
El artista Jesús Amate, retratado por Pablo Olewski.
«Hay una frase de Federico García Lorca en su obra La comedia sin título que me gusta mucho», apunta Jesús Amate; «es la siguiente: ‘por qué hay que ir al teatro a ver lo que pasa y no lo que nos pasa’?». Esta es la máxima que impulsa el bolígrafo del actor, director, escritor y docente al que entrevistamos en este artículo.
Con su obra Pa’ habernos matao, que se puede disfrutar en el Teatro Lara de Madrid, se cierra una trilogía que busca crear un espacio donde el público pueda encontrarse a sí mismo y dejar de ser un simple espectador. El tríptico comenzó con No se puede mirar —que obtuvo el premio nacional de teatro Talent Madrid de los Teatros del Canal—, siguió con Fluxus —que se representó durante varias temporadas en la capital— y finaliza con la obra motivo de esta entrevista: Pa’ habernos matao.
¿Qué querías transmitir cuando escribiste la obra?
Para empezar, divertimento. Es una locura teatral, una fiesta teatral que trata temas existencialistas del ser humano. Concretamente, reflexionamos sobre esa lucha por ser el número uno, aunque no sepamos para qué. Hacemos una crítica a un sistema que, creo, se alimenta de las personas para seguir existiendo como sistema en sí mismo, y no como una ayuda o un apoyo para el individuo.
En los tiempos que corren, salvando ciertas dificultades que atraviesan algunas personas, creo que el malestar que hay ahora mismo en la sociedad es existencial. Lo que queremos transmitir con la obra es que podamos reírnos de nosotros mismos como punto de partida para poder hacer una transformación en nuestras propias vidas. Ser más amables y, como diría Aristóteles, «hacernos amigos de nosotros mismos».
En la obra, los artistas son sorprendidos por el público. ¿Dirías que puede haber un espectáculo sin un espectador?
Mínimo un espectador. Sin espectador no es posible que haya un espectáculo. Para nosotros especialmente, porque sentimos al público como un invitado y, además, es un integrante más del montaje. No tendría ningún tipo de sentido, primero porque se hace para él y, segundo, porque se hace con él. En la obra, los artistas son sorprendidos por el público, lo hacemos a modo de broma, pero creo que, en realidad, en cierto modo siempre somos sorprendidos por el público: no hay dos funciones que sean iguales y cada público reacciona de forma diferente, aunque haya un sentir común.
¿Puede el público modificar una función?
Te cuento una anécdota, cuando escribí mi primera obra en solitario en el año 2013, llamada Mi novio es gay, creía que era un drama. Cuando la estrenamos, para mi sorpresa escuché varias carcajadas del público, descubrí que era una tragicomedia. Me di cuenta que el humor me acompañaba a pesar mío, lo cuál es de agradecer. El público puede modificar mucho una función de teatro, sobre todo por el tipo de teatro que hacemos nosotros, donde el público es un personaje más.

Juan Carlos Alonso, Mercedes Castro, Diego Lescano y Jesús Amate son los intérpretes de la obra.
¿Con qué intención fue creada la compañía Benamate?
Fue creada en sus orígenes por tres personas: Beatrice Binotti, Natalie Pinot y un servidor. Nos conocimos en el grupo de teatro Nuevo Repertorio que dirigía Cristina Rota en la Sala Mirador. Fuimos parte integrante de los creadores de La Katarsis del Tomatazo, entre otras obras que creamos y representamos con Cristina Rota como directora.
Beatrice, Natalie y yo, amantes del teatro clásico, nos planteamos crear Benamate para revisar textos clásicos manteniendo su esencia y trayéndolos al momento actual. Nos centramos sobre todo en obras de humor con títulos de Goldoni y Calderón. Posteriormente, los caminos se dividieron y yo continué con la compañía. Ahora abarcamos un humor más contemporáneo y también me lancé a la escritura, adentrándome sobre todo en el teatro de lo absurdo.
De alguna manera seguimos manteniendo la esencia del principio; aunque ahora son textos contemporáneos, tanto en la puesta en escena como en el tratamiento de los textos hay un poco de romanticismo clásico. También mantenemos la esencia de La Katarsis del Tomatazo, en la que el público es una pieza primordial del espectáculo, y hacemos un teatro muy cercano y directo.
«Sin ganas ni entusiasmo no se puede hacer un espectáculo»
¿Consideras que en la actualidad es fácil sacar adelante una obra de teatro?
En algunos sentidos sí, porque hay muchos espacios teatrales en Madrid abiertos a propuestas y eso está muy bien. Pero por otro lado es complicado porque las ayudas son escasas, de difícil acceso, aunque existen. Dependemos siempre de la buena voluntad y de las ganas del equipo. Siempre se ha dicho que el mundo de la interpretación es una carrera de fondo y, efectivamente, así es. Sin ganas ni entusiasmo no se puede hacer un espectáculo.
¿Qué temas te gustaría seguir profundizando en las tablas?
Me interesan mucho, muchísimo, aquellos temas eternos en el ser humano. Las angustias y miedos, siempre desde un prisma benévolo y con humor, y las relaciones humanas. Me fascina mucho este último, porque la interacción entre las personas puede alentarnos muchísimo, sacar lo mejor de nosotros y hacernos grandes personas o, al contrario, pueden hacernos o podemos hacer mucho daño. Creo que el ser humano tiene un gran potencial que no sabe usar y que el teatro es una buena vía para ello.
También eres docente, ¿qué diferencias y similitudes ves en los alumnos de interpretación de hace diez años en adelante?
Llevo ya casi treinta años dando clases en realidad, empecé en Cristina Rota. Diría que no tanto han cambiado los alumnos sino que el que ha cambiado he sido yo. Mi percepción a la hora de mirarlos cambia, por mi experiencia de vida, por mis años de trabajo, por mi experiencia también como director, actor y escritor… Creo que sin exponerme de diferentes formas en el ámbito teatral no podría dar clases. Considero que el teatro es una gran herramienta para conocernos, para desarrollar nuestras habilidades y para poder crecer.
¿Por qué deberíamos ir a ver Pa’ habernos matao?
Porque es un divertimento, porque vamos a pasarlo muy bien —me incluyo aunque sea actor y la dirija—. Nos vamos a reír de lo ajeno y de lo propio, y porque creo que es una oportunidad para hacer una reflexión desde otro punto de vista. Es una obra que, sin dejar de ser seria, se desarrolla desde una visión lúdica.
Consigue ya tus entradas: