El pasado 16 de febrero Pentación cumplía 35 años y, en este camino de más de tres décadas, un nombre ha tomado el foco: Jesús Cimarro. Lo que comenzase como una pequeña empresa en 1988 con cinco socios y apasionados del mundo del espectáculo —el citado Cimarro, junto a José Luis Alonso de Santos, Gerardo Malla, Rafael Álvarez «El Brujo», Margarita Piñero y Tato Cabal—, se ha convertido en una productora referente en el panorama actual del teatro español.
La actualización contemporánea de temáticas y obras clásicas es algo distintivo en los trabajos que presenta esta locomotora cultural, partiendo de propuestas que unen tradición, pluralidad de emociones y humor. Son esas obras de teatro que hacen disfrutar a todos los públicos, sin importar el rango de edad o gustos artísticos: desde de los montajes de intriga, piezas cómicas, historias que miran al pasado o musicales renombre, como el exitoso Los chicos del coro.
Bajo su paraguas, Pentación gestiona diferentes espacios madrileños —Teatro La Latina, Teatro Bellas Artes y Teatro Reina Victoria— y también se encarga de la dirección del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Además, cuenta en su camino con más de 200 espectáculos estrenados, entre producciones propias, ejecutivas y distribuciones, y suma más de 100 premios, entre ellos la Medalla de Oro de las Artes Escénicas.
En la actualidad, Jesús Cimarro es el único director de la productora y TeatroMadrid le ha visitado en las oficinas centrales de Pentación para felicitarle en persona y conocer el secreto, si lo hay, de su andadura profesional tanto en Madrid como en el panorama escénico nacional.
¿Por qué brinda después de estos 35 años?
Por el teatro y por las artes escénicas, ya que creo que una empresa que lleva 35 años con el mismo nombre y el mismo CIF es poco habitual en este sector. Hay que celebrar que una empresa cultural se mantenga y haya crecido de una forma sostenida y sostenible porque, para mí, es un orgullo y una satisfacción. Celebrar esto es celebrar el éxito del trabajo bien hecho por la cantidad de personas que hacen su labor aquí.
Os unisteis para cambiar la forma de producir teatro. ¿Cómo ha sido eso?
En el comienzo, Pentación fue la unión de artistas y gestores, algo poco habitual en aquellos tiempos. Sobre todo, se hacía el llamado teatro comercial y teatro independiente, y nosotros buscamos una tercera vía, mezclando las dos anteriores: hacer espectáculos comerciales de calidad. Al principio, nos dieron golpes por todos lados porque no se entendía esa fórmula y, sobre todo, costó entender el hecho de sistematizar la producción, la distribución y la exhibición.
Pentación comenzó con la producción y la distribución y hasta 2005 no entramos en exhibición con el Teatro Bellas Artes, espacio que comenzamos a gestionar hace 18 años. 15 llevamos haciéndolo con La Latina, y vamos para el tercero con el Victoria. Ahí se ve la escala progresiva, al igual que en las más de 120 personas que trabajan aquí. De ellas, más de 66 son fijas, y el resto son artistas que están en diferentes montajes. Lo que se ha creado es una estructura empresarial en pro de la actividad artística, en base a los tiempos, a los gustos y a las personas que han formado parte de ella.
La Latina, Bellas Artes, Reina Victoria y Mérida… ¿Hay más metas en el futuro?
Sí, seguir manteniendo lo que hemos construido, que ya es muy importante porque es algo muy difícil. Tampoco quiero crecer mucho más, sino mantener e ir incorporando gentes nuevas a la casa, tanto en los equipos artísticos como en los técnicos o de gestión. Hay gente que ha trabajado aquí más de 27 años y se ha jubilado y es algo impresionante. También hay gente trabajando de 25 años que ni había nacido cuando fundamos esto, con puestos nuevos que se han ido creando en esta última década. Otra meta es intentar acertar en las propuestas escénicas que planteamos, que gusten al público.
¿Cómo ha cambiado el público en estos 35 años? ¿Soléis tener en cuenta sus gustos y pensáis en lo que puede sorprenderle?
Ha cambiado como lo hemos hecho todas y todos. No somos los mismos y sería absurdo anclarse en el pasado o revivirlo continuamente. Eso está bien tenerlo presente, para saber en qué acertaste y en qué te equivocaste y aprender, pero con una visión de ahora, de la vida, del momento que estamos viviendo. A lo largo de 35 años, el país y la sociedad han vivido una transformación absoluta y yo creo que una de las claves del éxito de Pentación es que ha sabido adaptarse a los tiempos y a los gustos del público. Yo hago teatro para el público, siempre lo he dicho. Es uno de los principios que ha tenido y tiene Pentación. Al final, siempre hemos elegido propuestas escénicas que tuvieran un interés artístico, social, cultural y económico.
¿Qué es lo primero que se necesita para hacer una obra de teatro: dinero o una idea?
Una buena idea y dinero. Si tienes una buena idea, buscar el dinero. Y si tienes dinero, buscar la buena idea. Porque no creo que todo sea blanco o negro, sino que hay muchas tonalidades de grises y un abanico muy amplio. Mucha gente se sorprende y me dice que he trabajado con gente muy dispar. Y yo les digo que es debido a que no tengo prejuicios porque, al final, los buenos profesionales lo demuestran en el escenario, hayan hecho lo que hayan hecho antes en la vida. Por ejemplo, a Carmen Ruiz le di clases en la escuela de Cristina Rota y a Raúl Arévalo también. Javier Cámara, que trabajaba de acomodador en el Teatro Fígaro, comenzó, cuando era un auténtico desconocido, a hacer teatro profesional con nosotros. Igual que Daniel Guzmán. Esta es una profesión de largo recorrido. No es algo que se consiga en tres días.
Un señor de teatro como tú, ¿también va a ver otras obras fuera de sus producciones?
Sí, sobre todo voy a ver qué hace la competencia. Soy una persona que tiene envidia sana a la competencia y cuando lo hacen bien, quiero hacerlo yo también. Procuro ir a todo, pero es imposible por la afortunada oferta teatral que tenemos aquí y fuera de Madrid.
¿Qué haces cada 16 de febrero, alguna celebración especial o algún ritual?
Yo sonrío y digo “un año más”. Cuando hicimos 30 años, editamos un libro con la historia de los distintos espectáculos.
¿Qué recuerdas de esa primera obra Pares y Nines, en el Teatro Principal de Alicante en 1988?
Recuerdo la emoción de ser el primero. Tenía 22 años. Fue una heroicidad o una locura.
¿Cuál es el montaje con el que más habéis arriesgado?
Depende de las épocas. Te diría que, en el inicio, fue con Amado monstruo, de Javier Tomeo, una producción internacional que hicimos a los dos años de fundar la empresa. Vimos el espectáculo en París y nos lo trajimos aquí con el director francés. Fue una de las apuestas más arriesgadas en aquel momento y luego vinieron más, aunque algo más cubiertas. Pero como la de aquel principio, ninguna.
¿Y la propuesta que crees que más ha emocionado o has notado que más gustaba?
Han sido varias. Si miramos un poco la historia, diría El lazarillo de Tormes, con El Brujo; o La cena de los idiotas, con Pepón Nieto y Luis Tosar. También Cinco horas con Mario, con Lola Herrera; el Yo, Claudio, protagonizado por Héctor Alterio. Y uno de los que gustó mucho fue también Atchúusss, con Malena Alterio, Ernesto Alterio, Enric Benavent, Adriana Ozores y Fernando Tejero. Me acuerdo también de Seis clases de baile en seis semanas, con Lola Herrero y Juan Artero, que duró años y medio, y de Una noche con los clásicos, de Adolfo Marsillach, que se montó para cuatro días y estuvo dos años.
Si no fueras empresario de teatro, ¿a qué te hubiera gustado dedicarte?
Yo trabajé cuatro años en El Correo Español-El Pueblo Vasco y de ahí viene mi afán con las publicaciones. A mí el periodismo y la política me parecen carreras muy respetables que mucha gente intenta denostar, pero son profesiones muy respetables, así que te diría que algo de eso hubiera sido.