Inma Cuevas, Font García y Laura Ortega: «Tenemos un gran fantasma en esta sociedad: La forma en la que se mira al teatro»

José Antonio Alba

Las Pinturas Negras de Goya, tal y como las conocemos hoy en día, tienen dos destacados nombres históricos que permiten su contemplación contemporánea en el Museo del Prado; J. Laurent, quien las documentó fotográficamente en 14 negativos originales entre 1863 y 1866, y Martínez Cubells, quien transformó las obras contenidas en las paredes de la Quinta del Sordo en lienzos (con la digna curiosidad española de que, durante el proceso, se perdieron algunos detalles de las obras originales).

Ahora, el misterio que sigue encerrando aquella casa y la actividad artística que ejerció Francisco José de Goya y Lucientes, con más de 70 años cumplidos, hacia 1819 –1823, reluce y va más allá en el Teatro Fernán Gómez. CC de la Villa en Monsieur Goya, una indagación, obra que firma José Sanchis Sinistierra y dirige de Laura Ortega.

Con el protagonismo de Goya como punto de partida pero sin su presencia, este montaje corresponde a una reconstrucción de su figura septuagenaria, alucinaria, visionaria, de movilidad reducida pero de amplia fama y sorda a través de otros. Y esos otros son los metarretratos de Leocadia Zorrilla, Rosario y Guillermo Weiss, Margot, la lechera de Burdeos, Leandro Fernández de Moratín y Antonio de Brugada, quienes juegan a intentar responder cómo la historia se traduce en imágenes.

Alfonso Delgado, Inma Cuevas, Alfonso Torregrosa, María Mota, Andrea Trepat, Fernando Sainz de la Maza y Font García conforman el reparto de esta pieza que puede verse en la Sala Guirau del 19 de septiembre al 10 de noviembre y que también cuenta con el trabajo de Daniel Canogar en videoescena, Suso Saiz en la música y espacio sonoro, Francisco Javier Sarrión Mora en iluminación, Almudena Bautista en vestuario y Nacho Marín en la dirección artística.

Laura Ortega, Inma Cuevas y Font García han estado charlando con Teatro Madrid sobre su goyesco estreno en la capital y sobre lo que significa para ellos, profesional y personalmente, acercarse a esta indagación sobre el pintor zaragozano dos siglos después de que comenzase a configurar sus pinturas más tenebrosas y enigmáticas.

Teatro Madrid.- ¿Qué contacto teníais con las Pinturas Negras antes de esta obra?

Laura Ortega.- Goya es una de esas figuras de la que se cree saber más de lo que se sabe. Lo que ha logrado este proceso de creación es conocerle desde un lugar que va más lejos de las primeras asociaciones. Puedo decir que sabía nada y ahora, incluso, sé un poquito menos.

Inma Cuevas.- Tenía miedo a Goya porque, de pequeña, las Pinturas Negras me daban pavor, incluso Goya, su figura, su monstruosidad. Estaba muy vinculada a las obras de Sorolla, a su luminosidad, al mar, a lo blanco. Empezar a leer el texto de Sinistierra me enfrentó a ellas de nuevo y al ir al Prado, me parecieron unas pinturas fascinantes, que hablan, que están vivas y, a la vez, tienen muchos detalles y son grandiosas. Salí reconciliada y agradecida de ver tanto en ellas, sintiendo que me gritaban. Entendí su genialidad.

Font García.- Las conocía de estudiarlas en el colegio y, cuando iba al Museo del Prado, me atraían mucho. Ahora, esta obra me ha hecho darme cuenta de lo adelantado que fue para su momento y ser consciente de que ni siquiera está reconocido aún a nivel profesional y cultura en el ámbito popular español. Cuando leí el texto, me pasó igual que con estas pinturas; no lo entendía del todo pero había algo sobrevolando que me llamaba la atención.

TM.- Habladnos un poco de vuestros personajes.

IC.- El personaje base de la función es Leocadia Zorrilla, la ama de llaves de Goya. Forma parte de su última familia, la bastarda, con la que se exilia a Burdeos. Es una mujer fuerte que reivindica su lugar y que no sólo sirve para ponerse unos guantes y fregar o lavar en el río. Además, no se sabe si Rosario, su hija, es de Goya o no. Leocadia es una mujer con ideas liberales, tachada de exaltada, que tiene que salir de España porque, literalmente, el rey le quería cortar la cabeza. Yo interpreto a Leocadia pero también a una actriz que la interpreta, pasando por varias capas; Inma Cuevas, la actriz y Leocadia.

FG.- Mi personaje es Antonio de Brugada, un amigo en el exilio francés. Era pintor de batallas navales y, en escena, mi papel está enfocado en su faceta como soldado miliciano.

TM.- Además de los personajes históricos que rodean a Goya, hay un autor presente en la obra, ¿qué significa su presencia?

LO.- Me gusta pensar que no es un voz y que, por supuesto, no está en off. Es un autor en pleno proceso creativo, con sus fantasmas, furias, decisiones acertadas y fracasada, intensidad y desatino. Es un tiempo para introducirte en su mente y en su imagen proyectada, interesado en generar algo interesante sobre algo que se le queda grande. Su intención es hacer de su escritura un proceso activo y escénico.

IC.- Creo que tiene que ver con la idea de enseñar la dificultad de un proceso creativo porque, en escena, se ve cómo él crea con los personajes en pie. El espectador ve cómo escribe, duda, rectifica, avanza, retrocede… en relación a ver con enseñar una historia de España que él incluso quiere rectificar.

FG.- Se trata del autor indagando sobre su texto. En algunos momentos, es narrador para el público, para sí mismo y para sus personajes, con los que llega a intervenir en forma de pequeñas discusiones con su creación.

TM.- La obra se llama Monsieur Goya, una indagación, ¿qué habéis indagado?

LO.- Me gusta pensar que indagar es como olfatear, seguir el rastro, ir detrás así que todos nos hemos convertido un poco en perros y hemos ido buscando. Para mí la indagación es saber de él a través de otros. Hemos trabajado sobre cómo creemos que es Goya y esa búsqueda, esas preguntas, las hemos trasladado a los demás personajes.

FG.- En casi tres meses de ensayos, hemos descifrado el texto de Sanchis de igual manera que lo haces con una de las Pinturas Negras. Hemos indagado en Goya, en sus alrededores, hasta encontrar también un punto de comedia.

TM.- ¿Qué es lo que más os ha costado ensayar?

IC.- Han sido ensayos muy enriquecedores porque hemos contado con Juan Menchero,  ayudante de dirección, historiador y experto en la época de Goya, en la que vive y pinta. Por eso, lo he vivido como volver al colegio por todo lo que he aprendido. Laura lo ha compensado todo a nivel creativo y ha sido fascinante. Lo difícil son ciertos momentos en los que el autor coarta mucho a la hora de poder hacer un arco emocional del personaje. Ese viaje cronológico está desordenado pero ha sido un reto muy gratificante.

FG.- Lo más difícil es que los personajes cuentan momentos, no tienen un principio, desarrollo y final. Hacerte cargo de sus momentos, sabiendo sus antecedentes y contexto, a modo de pinceladas es algo con lo que hemos trabajado mucho.

TM.- ¿Es esta una obra oscura como las pinturas negras o arroja luz sobre algo?

LO.- Es más luminosa en relación a sus capas de significación porque habla a un espectador que no conoce mucho a Goya, a otro que sí y a un experto.

IC.-  Es oscura porque habla de temas muy difíciles en ese momento: exilio, seres abandonados en fronteras a los que nadie hace caso, abuso de la mujer, ideas políticas que sufre el pueblo… un reflejo total de la sociedad actual. Pero a la vez, creo que es muy luminosa porque esas pinturas son vitales y gritan que hay que quitarnos las cadenas.

FG.- Espero que sí porque, al igual que estas pinturas son oscuras, también son un poco cómicas.

TM.- ¿Cómo se conecta con el público hablando de un artista de hace más de dos siglos?

IC.- Laura nos mostró lo moderno que fue Goya así que por qué no lo íbamos a ser nosotros planteándolo. Él fue un genio que se adelantaba, que veía más allá de su momento y del resto de artistas. Por eso creo que no hay que tener miedo en contemporaneizar a los clásicos y acercarlos como conocemos ahora el mundo.

TM.- ¿Qué forma predomina más en esta obra sobre Goya: la del hombre, artista o exiliado?

LO.- Principalmente, dos; creador y exiliado. Pero hay múltiples Goya plasmados en cada personaje porque cada uno reproduce una mancha de él.

IC.- Las tres pero, sobre todo, la del hombre escondido, exiliado, no sé si loco. Hay un atisbo de entender cómo era ese hombre a esa edad.

FG.- Creo que la del exiliado; el exilio ronda toda la función aunque hay mezcla con la del hombre y la del artista. Son todos personajes exiliados que no están donde querrían o deberían estar.

TM.- Esta obra muestra una “convivencia con los fantasmas del pasado”. ¿Creéis que el teatro también tiene sus propios fantasmas?

LO.- Fantasmagoría significa “asamblea de fantasmas” y algo de eso tiene el teatro. Las preguntas sobre las que reflexionamos al reunirnos son un ejercicio entre la ilusión y la desilusión hacia el pasado, presente y futuro. El teatro tiene que hacer esa indagación.

IC.- Creo que tenemos un gran fantasma en esta sociedad y es la forma en la que se mira al teatro porque hay un tipo de público que no se atreve a ir para preguntarse cosas y responderse, comunicarse, liberarse. El teatro es un aliado y no debería ser un fantasma, una especie de humo que tenemos delante y que no queremos quitar.

FG.- Todo el rato, convivimos con nuestros fantasmas, que están presentes de muchas maneras; desde los mandatos de cómo ha de ser cierta cosa a los propios mandatos de cada uno, de lo que cree que debe o quiere ser. Y todo eso siempre va contigo. Inevitablemente, cuando te exhibes en el teatro, te viene la voz de tu maestro, piensas en lo que le gustaría ver a tu madre o en lo que le haría gracia a Peter Brook. Pero cuando consigues deshacerte de eso, es una maravilla.

TM.- Una reflexión que os lleváis con esta obra.

LO.- Pienso que ojalá mi propia búsqueda de Goya sea la del propio espectador y que cada uno se vaya a casa con pistas cerca. He aprendido a no tener miedo a ser furiosa en la manera de contar. Este proceso ha despertado en mí la conciencia de querer contar y de ir más lejos del texto.

IC.- Para ser libre, a pesar de darte con los muros miles de veces, tienes que volver a coger fuerza y darte de nuevo porque, en algún momento, el muro se va a romper y va a llegar la luz. Después de la oscuridad siempre viene la luz.

FG.- Esta obra me recuerda a las pinturas rupestres, por las que pasaban el fuego rápidamente y se veían partes iluminadas un solo instante para recrear la escena entera. Esta obra tiene algo de eso, de iluminar una parte y de darte cuenta de que es algo que los seres humanos llevamos haciendo desde siempre a partir de la necesidad de recordar, de volver a enseñarnos la vida a nosotros mismos y de recomponerla.

Además de esta producción propia del Teatro Fernán Gómez. CC de la Villa, que cuenta con la producción ejecutiva de Jesús Salas, el espacio celebra este especial aniversario con ‘El sueño de la razón, la sombra de Goya en el arte contemporáneo’, una muestra que se podrá visitar de manera gratuita en la Sala de Exposiciones del espacio del 20 de septiembre al 24 de noviembre. Se trata de una exposición comisariada por Oliva María Rubio, en colaboración con La Fábrica, que propone una reflexión sobre la figura del pintor y su contexto familiar y social a través de declaraciones y poemas de escritores y artistas como Antonio Saura, Darío Villalba, Equipo Crónica, Zoran Music, Anselm Kiefer, Robert Longo, Daniel Canogar, Fernando Sánchez Castillo, Eva Lootz, William Kentridge, Cristina Lucas o Alfredo Jaar.

Texto Amanda H C / @ama_i_anda

Fotos David Ruiz

Escrito por
José Antonio Alba
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