TEATRO INFANTA ISABEL

Eva Rubio: «Josefina me hace pensar en cuántas mujeres nos hemos perdido en la historia»

‘Para la libertad’ y ‘Josefina’ coinciden en cartelera para retratar la vida del poeta Miguel Hernández y resaltar la importancia de su mujer Josefina

Amanda H C
para la libertad

Eva Rubio es Josefina en ‘Para la libertad’

Josefina Manresa no cambió sus apellidos al casarse con Miguel Hernández en 1937. A ella le debemos que hoy conozcamos el legado que dejó su marido. Y es su figura y la de él las que podemos revivir estos días en el Teatro Infanta Isabel en Para la libertad y Josefina. En la primera, Eva Rubio encarna, entre otros personajes, a la mujer del poeta, en una obra que recorre sus viajes artísticos y geográficos con música de Joan Manuel Serrat y dirección de Gabriel Fuentes. En la segunda, Natalia Zamora nos ofrece un monólogo a modo de puchero alicantino a fuego lento que ha elaborado junto a Oriol Pamies, quien también dirige.

Miguel Hernández, el hijo de un cabrero, vivió el amor, la guerra, la pérdida, el exilio y la pobreza en un momento en el que parte de España se alzaba victoriosa. Y, a veces, nos olvidamos de que Josefina Manresa también vivió todo eso del lado de ser la mujer y la viuda de un rojo, al cuidado de la casa, sus hijos, del amor por Miguel y de su eterno legado.

Eva y Natalia no se conocían, hasta hoy. Nos hemos citado para charlar de sus papeles y de cómo sus caminos se han unido aquí, en este momento en el que han prometido ir a verse la una a la otra. Un diálogo cruzado entre estas dos actrices que, desde sensibilidades distintas, nos permiten mirar a Josefina como una mujer que hizo de su vida y de la de su marido una forma de resistencia y memoria. En un momento en el que las formas teatrales se han desenmascarado a conservadoras, se busca el llamado “teatro de verdad” que separa la paja y el trigo y los políticos programan a su antojo e ideario, es un alivio recordar que aún hay esperanza en un teatro que puede ser una forma de justicia poética.

¿Cómo llegáis cada una a interpretar a Josefina?

Natalia Zamora: Con Oriol, el director y escritor de la obra. Su padre era amigo de Josefina de toda la vida y amaba mucho a Miguel Hernández. De hecho, Oriol se llama así por el pájaro de Orihuela, de donde es Miguel Hernández. Somos amigos desde hace años y hemos hecho teatro juntos también durante mucho tiempo. Un día me dijo: «Quiero hablar de Josefina, quiero crear una obra sobre ella», porque siempre había tenido esa inquietud de hacer algo sobre Miguel Hernández, pero hablando también con su padre se dio cuenta de que nunca se había hecho nada sobre Josefina. Además, él tenía muchísima información a través de su padre. Yo también soy de Alicante, así que, de repente, me di cuenta de lo que me encantaría hacer esa historia.

Eva Rubio: Yo inicié el proyecto con Daniel Ibáñez, que fue el actor que estuvo antes interpretando al poeta y que es maravilloso. Nosotros además tenemos mucha relación con Valencia porque yo soy valenciana y mi abuela, que se llamaba Ana de la Libertad, era una fan inmensa de Miguel Hernández. Entonces dijimos: «Bueno, vamos a llevar esto a escena». Tratamos de lanzar un proyecto sobre la vida de Miguel Hernández y también sobre las canciones de Serrat, con quien estuvimos en contacto y nos dio su venia. Luego se unió Gabriel Fuentes, Premio de Teatro Calderón de la Barca en 2022, y empezamos a trabajar en la dramaturgia. Es cierto que yo interpreto a ocho personajes en la obra y, en ese proceso, fui descubriendo a Josefina, que es una mujer con muchísimo peso. Gracias a Josefina podemos llegar a los textos de Miguel Hernández; fue una mujer que no se vendió, que luchó por sus ideas tanto o igual que él. Así que, ha sido una experiencia maravillosa poder encarnarla.

¿Qué imaginario teníais de Josefina y desde dónde empezáis a interpretarla?

Eva Rubio: Mi viaje para conocer a Josefina fue a través de Miguel. Es cierto que me tomo bastante licencia poética, porque bueno, me he documentado mucho sobre ella y era una tía que se reía mucho, muy alegre. Pero bueno, poco a poco le he ido dando también mi visión de cómo la vería o cómo habría sido y la he ido descubriendo poco a poco.

Natalia Zamora: Nosotros leímos a fondo el único libro que escribió ella, Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández, que tiene un dato curioso porque ella ni siquiera le pone su propio nombre, sino el de su marido. A través de ese libro, donde cuenta un poco sus vivencias —cómo fue su juventud, su noviazgo y su relación con Miguel, en general su vida—, nos fuimos acercando a ella. También consultamos algunas entrevistas grabadas que existen de Josefina. Luego, lo más chulo fue acercarnos a Orihuela, hablar con el padre de Oriol, con una señora que había sido amiga suya, con la nuera… Hablar con personas que realmente la conocieron. Y sí que nos decían eso; que era una persona risueña, muy alegre, pero que también, claro, era una señora que estuvo 40 años guardando luto. Al final, eso le dio un carácter más reservado, un poco desconfiada con las personas que llegaban y le pedían ver los papelicos y las fotos. Al principio, ella se abría con todo el mundo, pero con el tiempo fue descubriendo que, a veces, le robaban alguna foto o le cogían alguna cosa sin permiso, y entonces, conforme fueron pasando esas cosas, se fue volviendo más cerrada.

Eva Rubio: A mí, personalmente, me parece fascinante que, por lo que lees e investigas, parece una mujer muy conservadora, pero lo cierto es que tuvo una vida muy valiente. Su padre era guardia civil y se enamoró de Miguel Hernández, un tío súper de izquierdas, un idealista, y claro, la criticaban. Pero luego, como también mantenía ciertas cosas conservadoras, la criticaban desde el otro lado. Y al final, ella fue una mujer que hizo lo que le dio la gana. Fue fiel a sí misma. Me parece que era estar muy avanzada para su época, plantearse sus ideales y su vida a su manera. Quiso escribir, tenía esa curiosidad por todo… Me parece un personaje fascinante.

Tercera temporada en cartel, Eva, y quinta función la tuya con el estreno en Madrid, Natalia. Si retrocedéis a esa primera función, ¿qué os pasa por la cabeza? ¿Qué recordáis de ese día o de ese momento?

Eva Rubio: Pues fijaos, nosotros estrenamos en junio y mi abuela murió en mayo. Entonces, para mí, esta obra —todos los personajes, toda la época que retrata, todo este periodo de guerra y un poquito de posguerra— es algo muy especial. Casi todos mis personajes a lo largo de mi vida están inspirados en mi abuela, pero estos, en concreto, mucho más de cerca. Encima, ella se llamaba Ana de la Libertad, igual que esta obra. Así que, para mí, desde la primera vez —e incluso ahora, que llevamos ya unos dos años haciéndola—, sigue siendo una forma de conexión y de homenaje hacia mi abuela, Miguel, Josefina y hacia todas esas personas que ya no están, que lo dieron todo, que tenían unos ideales de los que ahora todavía podemos aprender e inspirarnos. Y bueno, creo que esa conexión también nos invita a no dejarnos adormecer, a seguir pensando, reflexionando sobre hacia dónde queremos ir.

Natalia Zamora: Es curioso lo que dices porque la Josefina que yo interpreto, aunque varía un poco cuando es una Josefina joven, en la mayoría de la obra, es una Josefina en su vejez. Me parece bonito lo que dices porque, de alguna manera, yo también le doy a esa Josefina muchas características de mi yaya. Por ejemplo, la forma en que ella miraba a través de sus gafas, levantaba los mofletes para poder subirse las gafas y ver mejor. Son pequeños gestos que me parecen muy bonitos. En cuanto al estreno, lo hicimos en Rojales, un pueblito de la Vega Baja, cerca de Orihuela. La verdad es que fue una experiencia increíble, porque tuvimos una semana de residencia técnica en el pueblo. Toda la compañía está formada por amigos, así que vinieron a ayudarnos, en un teatro con dotaciones técnicas bastante limitadas, pero donde nos dieron todas las facilidades para hacerlo posible. Fue una semana de experimentación, de volcar todo el proceso después de tanto trabajo. Fue muy emocionante contar con la presencia de toda la gente de la Fundación Miguel Hernández, el padre de Oriol, que para nosotros era fundamental que estuviera allí, y también con mis padres y mi familia. Y una anécdota graciosa es que, la mañana del estreno, estábamos desayunando cuando pasó una furgoneta por el pueblo. Iba anunciando con un megáfono: “¡Esta tarde a las 8, Josefina en el Teatro Capitol!”. Fue una sensación muy especial, porque de repente pensé, «¡Qué bonito! Tal vez así se anunciaban las obras de Miguel Hernández en el siglo XX, cuando él iba por los pueblos».

¿Y en qué momento incluís danza en Josefina?

Natalia Zamora: Desde el inicio de hecho, porque yo también bailo. Comenzamos con una residencia artística en Calafou, un pueblo al norte de Barcelona. Allí, en 12 días, hicimos una pequeña muestra, que era casi toda danza. Eran poemas de Miguel, pero veíamos a Josefina a través de la danza. La idea era que la obra no solo hablara del pasado, sino que tratábamos de conectar con algo más contemporáneo, con un tipo de teatro que también pudiera resonar con el público más joven, quizás. La danza se convirtió en un medio para darle otra visión de la pieza.

Hablando de ese público joven, ¿cómo creéis que pueden conectar estas obras con el presente contando hechos del pasado?

Eva Rubio: Nosotros estamos siendo muy afortunados porque están viniendo institutos a ver la obra y a mí me encanta. Estar con los chavales, hacer coloquios es algo que disfruto mucho. A veces, cuando voy a coger el micrófono, ya mis compañeros empiezan a decir, “ya va la Pasionaria”, porque me gusta motivar a la gente, hacer que se despierten. Pero, pienso que nuestra forma de hacer las cosas también tiene algo especial. Todo el equipo que ha trabajado en este espectáculo, desde Gabriel, Daniel, Pablo, hasta el director musical Dani Molina, que es una maravilla y ha adaptado la música de Serrat a nuestro estilo, somos todos personas jóvenes. Y, de hecho, cuando hablamos con Serrat, nos dijo: “Chavales, huid del tostón”. Esas fueron sus palabras. Así que, sí, tratamos de huir del tostón, de acercar la obra y de despertar el interés de los jóvenes. Para mí, lo más importante es que, cuando la gente viene al teatro, sin importar la edad, les pase algo; que lloren, que rían, que reflexionen. Pero que algo suceda. Y creo que eso es fundamental, sobre todo ahora que estamos todo el tiempo en las redes sociales. Lo que buscamos es que a los jóvenes les pase algo, que se muevan, que se emocionen. Creo que ese es nuestro objetivo principal, y, por ahora, si no nos mienten, siento que lo estamos consiguiendo.

Natalia Zamora: Yo te voy a decir algo similar ya que tratamos de generar una conexión, por ejemplo, con la danza o con algunas canciones que de repente se insertan en la obra, como un rap de El Chojin interpretando un verso de Miguel Hernández, con el que, de repente, vemos a una Josefina rapeando. Se trata de introducir ciertos momentos, algunos gags, que alivian la densidad del tema, que podría resultar un tostón o repetitivo, o que tal vez los jóvenes podrían no conectar tan fácilmente. También está la estética, que juega un papel importante. Con José Villegas, el escenógrafo e iluminador de la obra, siempre apostamos por algo visualmente bello y contemporáneo. Creo que eso también ayuda a atraer al público más joven.

Imagen de Josefina

Natalia Zamora protagoniza la obra ‘Josefina’

¿Hay alguna palabra que se haya resignificado para vosotras?

Eva Rubio: Yo estoy toda la obra con los versicos. Yo creo que sí, versicos, ya que está en todo el arco del personaje; al principio es de una forma muy tierna, luego se lo digo atendiendo a lo soñador que es, que está con sus besos y no hace otra cosa y, al final, es lo que más le duele y lo que más ella guarda.

Natalia Zamora: Bueno, para mí, creo que sería el verbo coser. O sea, esta cosa de lo cosido, lo bien hilado. Nosotros, antes, en esta residencia que os comentaba, al trabajo que estuvimos haciendo y que generó una piecita de 15 minutos, le llamamos Hilo y viento; hilo por Josefina y viento por Miguel Hernández. Creamos ahí como toda una instalación de hilos que se unían y que Josefina los iba haciendo como trenzados, esa iluminación de hilos que ha ido haciendo del legado de Miguel y que luego lo ha mostrado con el suyo.

¿Cuál es vuestra escena favorita de interpretar? ¿Con qué os quedáis?

Eva Rubio: Esto es complicado, ¿eh? A ver, yo interpreto 8 personajes, pero Josefina es mi Josefina (risas). Creo que la escena más bonita, la que más me toca, es la escena final. Le da el cierre a todo. Para mí, es como el momento que le da sentido a toda la historia porque habla del legado; el que Serrat le hizo a Daniel, y que Daniel, a su vez, transmite. Para mí, cierra muchas cosas y tiene un peso especial.

Natalia Zamora: Para mí también es la escena final (risas). El monólogo final, después de leer las cartas, es como su última carta a Miguel… y me rompe.

Me doy cuenta de los diferentes caminos que habéis seguido y que mostráis en las dos obras, pero que, en esencia, conducen a una misma Josefina, una mostrándola joven y otra desde la vejez.

Natalia Zamora: Era una preocupación inicial a la hora de escribir y crear el personaje de Josefina. El padre de Oriol, que también es historiador de Miguel Hernández, tenía su visión y eso nos hacía preguntarnos, «¿cómo lo hacemos?» Porque, claro, estábamos creando un personaje de teatro, y a la vez, queríamos que fuera algo interesante para nosotros y, al mismo tiempo, para el público. Así que, evidentemente, tuvimos que tomar licencias, porque esto es teatro.

Eva Rubio: Quería decirte, Natalia, que me parece súper interesante la perspectiva que habéis tomado al darle protagonismo a Josefina. Gracias a ella tenemos a Miguel, pero cuántas mujeres, como ella, tan curiosas, tan avispadas para aprender, si hubieran tenido las oportunidades que se merecían, ¿hasta dónde habrían llegado? Josefina me hace pensar en cuántas mujeres nos hemos perdido en la historia. Y qué bien que ahora, finalmente, las pongamos en valor, que haya obras como esta y que podamos disfrutar de ellas.

En un momento en el que la memoria histórica abre tantas heridas y debates, ¿cómo se siente hacer estas obras, como un acto de valentía, responsabilidad, gratitud…?

Eva Rubio: Yo he sido partidaria toda mi vida, y ahora cada vez más, de que en la vida hay que posicionarse siempre. Como artistas, tenemos una responsabilidad. Justo la obra que nosotros interpretamos habla de personas con ideales muy férreos, que estaban dispuestas a dar su vida por lo que pensaban para dejarnos un mundo mejor. Y pienso que eso es lo que hay que hacer; defender siempre lo que uno cree, luchar y no quedarse dormido. Hay que estar siempre al pie de cañón, porque es importante recordar para no repetir esos errores. Así que, creo que en eso estamos.

Natalia Zamora: Totalmente, sí. Al final, como actriz, puedo trabajar en muchos proyectos, pero si tengo la oportunidad de hacer los míos propios o de participar en los de personas a las que quiero, suelo elegir aquellos que tienen esa necesidad de posicionarse, de hablar sobre algo que nos importa, que nos interesa. Porque, al final, creo que esa es la única manera en la que realmente podemos tomar partido sobre lo que sucede. Hacer memoria es una labor súper importante, es responsabilidad de todos y que tenemos que ir pasándonos unos a otros.

¿Cuál creéis que es la herida más grande que tiene Josefina?

Eva Rubio: Para mí es la impotencia de ver que, por clase social, no llega a más, la impotencia de ver que se están cometiendo injusticias y que tú no puedes hacer nada por ello. Diría que es eso, sí, la injusticia de luchar contra esto continuamente y ser como un junco, flexible pero resistente y resistir y resistir.

Natalia Zamora: Sí, coincido bastante con lo que dices. Toda la vida de Josefina fue haciendo lo podía hacer y, a momentos, era muy poquito. Ella quería visitar a su marido en la cárcel y no le dejaban y contra eso, ¿qué podía hacer? No podía verle, no podía hacer nada. Esta cosa de decir no puedo, no puedo, no puedo. Y vivir con ello.

¿Qué os gustaría preguntarle, si tuvierais la oportunidad?

Eva Rubio: Pues a lo mejor le preguntaría qué le hubiera gustado ser a ella. Independientemente de Miguel. Sí, sabemos que te gusta coser, pero qué te mueve. Me hubiera gustado saberlo.

Natalia Zamora: Sí, no sé, a mí me hubiera gustado sentarme con ella a tomarme un helado en verano en una plaza y ponernos a hablar sobre la gente y preguntarle qué piensas de esta y qué te parece esto…

¿Sois de guardar cosas físicas, como hace en la obra Josefina en cajitas de galletas, o de soltar?

Natalia Zamora: Yo en casa de mis padres tengo cosas guardadas en cajas, recuerdos de cuando era más pequeña, fotos, libros, un montón de cosas, pero es verdad que aquí ahora trato de liberar. Luego es verdad que siempre aparecen cosas, pero sí, como que igual de jovencita o de cuando era más pequeña tengo los que eran mis tesoros y ahora quizá guardo un par de cosas que me parecen importantes e intento no ir reteniendo muchas cosas.

Eva Rubio: Sí, yo a las cosas materiales siempre intento no tener apego porque soy despistadísima. Cuando alguien me dice “ten la pulsera de la suerte” digo “ay, no, no me digas eso”… Además, me mudé con mi familia cinco veces de casa, me cambié cinco veces de colegio y en las mudanzas he perdido cosas. Soy selectiva y si tengo algo, no lo saco nunca de donde está. El resto, lo tengo todo en sentimientos y amor.

¿Hay algún plato que se os dé increíble preparar?

Natalia Zamora: Soy bastante cocinitas y se me dan varios bien. Últimamente, me gusta mucho hacer un risotto de calabacín y gorgonzola y hago unos noodles de arroz con champiñones, zanahoria, manzana, ternera y salsa de soja increíbles.

Eva Rubio: Yo, sin embargo, cocino cero. Mi vida es un quilombo, de ir rápido. Sé que esto tengo que mejorarlo, pero hace falta tiempo. Sueño con hacer unos canelones, pero sé que es inviable.

¿A qué huelen y a qué suenan estas obras?

Natalia Zamora: Josefina huele a puchero, a uno muy rico, como el que te despierta en año nuevo. Suena un poco a verbena antigua de pueblo, a pasodobles y a gente gritando de fondo.

Eva Rubio: Para la libertad huele a tierra mojada, ya que están muy presentes la tierra y las raíces. Y diría que suena a mar.

¿Y a qué saben?

Las dos: A cebolla.

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Me siento más a gusto en el teatro que en mi casa.

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