‘UNA CRÓNICA DE VIOLENCIA’

Íñigo Santacana: «Me encantaría ilegalizar por completo las mentiras en todos los organismos gubernamentales»

La Sala Mirador acoge el estreno de la segunda obra de la compañía InDubio del 5 al 9 de junio

Amanda H C
Estreno de 'Una crónica de violencia' en la Sala Mirador

Íñigo Santacana es el director y Luis Maeso es Heracles. Fotografía de Roberto del Castar

Esta no es una obra para ir a sentarse en una butaca y esperar a que la acción teatral suceda, se resuelva y aplaudamos tranquilamente antes de volver a la realidad. En Una crónica de violencia, estamos en un show televisivo en el templo de Zeus y el público decide el desarrollo de los llamados 12 trabajos de Heracles a través de varias votaciones. La compañía InDubio se ha fijado en este capítulo de la mitología griega para hablar del concepto de violencia, de los impulsos violentos y de cómo nos relacionamos, como individuos y como sociedad, con un acto violento.

Íñigo Santacana, Manuel Pico y Luis Maesso vuelven a juntarse tras haber puesto la responsabilidad en los espectadores de decidir el futuro del señor Mersol – protagonista de la novela El extranjero de Albert Camus – en su anterior pieza Juicio al extranjero, en la que asistían a la simulación de un juicio y decidían el veredicto.

Su nueva propuesta en la Sala Mirador es una pieza interactiva, en la que el público podrá decidir qué versión de la obra se verá cada noche, en función de cuán de acuerdo o en desacuerdo esté con la violencia que se propone en varios momentos de la función. Sobre cómo se prepara una pieza en la que no todo está controlado por el equipo artístico y sobre la historia de la violencia en nuestra sociedad nos sentamos a charlar con su director Íñigo Santacana.

¿En qué momento ponéis el foco en los 12 trabajos de Heracles?, ¿valorasteis otras historias de la mitología antes?

El germen de este proyecto no parte de pensar en un mito griego o una historia concreta, sino de la violencia en sí misma. El impulsor de la idea, Luis Maesso, empezó a cuestionarse algunos comportamientos, pero, sobre todo, pensamientos en torno a impulsos violentos. De ahí empezamos a generar breves textos en torno a la violencia, a realizar improvisaciones, a asociarla con el deporte y cómo el deporte, la violencia y la masculinidad se relacionan…y de ahí decidimos buscar un marco donde todos estos elementos tuvieran sentido. Nos sumergimos tanto en mitos griegos como en Shakespeare, en algunas obras del siglo de Oro como La divina vencedora de Lope de Vega, etc. Y, finalmente, decidimos centrarnos en el mito de Heracles porque nos parece que toda la historia de estos doce trabajos está plagada de violencia, de una persona que no parece ser capaz de controlar sus impulsos violentos y que, para purgar su culpa, perpetra auténticas barbaridades. Y, sin embargo, a día de hoy se le considera un héroe, el paradigma de la masculinidad y la heroicidad. Y es por eso por lo que decidimos hablar del mismo, traerlo a un mundo contemporáneo y que la gente conozca más en profundidad el mito de Heracles y evaluar si tiene vigencia a día de hoy o no.

Has realizado la dramaturgia junto a Manuel Pico y Luis Maesso, ¿cómo ha sido esta escritura a tres?

Pues la verdad que bastante placentera y, afortunadamente, muy elongada en el tiempo. Ninguno de nosotros tenía experiencia escribiendo una obra completa de este tipo y apoyarnos el uno en el otro y tener tiempo para ver los fallos más flagrantes nos ha hecho que podamos disfrutar de la creación y generar un texto dramático que pensamos resultará interesante para los espectadores.

Estreno de 'Una crónica de violencia' en la Sala Mirador

‘Una crónica de violencia’ se podrá ver del 5 al 9 de junio en la Sala Mirador. Fotografía de Roberto del Castar.

En vuestra anterior pieza, Juicio al extranjero, el público también participaba y elegía el rumbo de la función. ¿Por qué esta opción de una obra intervenida por el público, cómo elegís esto y qué crees que (os) aporta?

Para nosotros, una de las cosas más importantes en el teatro es el encuentro entre el público y la compañía. Y es algo que queremos investigar, fomentar y experimentar al máximo en nuestras propuestas. Pensamos que los temas que se tocan, tanto en esta pieza como en la anterior, son ambiguos y, más que querer dar una afirmación en torno a dichos temas, lo que buscamos es debatir sobre los mismos y decidir cada noche en torno a ellos. Y, por supuesto, que dependiendo de lo que se decida y cómo se posicione el público cada noche, la obra tenga una conclusión distinta. Eso es lo que nos aporta principalmente. Reflexión e intercambio de ideas. Generar este encuentro posfunción distendido que ocurre con colegas cuando vas a ver una obra que te ha gustado, pues con más gente para que haya puntos de vista distintos.

También simulabais un juicio y aquí un show televisivo. Siento que, con esta clase de emplazamientos o escenarios, configuráis un espacio móvil y volátil constantemente, ¿cómo es manejar todo eso, ensayáis intentando pensar en todas las opciones que se pueden dar en cada función?

Sí y te voy a reconocer que, dramatúrgicamente, Una crónica de violencia es una propuesta que está más cerrada. Sí que hay un momento al final de la obra donde la participación del público puede ser muy amplia y ahora mismo estamos intentando invitar a gente que nos pueda lanzar distintos inputs para ver por dónde salir. Pero esta obra, en ese sentido, es algo más sencilla que Juicio al extranjero. En este caso, nuestro foco de atención ha estado más en que las conclusiones a las que se llegan en la obra, dependiendo de lo que elija el público, sean consecuentes con dicho posicionamiento. Eso es algo que ha costado lograr, pero creo que finalmente lo hemos conseguido. Los finales son muy distintos entre sí y dependen de las decisiones del público que acude cada día.

En esta obra, os servís de la mitología griega para rescatar unos personajes y traerlos al presente para hablar de nuestra sociedad actual. Y, a la vez, pienso que en los colegios se siguen estudiando esas historias llenas de violencia, violaciones, héroes y dioses, ¿tenemos la vista demasiado puesta en el pasado?, ¿entendemos, como sociedad, que estos referentes ya no pueden seguir siéndolo más? ¿Cómo ves todo esto?

Este es el melón que precisamente nos preguntamos constantemente dentro de nuestra compañía. Y principalmente en esta obra. No creo que tengamos la vista demasiado puesta en el pasado. Es más, me parece que últimamente la tendencia es a la contra, lo cual es muy peligroso. Tenemos que conocer nuestro pasado y saber de dónde venimos. Pero eso no significa aceptar dichas cosas como algo positivo ni como dogmas, sino aprender de ellas para nutrirnos y crecer como sociedad. No hay nada más peligroso que no conocer el pasado. Si no sabes qué ha pasado, es mucho más fácil volver a caer en el mismo error. Además, creo que no entendemos la obsolescencia de estos referentes en absoluto. Solo hay que ver qué referentes tenemos hoy en día en el deporte. Muchos de ellos, con comportamientos de machos alfa realmente nocivos. Pero la gente les idolatra dentro y fuera de la pista y, en algunos casos, están dispuestos a justificar cualquier tipo de comportamiento de esta gente por fanatismo puro. Igual que si de Heracles se tratará. Así que, por desgracia, aunque hayamos avanzado, todavía en muchas cosas estamos ahí.

Nos criamos con historias violentas, estamos en un momento en el que los delitos de odio hacia colectivos están casi cada día a nuestro alrededor y conectamos en cada telediario con la última hora de las guerras más actuales, ¿vivimos anestesiados?

Sí. Paradójicamente anestesiados y totalmente desacostumbrados a la violencia real. Me explico. Solamente vemos la violencia (generalmente) por nuestras pantallas de móviles entre vídeo y vídeo de un periquito que baila y un gato que se cae de una estantería. Eso hace que banalicemos por completo la violencia y lo que sucede a nuestro alrededor o incluso en la lejanía. Sin embargo, somos, como dirían en Juego de Tronos, hijos del verano y, por tanto, si algo así nos ocurriese delante de nuestras narices, creo que no seríamos capaces siquiera de reaccionar y procesarlo. Me parece que hay una falsa percepción de la tolerancia a la violencia. A mí, algunos amigos mejicanos me han contado cosas que pasaban allá que…me gustaría vernos.

Estreno de 'Una crónica de violencia' en la Sala Mirador

El público decidirá el desarrollo de la pieza a través de votaciones individuales. Fotografía de Roberto del Castar.

El hecho de poder votar en la obra coloca al público en un lugar de reflexión y de ser consciente de que ejerce cierto poder o control sobre la función. ¿Ha sido uno de los principales objetivos que perseguíais al comienzo del proceso de esta obra?

Sí. Que el público tenga la opción de implicarse en la obra de manera activa siempre me ha resultado interesante. Creo que el hecho de no ser un mero espectador pasivo fomenta muchísimo más la atención y eso hoy en día es de vital importancia. Hay pocas cosas más valiosas que nuestra atención. Y dársela a alguien o a algo. En este caso, nuestras obras. Y pensamos que, implicando directamente a la gente, le damos más motivos para ello. Además de generar un debate entre compañía y público mucho más enriquecedor. Pero, y esto también es importante, no obligamos a nadie a participar. El espectador que quiera simplemente observar la obra, puede hacerlo sin problemas.    

Preguntas violentas:

¿Crees que la violencia genera más violencia?

Creo que sí. Pero para mí, la cuestión más interesante es: ¿Es siempre la violencia mala o es necesaria en algunas ocasiones? Para esto, siento comunicar que no tengo la respuesta. También me planteo qué tipo de violencia podría ser lícita. A ver si podemos llegar a algún tipo de conclusión con los espectadores al respecto…

¿La violencia se hereda?

Creo que es parte inherente al ser humano. Pertenece a nuestra parte más primitiva, más animal. Pero creo que se desarrolla o se manifiesta en mayor o menor medida dependiendo del entorno en que uno crece y se desarrolla. Entendiendo el entorno y nuestros círculos cercanos como parte de nuestra herencia, sí, claro que se heredan conductas y actitudes violentas.

¿Cómo te relaciones tú con la violencia?

Me considero una persona bastante pacífica la verdad. Mi tendencia general es a rechazar la violencia por completo. No obstante, reconozco que a veces fantaseo con ella. Pero siempre desde una perspectiva ideológica. Nunca desde lo físico. Vamos, que sería mucho más el dictador que da órdenes para que otros ejerzan la violencia, que el matón que roba el bocadillo a alguien en el parque (risa).

Estreno de 'Una crónica de violencia' en la Sala Mirador

El elenco de la obra lo forman Juan Maroto, Luis Maesso, Manuel Pico, Mar P. Soler y Nagore Andrés. Fotografía de Roberto del Castar

Ronda final:

Sois una compañía que trabajáis mucho con las decisiones que os dan otros (el público) en escena. ¿Cuál es la decisión más importante (o de las más) que has tomado tú en tu vida?

Hubo un momento en mi temprana adolescencia donde dejé de salir con un grupo de gente que estaban claramente en una trayectoria vital bastante dudosa y empecé a quedar con mis amigos del baloncesto que, hoy en día, son mi grupo de amigos en San Sebastián y una influencia super sana y positiva en mí. Definitivamente, una de las mejores decisiones que he tomado hasta la fecha.

Algo por lo que te gustaría que votásemos como sociedad para intentar cambiarlo.

Me encantaría ilegalizar por completo las mentiras en todos los organismos gubernamentales. Pero en especial, en el Congreso de los Diputados y el Senado. Me parece que mentir en lo que se supone que es la cuna de nuestra democracia debería estar penado con un buen tiempo en prisión e incluso, dependiendo las mentiras, la inhabilitación total de la persona en cuestión. Las barbaridades que se están oyendo en estos organismos y que quedan del todo impunes son del todo inaceptable.

Si traslado el hecho de poder votar en la obra a la actualidad, me lleva a pensar en la responsabilidad que adquirimos como individuos al ejercer ese derecho a partir de los 18 años. ¿Qué recuerdos tienes de la primera vez que votaste, cómo lo viviste?

La verdad es que no recuerdo cuáles fueron mis primeras elecciones ni nada por el estilo. Contrariamente a lo que puede parecer por los formatos y temáticas que tocamos en InDubio, reconozco que, hasta hace relativamente poco tiempo, no era una persona muy interesada en la política. Recuerdo mucho más las manifestaciones, como cuando salimos a la calle para pedir que no lleváramos las tropas a Irak, etc. Recuerdo mucho más eso que ninguna votación que haya hecho en mi vida.

¿Cuál es tu historia favorita mitológica?

Pufff. Qué difícil. ¡Hay tantas que son una pasada! Me encanta Teseo y el laberinto del minotauro, la historia de Medusa y, por supuesto, la historia del mentiroso patológico por excelencia, Odiseo.

¿Cómo te imaginas el templo de Zeus?

Bastante menos grandilocuente de lo que cabría pensar. Me imagino un rectángulo bastante grande, lleno de columnas. Una especie de altar, estatua o podio donde se encuentra algo que simbolice a Zeus. Pero más allá de eso, en el interior, me imagino un espacio muy minimalista y diáfano. Prácticamente sin nada y con mucho espacio para poder interactuar entre humanos.

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Me siento más a gusto en el teatro que en mi casa.

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