Hace tres años comenzó a fraguarse una historia que llevaba por título Las crónicas de Peter Sanchidrián, una propuesta que a primera vista era un simple divertimento, una especie de «ida de olla» de su autor José Padilla con la que recuperaba el género del terror y la fantasía a golpe de historias breves enmarcadas en una trama apocalíptica que transformó el Ambigú del Pavón Teatro Kamikaze en nave espacial. Lo que ellos no esperaban era que hubiera tantos teatreros dispuestos a embarcarse en esta gamberrada llena de misterio, ciencia ficción y humor. Tanto ha sido así que al final ha desembocado en una trilogía de la que en estos momentos se estrena su segunda parte El viaje, una secuela que da el salto al escenario principal del Pavón para dar cabida a esa legión de espectadores entusiasmados que quieren hincarle el diente a esta nueva entrega.
Quedamos con José Padilla, aprovechando que se acerca el estreno, para dar un repaso a los orígenes de la saga, arañar un poco de información por adelantado y conocer sobre esta misión casi imposible de trasladar el mundo de la fantasía y la ciencia ficción al teatro. ¡Abróchense los cinturones que despegamos!
Teatro Madrid.- José Padilla, director, dramaturgo y friki, ¿no?
José Padilla.- (Soltando una carcajada) No sé en qué orden, pero sí a las tres ¡Rotundamente! No lo había dicho ni pensado nunca, pero sí, para escribir Las crónicas de Peter Sanchidrián y la segunda parte, El Viaje, hay que ser muy friki.
TM.- Además hay que llevarlo por bandera.
JP.- ¡Por supuesto! No lo oculto y estoy orgulloso de ello.
TM.- Como buen friki, es inevitable preguntarte, ¿qué superpoder te gustaría tener?
JP.- ¡Pues no es tontería! (Dice riéndose divertido) Te digo primero cuál no: El de la invisibilidad porque te lleva inevitablemente al mal, de repente tienes un poder muy superior y muy injusto con las otras personas y te lleva a la perversión y al mal. Si solo me puedo quedar con uno, sería la teletransportación. Sería hacerme dueño del espacio-tiempo, a parte de por lo práctico, me habilitaría para conocer a otras gentes y países de una manera muy inmediata y sencilla que me enriquecería. Si tengo que elegir uno, sería ese.
TM.- Estrenando Las crónicas de Peter Sanchidrián, has sacado del armario de la ciencia ficción a mucho teatrero.
JP.- Es verdad que de unos años a esta parte, se ha mirado con sospecha todo lo que tenga que ver con la ciencia ficción y la fantasía en el teatro y me parece un error en el que yo no quise incurrir, y cada vez lo hago con menos pudor. Es algo que disfruto mucho. El mundo de la fantasía y ciencia ficción te habilita a hablar de temas muy serios, de política, de amor, de muchas cosas. ¿Por qué voy a renegar de eso como dramaturgo? yo quiero hablar de todos esos temas y lo inoculo a mis obras de teatro. Es verdad que «Las crónicas» ha sido la más consciente, me lié la manta a la cabeza, se lo propuse a los Kamikaze, que aquí hicieron mucho honor a su nombre, me dieron carta blanca y a partir de ese momento me desaté.
¿Por qué voy a renegar de esto que me gusta? Algo que tienen los autores y las autoras de teatro que me gustan, sean del género que sean y utilicen lo que utilicen, está muy en contacto con lo que ellos y ellas quieren contar; si yo les quiero imitar para bien, no puedo imitarles tal cual, además no quiero copiar su estilo, lo que quiero es ser fiel a mí, entonces, me escucho igual que han hecho ellos y ellas; lo que me salen, entre otras cosas, son historias de ciencia ficción y fantasía y creo, por la recepción de Las crónicas de Peter Sanchidrián y por lo que “huelo” que está gestando en El viaje, es algo muy positivo que me haya respetado esa parte de mí como dramaturgo. Que muchos hayan salido del armario de la ciencia ficción como espectadores de teatro me alegra mucho, lo celebro y lo comparto. ¡Y habrá más!
TM.- El viaje es la segunda parte de lo que, como buena saga de ciencia ficción, será una trilogía.
JP.- Sí, sí, es una trilogía y ocurre como con La Guerra de las Galaxias. La primera parte se llama Ignición, la segunda es El viaje y la tercera será Aterrizaje.
TM.- Hablas de que la ciencia ficción, bajo su halo de ligereza, siempre guarda cierto paralelismo con el momento en el que se crea y toca temas de actualidad, ¿cuáles son esos temas en El viaje?
JP.- Toca muchas cosas de la actualidad. Si bien mantenemos la comedia, de hecho me parece uno de lo grandes vehículos para compartir mensajes, tiene un punto más oscuro que la primera. No es que se haya convertido esto en una cosa gótica, pero sí que tiene un punto de mayor oscuridad en las propias tramas que ocurren y me parece que tiene lógica, como buen segundo acto te reclama más oscuridad. Comedia sí o sí, pero con un puntito más oscuro. Es una obra bastante más política que la primera, a veces de manera directa y otras más indirecta. Como conjunto habla del amor, o de la pérdida del amor, e inevitablemente eso hoy en día es hablar de política, el amor es un asunto muy político, se ha convertido en un asunto político. El viaje oscila entre, el amor y su ausencia y la política. Lo que a nosotros, como ciudadanos, nos apela en esa dimensión y la relación que hay entre el amor y la política.
TM.- Aunque muchos se sorprendan con esta historia de ciencia ficción y fantasía, tú ya lo has dicho en más de una ocasión que no hay más que echar la vista atrás en el teatro y encontraremos referencias muy fuertes.
JP.- Desde que hace 30 siglos los griegos hacían teatro directamente relacionado con los dioses, aunque estuviera Eurípides al que llamaban el escéptico y tal, pero desde el momento que haces un teatro en el que hay dioses y destinos inevitables y, de algún modo, mecanismos que están por encima de tu comprensión y de tu propia naturaleza, si no es ciencia ficción porque no responde a la misma definición, el corazón que está latiendo ahí debajo es el de la fantasía.
TM.- ¿Qué títulos de género podemos rescatar del teatro clásico?
JP.- ¡Shakespeare! Desde Cuento de invierno, Sueño de una noche de verano o Hamlet ¡La primera escena es con un fantasma!. Aquí también tenemos El mágico prodigioso de Calderón o la misma La vida es sueño, donde la magia es el motor de todo lo que deviene en la obra. También Cervantes, en El Quijote, con Clavileño y el viaje a la luna. Estamos hablando de algo que es completamente inherente al ser humano.
TM.- ¿Qué nos puedes desvelar de El viaje?
JP.- Hay muchas que no, pero te puedo contar el inicio. Al final de la primera parte ocurría el Apocalipsis y la nave de Peter Sanchidrián salía de la Tierra y ahora se encuentran a 15 mil millones de kilómetros de lo que una vez fue el planeta Tierra. La nave, C.R.I.S.T.I.N.A., tiene los recursos prácticamente agotados. Peter Sanchidrián no está y una nave cuatro veces mayor les absorve. El capitán de esa nave se llama Oleg y propone a la tripulación, a cambio de su supervivencia, un trato imposible. Ese es el inicio de El Viaje y, como en Las crónicas Vol. I, distintas historias de ciencia ficción y fantasía que tienen que ver de algún modo con la trama principal, se van enhebrando entre ellas hasta culminar en el final.
TM.- Es como recuperar para el teatro la saga cinematográfica de Cuentos asombrosos, ¿ha sido uno de tus referentes?
JP.- Sí, es toda una referencia, al igual que la Dimensión desconocida, que me lleva a Jordan Peele, el creador de Get Out, un tipo al que adoro y al que llevo siguiendo desde hace muchos años. Es humorista y muy fan de la ciencia ficción, del terror, y eso se ve en su humor, de hecho, él dice que las dos caras de la moneda son el terror y la comedia y yo es algo que compro por completo.
TM.- Hablas de la ausencia de Peter Sanchidrián, esto ha tenido que ver con que Juan Vinuesa no haya podido participar de esta segunda parte, ¿cómo has sobrellevado este «handicap»?
JP.- Decidí que Juan siguiera siendo Peter Sanchidrián, entonces, como ahora no podía porque no se puede desdoblar ¡por mucho que eso le pudiera gustar! porque si él hubiera podido, ya te digo yo que aquí estaría. -Actualmente pertenece al elenco de ‘Shock. El cóndor y el puma’ en el CDN – Pude hacer como en las películas de James Bond, que fuera otro actor, pero no, una de las primeras cosas que decidí cuando cotejamos fechas y vimos imposible que Vinuesa participara fue decidir, como director y dramaturgo, que Juan siguiera siendo Peter Sanchidrián, entonces, utilicé eso en la dramaturgia. Tuve que cambiar con mucha conciencia y más siendo el personaje que da título a la obra, pero eso a la vez me habilitó para contar otras cosas, es decir, si el prota no está, ¿qué ocurre con el resto, con lo que orbita alrededor? esa desazón. Una de las cosas que se preguntan en la función recurrentemente es «¿Dónde está Peter Sanchidrián?». Continué por ese “accidente” del que creo que hemos hecho virtud y una de las cosas que vertebran la trama es saber dónde está Peter Sanchidrián. De algún modo descubrí otras cosas, dio puntos de oscuridad a la trama.
TM.- Como cualquier trilogía fantástica que se precie, ¿no? Una Primera parte luminosa, de presentación, una segunda más oscura y la tercera rebosante de épica.
JP.- Claro, ¡como El retorno del rey! Puestos a hacer referencias frikis, ¿no? (Risas)
TM.- Todos los géneros son susceptibles de ser trasladados al teatro ¿Cuál te falta por hacer y te apetece?
JP.- El terror y la ciencia ficción son géneros que dan para mucho y en muchos tonos, pero me gustaría hacer algo que tocara la tragedia griega porque, de alguna manera, toca esto que estábamos hablando al principio de la conversación, de situaciones extraordinarias que están por encima de nuestro entendimiento y que afectan al devenir cotidiano de los personajes.
No he hecho nunca nada que toque ni de soslayo la tragedia griega… -En este punto de la entrevista José frena en seco y me dice sonriendo «Ahora me desdigo» y prosigue- Y me gustaría tratar, no sé si necesariamente, un clásico griego tal cual, que también molaría, como algo que me permitiera a mi incidir más como dramaturgo.
TM.- ¿Con qué te querías desdecir?
JP.- Te lo decía porque, fíjate que no es baladí, el principio de Las crónicas de Peter Sanchidrián nace de algún modo de las tragedias griegas. La primera historia que quedó escrita fue la última de la primera parte, que se llamaba Aracnos, que tenía que ver con Spiderman; cuando Lima, Sanzol y Del Arco estaban en el Teatro de la Ciudad nos invitaron a bastantes creadores a proponer piezas breves en el ambigú de la Abadia que llamaban “Entusiasmo”. Yo conecté con algo que tenía que ver con mi entusiasmo, hablé de Spiderman, y el personaje de Aracnos se llamaba Peter Sanchidrián, de ahí nació. ¡Y mira hasta dónde nos ha llevado! Así que de algún modo, en el sustrato primigenio está la tragedia griega. Tanto es así que en Aracnos utilicé textos de “El sentimiento trágico de la vida” de Unamuno. De algún modo lo trágico está inoculado en Las crónicas de Peter Sanchidrián y creo que es un hallazgo de la función en el sentido de que a mí me habilitó a unir universos, no era una mera comedia eras muchas más cosas metidas en el corazón.
TM.- Estrenar en el Globe Theatre tu adaptación de Enrique VIII, representar Haz clic aquí en el Teatro del Arte de Moscú o que la Comédie-Française organice una lectura dramatizada de Las Crónicas de Peter Sanchidrián y que además te concedan el Premio Coup de Coeur, ¿estas cosas no hacen que se te vuele la cabeza?
JP.- Tú me dices esto hace un año y te digo «¡¿Tú estás loco?!» Uno nunca se lo imagina ¡y menos con un texto así! Eso es lo increíble, porque uno no deja de ser prejuicioso con estas cosas, de lo que hablábamos antes de que la comedia y la ciencia ficción pueden ser mal mirados como géneros menores, y de repente encuentras este reconocimiento. Después pienso que esto es un indicio de que voy por buen camino, de que me tengo que escuchar a mí y hacer las cosas que a mí me laten, si no, sería una impostura y la impostura en teatro es un canteo criminal ¡No engañas a nadie! Yo me siento feliz habiendo sido fiel a mí mismo. Son señales para decir «Sigue por ahí y escúchate». He encontrado unos productores que me han apoyado sin ningún tipo de cortapisas, un elenco que está completamente a favor. Esto ha sido una cosa que no podía prever, pero ha resultado, está resultando. Estoy muy seguro de que los riesgos que tenía que asumir los he asumido, no sé si va a salir bien o mal, pero la única manera de que salga bien es asumiéndolos.
TM.- Esa filosofía de riesgo, ese acto de fe en lo que haces, te viene de lejos porque tú formaste parte de Grumelot y quien los conoce sabe que también son sinónimo de riesgo.
JP.- ¡Totalmente! Yo estudié en la RESAD, pero mi escuela es Grumelot ¡Lo tengo clarísimo! Hablo con ellos muy a menudo sobre eso mismo que dices, la fe en lo que estamos haciendo es todo. La fe en lo que uno quiere proponer, en asumir el riesgo, en creer en uno, en no dejarte llevar por el ruido que hay alrededor, ¡Que mira que hay ruido!, la constancia… todo eso. Con Grumelot estuvimos trabajando duro, con pico y pala, y a la larga nos está dando sus frutos. Ahora se publica Cuando llueva vodka, la primera obra que hicimos justo hace 14 años y el libro se lo dedico a Carlota (Gaviño), Íñigo (Rodríguez-Claro) y Javi (Lara) porque, claro, somos nosotros en un momento en el que tuvimos que luchar contra viento y marea. Ahora, mal que bien, todo el mundo sabe quienes somos y lo que hacemos, pero en aquel momento decían “¿Pero que están haciendo estos?”, y con todo eso hemos aprendido a tener fe, a no dejarnos tirar abajo por los errores, a pelear, así que estoy totalmente de acuerdo con esa apreciación, yo nací como artista profesional y como dramaturgo en Grumelot y es un sello, si bien yo ya no estoy en la compañía, lo llevo por bandera: Mi escuela fue Grumelot y eso me va a durar para los restos.
TM.- En esta ocasión, sobre el escenario veremos a Laura Galán, Antonia Paso, José Juan Rodríguez, Cristóbal Suárez, Ana Varela y Pepe Viyuela. Si mezclamos comedia y ciencia ficción, el trabajo actoral ha tenido que ser toda una experiencia.
JP.- No es nada sencillo conseguir que un grupo de gente defienda con uñas y dientes la posibilidad de lo extraordinario. Las dos partes de Las crónicas son unas piezas que demandan mucho poder de imaginación y eso es agotador. Están dando forma a algo que no está ahí, creyendo en lo imposible y eso a mí como director me da unas armas que con otra gente no tendría. Es un trabajo actoral muy distinto, por la propia naturaleza de los textos, porque no son cosas que uno se encuentre habitualmente. Con su imaginación están haciendo algo que me parece de orfebrería, lo que no está aquí ¡está! y eso me pone los pelos de punta, me parece un acto muy emocionante y muy generoso por parte de los actores, y de mi ayudante de dirección Almudena Puyo, porque si ellos no se lo creen a pies juntillas, aquello se cae y el público no se lo traga ni de coña.
TM.- Para trabajar, ¿eres de los que se suele rodear del mismo equipo?
JP.- El equipo artístico y técnico son gente con la que llevo trabajando muchos años y se nota. Me asombra cómo me leen, Por ejemplo, a Sandra Vicente de sonido le mando audios de momentos sonoros que considero que deben ser así ¡menos mal que eso no saldrá nunca de entre ella y yo! (Dice riéndose) y luego ella me los devuelve, con su maestría, llevados a otro lugar mucho más correcto. Sandra Espinosa de vestuario, lee y relee mis textos, lo habla conmigo, se lo lleva a su imaginario y le da un plus. Son gente que me lee muy bien. Pau Fullana en luces, Eduardo Moreno que se está pegando una labor brutal con la escenografía… Son personas con las que llevo trabajando muchos años y eso facilita todo, sé que me puedo dejar caer en ellos porque me van a agarrar. Yo les doy mi propuesta de escena y lo que ellos me devuelven es un aporte impagable. Es emocionante. Cuando nace todo, uno está solo en su propia locura y de repente lo confrontas con esta gente y ellos te lo llevan a otro sitio mejor todavía.
TM.- ¿Cómo se llevan el dramaturgo y el director?
JP.- Muy bien. No tengo problema de si hay que quitar texto, quitarlo, lo tengo de entrenamiento de la época de Grumelot. Está mal que lo diga, pero creo que tengo oído a nivel rítmico y si es muy rollo, va fuera. A veces me dicen “Pero si es muy bonito”, pero con lo bonito no vamos a ningún lado. No tengo grandes problemas para conciliar director y dramaturgo, no es algo que me quite el sueño. Desde que empecé a escribir hasta el día de hoy, no he tenido ningún drama de “Yo quería que esta saliera”. Si no se da, va fuera, porque me pongo la zancadilla a mí mismo.
José Antonio Alba / @joseaalba
Fotos Vanessa Rabade