que no hubiéramos alcanzado el éxtasis, ni Fabre podría haber hecho realidad su creación: ¿Qué pasa con la casi treintena de artistas que hicieron posible la experiencia? ¿Cómo viven ellos este acontecimiento? ¿Qué sienten? ¿Cómo se preparan? ¿Qué piensan? En definitiva, ¿cómo es vivir desde dentro Mount Olympus?

Desde Teatro Madrid nos pusimos en contacto con el equipo de Jan Fabre/Troubleyn en Bélgica para invitar a una pequeña representación de los “Guerreros de la Belleza” para que compartieran con nosotros sus reflexiones sobre el antes, durante y después y lo que supone para ellos vivir dentro del Monte Olimpo: Anny Czupper, inolvidable y sobrecogedora Hécuba; Andrew Van Ostade, como el vibrante Dionisos, y Gustav Koenigs, a quien recordaremos por sus extenuantes momentos como Eteocles o Edipo, se han prestado a responder a nuestras preguntas.

Mortales, ¿pensabais que esto había terminado? ¡La experiencia de Mount Olympus continúa!

Teatro Madrid.- ¿Cómo llegaste a formar parte de Mount Olympus?

Anny Czupper.- Jan Fabre suele hacer audiciones a los actores para saber si están en línea con su universo. Yo la pasé hace muchos años y cuando Jan me pidió que fuera parte de Mount Olympus, mi corazón, mi alma y todo mi cuerpo dijeron «sí», sin siquiera pensarlo. Confío en el instinto artístico de Jan, pero después de haber dicho espontáneamente «sí», tuve dudas, no sobre Jan, por supuesto, ni sobre el proyecto, sino sobre mi capacidad para abordar este desafío.

Andrew Van Ostade.- Era músico en una banda y acababa de dejarla, buscaba algo nuevo que hacer. Quería seguir actuando, pero no sabía dónde ni cómo, hasta que vi las audiciones del Mount Olympus. Decidí hacer una audición como batería para el espectáculo. Así que fui, a pesar de mis temores, y acabó siendo el mejor día de mi vida tocando, bailando y experimentando los ejercicios de Jan y desde entonces, aquí sigo.

Gustav Koenigs.- Hice una audición para Troubleyn en 2012 para una producción llamada Tragedy of a friendship, Jan buscaba dos actores alemanes para representar a Richard Wagner y Friedrich Nietzsche. Terminé interpretando a Nietzsche. Después, Jan me preguntó si quería unirme al Mount Olympus. Ni dudé en decirle que sí.

TM.- Desde tu experiencia personal, ¿cómo explicarías qué es Mount Olympus?

AC.- En mis 40 años de carrera nunca he sido parte de algo tan intenso como este proyecto. Mount Olympus es una fiesta, la celebración de la vida, del amor, de la muerte. Esta celebración se basa en nuestra humanidad, nuestra sensibilidad, nuestra complejidad y nuestra fuerza vital. Despierta la esencia misma de nuestro ser.

AVO.- Mount Olympus es un desafío al tiempo, una batalla contra aquello que solemos hacer en 24 horas. En lugar de tener un día de trabajo normal, el público se sumerge en el mundo de las tragedias griegas. Héroe tras héroe muestran su sufrimiento. Los artistas luchan contra el sueño y el cansancio, mientras que los espectadores eligen someterse a esta maratón de teatro. Desafiamos al sol y a la luna, encaminándonos hacia un final catártico, celebrando nuestra victoria. En ese momento, el intérprete y el espectador se convierten en un ejército de guerreros agotados que comparten la celebración.

GK.- A mí, incluso después de 4 años y 15 representaciones, me resulta difícil explicar qué es Mount Olympus. En realidad es una celebración de la vida, de la carne, de la humanidad, de la creencia, de la belleza, y por lo tanto también una celebración de la muerte, la crueldad y el fracaso. Además, también es un pulso al tiempo, a lo que entendemos por tiempo: las horas pueden convertirse en segundos y un instante no acabar. A veces no creerás lo que ves y otras no querrás creerlo. Mount Olympus es un espectáculo maravilloso.

TM.- ¿Qué preparación necesitáis como artistas para enfrentaros a Mount Olympus? ¿Qué se os exige?

AC.- Necesitamos escucharnos unos a otros. No es solo pensar en nuestro personaje, sino estar en sintonía con el proyecto en sí. Somos parte de un fresco gigante que se desarrolla durante 24 horas. Por supuesto, el proyecto requiere compromiso total y mucha autenticidad.

AVO.- Devoción, creatividad e imaginación. Como dice Jan: «El cerebro es el órgano más sexy del cuerpo», debemos crear todo un mundo en el escenario. Si la mente flojea, el cuerpo la sigue y el espectador va detrás.

GK.- Resistencia y fuerza, tanto física como mental. Y confiar en tus colegas al cien por cien. Antes de cada show Jan siempre nos dice: «Apoyaos mutuamente». Es algo esencial. En Madrid, uno de nosotros se lesionó al comienzo del espectáculo y no pudo hacer la mayoría de escenas en las que se suponía que debía estar, pero entre todos logramos solucionarlo sobre la marcha.“¿Qué se os exige?” Ser responsable y lo máximo de mí. Para mí, lo más importante es encontrar placer en lo que hago. ¡Siempre!

TM.- Durante la función ¿tenéis algún tiempo extra para descansar además de los momentos marcados para dormir?

AC.- Tengo algo de tiempo, pero siempre me da miedo quedarme dormida y no despertarme a tiempo, así que tiendo a recostarme detrás del telón. Aunque a veces no puedo evitar quedarme dormida.

AVO.- Sí, pero tengo miedo de quedarme dormido y no oír la señal para volver a escena. El único momento en que me acuesto es antes de la Taranta, eso me da energía suficiente hasta el final del show. Si me acuesto, me aseguro de hacerlo entre cajas para que otro compañero se tropiece conmigo y me despierte.

GK.- Sí, aunque son unas tres horas en total, tengo tiempo suficiente para descansar. En el primer «tiempo para dormir» soy uno de los pocos que no duerme en escena. Ahí hago un monólogo de 10 minutos escrito por Jan Fabre que habla sobre no poder dormir durante ese tiempo. Honestamente, disfruto el estado de insomnio durante toda la función… me calma y me concentra. Además, todos tenemos un llamado «bloque de descanso», unas pocas horas sin tener que aparecer en escena.

TM.- Mucha gente pregunta qué sentido tiene vivir una experiencia como es estar 24 horas dentro de Mount Olympus, desde tu punto de vista, ¿qué les responderías?

AC.-. Hoy todo va muy rápido. El tiempo y el espacio se ponen patas arriba. Envías un mail y se recibe casi instantáneamente en el otro extremo del mundo. El tiempo es un elemento central en esta pieza, compartimos un día y una noche con nuestro público y ese tiempo tiene una influencia en los actores. El cansancio nos hace más vulnerables, más frágiles. Creo que el público también es más receptivo y consciente. Además, los actores son diferentes al amanecer y al caer la noche. Jan ha intentado trabajar con cuatro generaciones de actores en esta pieza (¡soy la más mayor!). El cuerpo y la cara reflejan el paso del tiempo de estas cuatro generaciones de una manera diferente.

AVO.- Cada vez que realizamos Mount Olympus, nuestras mentes se abren a una conciencia colectiva de 30 artistas. Durante una semana nos sumergimos juntos en las tragedias y revisamos cada historia y discutimos qué podemos aprender de estos héroes, qué relación tienen con nuestro mundo y qué nos enseña en lo personal. Alcanzamos un nuevo estado de conciencia cada vez que nos juntamos. Nace una familia.

GK.- El cansancio es un ingrediente importante, influye en lo que ves, lo que percibes; escuchas y sientes de manera diferente. Mucha gente dice que es una experiencia única en la vida, difícil de explicar, pero el final es (para citar a nuestro Dionisos) también el comienzo. Literalmente. El espectáculo está construido simétricamente, el twerk del principio vuelve al final. Escena tras escena encuentras un equivalente después de doce horas. Como un reflejo. Pero esto solo se percibe si te has quedado despierto todo el tiempo.

TM.- Mount Olympus es una experiencia que pone al límite tanto el cuerpo como la mente, ¿cómo te enfrentas a un reto como este?

AC.- Intento concentrarme evitando pensar en el tiempo que tengo por delante. En cualquier caso, no es posible «almacenar» la energía. Es el “aquí y ahora”.

AVO.- La gente a menudo piensa que tomamos drogas o suplementos durante la función, algo que sería una estupidez, teniendo en cuenta la cantidad de tiempo que tenemos que estar concentrados. Aunque el café o la cafeína nos diera un pequeño impulso, las consecuencias serían contraproducentes. El secreto es: yoga, beber MUCHA agua y té de jengibre. Nada más.

GK.- Me hace sentir vivo. Me muestra que, creyendo, todo es posible. Algunos momentos del espectáculo son dolorosos, pero por fortuna nuestra mente no puede recordar cómo es realmente el dolor y eso ayuda a enfrentarse a cada nueva función con mucho respeto, solo previendo qué va a suceder. Después de cada show me siento orgulloso de mi cuerpo.

TM.- Desde tu experiencia, ¿cuál es el momento de la función que más te exige? ¿Cuál elegirías y por qué?

AC.- Para mí, ¡los dos días antes del show son los más difíciles! Es cuando me pregunto si seré capaz de hacerlo. Una vez que estoy en el escenario no estoy nerviosa, y lista para el viaje. Como soy la actriz más mayor, Jan no me pide que participe en las escenas físicamente más complicadas. Sin embargo, en mis monólogos, por lo general estoy tan emocionada que tengo la impresión de estar haciendo un gran esfuerzo físico.

AVO.- Para mí, como Dionisos, el desafío no radica en un trabajo físico extremo, pero sí en ser el guía durante toda la función. Mi personaje aparece constantemente para mantener a todos despiertos y guiarlos de una tragedia a otra. Dionisos no cree en el cansancio ni en la «renuncia», por lo que debo parecer despierto y lleno de energía. Algo que también pongo en práctica en el backstage, animando a los bailarines que tienen el gran desafío físico de aguantar las 24 horas. Las primeras 8 horas pasan muy rápido, las 8 del medio son las peores y más exigentes, pero por suerte las últimas 8 pasan volando y el final llega antes de darte cuenta.

GK.- Para mí, la parte más exigente del espectáculo es mi monólogo de Edipo. Estoy solo en escena con los ojos vendados… Y tartamudeo. No de una manera psicológica, sino de una manera física. Simplemente no puedo expresarme, mis palabras están atrapadas en mi cuerpo. Es una batalla interna. Todo mi cuerpo trata de exprimir las palabras, tiemblo y sudo. Es la más exigente por dos razones; primero por la pura fisicidad y segundo por la dificultad auto-infligida de no poder decir una palabra. Aparte de las escenas donde el impedimento es visible: Una cadena, un suelo resbaladizo, una pila de carne… Como intérprete, me convierto en mi propio enemigo y mi propio apoyo.

TM.- ¿Qué tipo de preparación realizas antes y después de la representación? ¿Cómo es el día de después?

AC.- Antes del espectáculo, suelo volver a leer todas las observaciones que Jan nos ha hecho y las notas que he ido tomando desde el comienzo de los ensayos. Al día siguiente, suelo tener sensación de euforia, otras veces, la sensación es como de jetlag.

AVO.- Creé mi propia costumbre de aguantar despierto lo máximo posible el día de antes, así me despierto también lo más tarde posible. Cuando me levanto, siempre es curioso ser consciente de que estoy despidiéndome de la comodidad durante los próximos dos días. Después de la actuación siempre estoy pletórico y trato de apresurarme para estar con el público y charlar sobre la experiencia. A diferencia de las funciones «normales» de solo 2 horas, aquí se crea un vínculo muy fuerte. Muchos no quieren irse a casa porque eso significa finalizar este viaje mágico, admitir que la locura ha terminado y toca volver a la normalidad, algo muy complicado después de Mount Olympus.

GK.- Bueno, dependiendo de qué hagas debes entrenar diferentes aspectos. Yo necesito estar listo para saltar 25 minutos con cadenas, arrancar las palabras de mi cuerpo durante 15 minutos, cargar con tres mujeres durante 10 minutos, competir tirando de una cuerda durante  otros 10 minutos, correr, gritar, bailar, golpearme con órganos, etc… Por supuesto, entrenamos la resistencia durante el año de creación y necesito saberme los textos además de estar en forma; el resto viene durante el show, es imposible de entrenar, cada actuación es diferente. Si eres honesto, el fracaso se vuelve hermoso, ya que es lo único humano que falla. Siempre me ha encantado el día después… parece que te despiertas tras una maravillosa noche de fiesta tomando drogas, solo que sin consumirlas. Colgado, cansado, con jetlag, pero completamente relajado, a pesar del dolor muscular, todas las heridas y rasguños. Y feliz de volver a casa y descansar.

TM.- Durante la representación en Madrid, recuerdo que la gente no paraba de mostrar su apoyo y admiración con aplausos en momentos como el de las dos actrices que interpretan a Ifigenia y Clitemnestra o en la canción de Guerra saltando a la comba con cadenas, ¿cómo se reciben esas reacciones desde el escenario?

AC.- Las bailarinas bailan la «Taranta» hasta agotarse, luego realizan «grand jeté» durante casi veinte minutos. En el trabajo de Jan, la repetición del mismo movimiento es importante, lo que le interesa es que siempre tengamos la voluntad de realizar el mismo movimiento, pero termina siendo diferente debido al tiempo, la fatiga, la rabia y el sudor. Es una lucha contra uno mismo, contra el espacio, contra el vértigo, contra el tiempo. El público siente empatía y quiere alentar y apoyar a los actores ante semejante prueba de fortaleza.

AVO.- Somos muy conscientes de cómo responde el público y siempre es diferente. Después de una escena importante comentamos y nos preguntamos cómo lo reciben. Cada ciudad tiene una historia y una sensibilidad en torno a los temas que tocamos. En Jerusalén el conflicto entre dos mundos tocó al público, cada frase pronunciada por Darius sobre una guerra interminable, era algo muy real, cada frase les conmocionaba. Mientras que en Bélgica, ese mismo monólogo resultaba tan solo una historia antigua, pero será cualquier frase de otro personaje la que cale en la conciencia del belga.

GK.- Cada vez que mis compañeras interpretan a Clitemnestra e Ifigenia, la escena en la que dan vueltas durante media hora alrededor de Agamenón, muchos la vemos desde detrás del escenario y entiendo la reacción del público. Probablemente sea la escena, físicamente hablando, más exigente del espectáculo y a la gente le gusta expresar su respeto y apoyo.

Es sorprendente ver cómo la gente a veces parece estar hipnotizada por lo que ven. Tuvimos una larga discusión sobre eso justo antes del show en Madrid. Por ejemplo: la gente parece empatizar con nosotros al saltar la cadena, están completamente de nuestro lado, nos apoyan, asombrados por lo que ven. Justo después hago un monólogo como Eteocles, un texto que podría defenderlo cualquier populista de derechas. Al principio, la gente aplaude atónita por lo que han visto, incluso se levantaban cuando yo, o mejor dicho Eteocles se lo pide, pero poco a poco se dan cuenta de a quién están alentando y se calman, hasta que se hace el silencio. Esto muestra cuán fácilmente manipulables somos.

TM.- ¿Cuál ha sido la reacción por parte del público que destacarías?

AC.- Todo el final, donde tengo la impresión de que el público recibe la energía de los bailarines y devuelve esta energía a los actores. Todos pasamos por la misma catarsis, ya no hay barreras y todos formamos una familia.

AVO.- La canción de guerra con la cadena de salto es una escena icónica en la que conseguimos que el público se entregue sin importar dónde estemos. Los escépticos de repente se sienten atraídos y nos apoyan. Todos aplauden ante la extenuación, es hermoso; entonces, el líder de la escena consigue tener pleno poder y empatía con la multitud, por lo que la escena sigue con un discurso político favorable a la extrema derecha, el público de repente se siente incómodo. «¿Acabamos de apoyar a este gilipollas?» «¿Qué está diciendo?», siempre observo las reacciones para ver cómo responden a este cambio de color. ¡Es emocionante!

GK.- Cuando actuamos en Jerusalén, al final la gente estaba medio desnuda e intentaba abrirse paso hacia el escenario… algo digno de recordar. Hermoso. Una historia que también me encanta fue cuando actuamos en Berlín, un espectador gritó «Bárbara» durante los 40 minutos de aplausos finales. Bárbara es el nombre de una de mis compañeras. Hasta aquí todo bien, pero unos días más tarde salió una reseña en un conocido periódico alemán, al crítico no le gustó nada el espectáculo y su última frase fue: «Con toda la razón, algunas personas en el público comenzaron a gritar «Barbar» cuando terminó el espectáculo.» Fue muy gracioso.

·Nota: En alemán el significado de Barbar es Bárbaro/troglodita·

TM.- ¿Qué tiene Mount Olympus que aun pasados los días, seguimos teniendo la sensación de seguir estando allí?

AC.- El público es quien debería responder esta pregunta, pero me parece que estos textos, escritos antes de nuestra era, siguen estando absolutamente vigentes hoy en día. Hay muchas capas en ellos. Además, de la forma en que ciertos textos calan en según qué países.

AVO.- Son 24 horas radicales, de una emoción intensa, de reflexión y confrontación, que necesitan su tiempo para ser asimilados y digeridos. Se tarda casi una semana antes de que podamos dejarlo ir e imaginar algo nuevo. Pueden cambiar tu vida, si así lo deseas.

GK.- Creo que parte de esto es simplemente el jetlag, pero las imágenes son fuertes y, por lo tanto, difíciles de olvidar. Hay mucho para procesar. Mount Olympus te toca y te permite reflexionar sobre tu propia vida. La idea de Fabre desde el principio fue recrear un evento comparable a los Festivales de Teatro Dionisíacos, solo que sus rituales repletos de Teatro, Fiesta y Catarsis duraban 3 días o más. Comparándolos, Mount Olympus es un paseo por el parque.

TM.- Algunos medios de comunicación intentan vender una imagen distorsionada del espectáculo: Sexo explícito, violencia desmesurada y depravación, ¿a qué crees que es debido?

AC.- En la antigua Grecia el cuerpo humano fue glorificado, casi sublimado. Si nos fijamos en las estatuas griegas, el cuerpo humano está expuesto. Para Jan el cuerpo también es un caso de estudio. Tanto la tragedia como la vida están hechas de hambre de poder, guerra, amor y sexo. Rabelais ya dijo que nada de lo que es humano, es extraño para mí –«rien de ce qui est humain ne m’est étranger»– Este espectáculo tiene momentos explícitos, pero siempre hay un significado, una intención detrás de cada acto, nada es gratuito. Si la prensa solo resalta esos momentos, entonces dice más sobre la propia prensa que sobre el espectáculo.

AVO.- La búsqueda del clic fácil. La obscenidad vende. Esto sucede así con todo en los medios.

GK.- Muchas veces la gente ve las imágenes fuera de contexto y muchos de esos artículos los publican medios que no suelen hablar de teatro. Sí, hay desnudos en el escenario. Sí, hay violencia, pero si lees las tragedias griegas, también encontrarás violencia, obscenidad, madres que matan a sus hijos, padres que sacrifican a sus hijas, hijos que se casan con sus madres, venganza, violaciones, guerra, sexo, crueldad y desastres. Vamos, los temas que a este tipo de medios les encanta escribir en general.

TM.- ¿Por qué crees que es tan criticada la poética de lo explícito, la desnudez y la crudeza?

AC.- En este espectáculo, equilibramos el orden y el caos, entre la armonía y el instinto, entre Apolo y Dionisos. Dionisos era el dios del teatro, del instinto, de las orgías, las bacanales, la bebida, las drogas, el misterio. ¿Cómo hablar si no de un dios tan importante en toda su complejidad y matices?

AVO.- Solo aceptamos los desnudos en galerías de arte o en la pornografía, parece que hemos perdido la conciencia y la aceptación de nuestro propio cuerpo. No nos permitimos experimentar con el cuerpo y extraer de él todo lo emocional que posee.

GK.- Creo que quienes más lo critican son quienes temen mirar su yo más profundo y oscuro. Al fin y al cabo, todos somos humanos, la muerte es parte de la vida. ¿Cómo podemos vivir sin aceptar la muerte? ¿Cómo podemos ser amables y estupendos sin reconocer nuestros instintos animales y deseos físicos? Algunos solo se permiten ser como son en el carnaval, otros se ocultan y algunos simplemente son hipócritas. El peligro de la crudeza es su negación.

Creo que nuestros hijos están sobreexpuestos a la desnudez en revistas, televisión, internet, etc… y eso ha generado un movimiento en contra de la libertad sexual sobre el que quizá haya que reflexionar. Pero nadie puede negar la belleza real, todos los museos de arte clásico exponen la desnudez y la crueldad. Jesús aparece medio desnudo clavado en una cruz en casi todas las iglesias. Amén.

Texto José Antonio Alba.

Fotos Troubleyn y José Antonio Alba.

Escrito por
José Antonio Alba
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