Pan y toros es la nueva producción de la temporada en el Teatro de la Zarzuela, acompañada por dos grandes alicientes: el debut como director de escena de Juan Echanove en la lírica y el bicentenario del nacimiento de Francisco Asenjo Barbieri, el compositor, musicólogo y director de orquesta madrileño. La casa del teatro lírico recupera, después de 21 años sin representarse, una de las cumbres de la creación barbieriana: una zarzuela en tres actos de ambiente madrileño, con libreto en verso de José Picón.
Bajo la dirección musical de Guillermo García Calvo, dos extensos repartos acompañados de quince bailarines-actores y del Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, componen un montaje que, en palabras del director artístico del coliseo, Daniel Bianco, «ha llegado para quedarse».
‘Pan y toros’: una zarzuela históricamente comprometida
La obra, estrenada el 22 de diciembre de 1864, narra una conspiración liberal para que el rey Carlos IV se deshaga de la influencia de su primer ministro, Manuel de Godoy. Un enfrentamiento de las dos Españas, representadas en liberales y reformistas, en la que aparecen personajes históricos como el pintor Francisco de Goya, el político Jovellanos o Pepita Tudó, la amante de Godoy. Cabe destacar que Barbieri dedicó a su composición un tiempo largo para las costumbres de la época, y de hecho contiene las mejores cualidades de la música del maestro.
El libreto de José Picón se detiene en ese momento histórico previo a la invasión de los franceses, que era un periodo político y social muy complejo. Tal es así, que el impacto y repercusión de la obra tuvo consecuencias por su compromiso histórico; tres años después de su estreno, Isabel II la prohibió. Esta zarzuela histórica presenta la forma de una zarzuela grande. Esto es debido a que solo así se podrían desarrollar las complejas historias que están sucediendo en la España que se quería representar.
El tema histórico es muy comprometido, ya que representa dos bandos. Por un lado, a Godoy y sus partidarios: Doña Pepita, la Duquesa, el Corregidor y el General, que serían el símbolo del oscurantismo, en lucha por mantenerse en el poder. Y por otro lado, Jovellanos (que aparece como héroe salvador) apoyado por Goya, la Princesa de Luján, Floridablanca, el Capitán Peñaranda, el Abate, manolos y manolas, toreros y el pueblo, quienes ejemplificarían el bien, con deseo de que el Rey esté informado de lo que ocurre en España.
De este modo, Barbieri continúa con una tradición que comienza en las zarzuelas de los años treinta y cuarenta del siglo XIX: la clasificación de los personajes en buenos y malos. Esta división obliga al espectador a tomar partido a favor de alguno de ellos, y los sitúa frente a otros. Pero también realza la defensa de valores tradicionales como el nacionalismo y el patriotismo, sacrificios capaces de enfervorizar a las clases bajas urbanas.
La zarzuela más completa de Barbieri
Pan y toros está considerada como una de las obras más importantes de Barbieri, musicalmente hablando. Cargada de una gran vida teatral, es una pieza muy difícil de resolver dramatúrgicamente, puesto que es muy coral. Esta zarzuela desarrolla una partitura muy elaborada y llena de riqueza musical, de concertantes, de dúos, y de un gran peso del coro y de la orquestación. Por ello, este título es considerado el más complejo y completo de Barbieri, que era un genio del teatro musical.
Cabe destacar un aspecto muy característico de esta partitura, que son los melodramas. En ópera, esto quiere decir que la orquesta toca música mientras los cantantes hablan; es decir, es texto encima de la música, lo cual en la época vino a ser un claro anticipo del cine. «Barbieri es increíblemente sagaz en esos momentos donde hace que la orquesta module, vaya a tonalidades inesperadas que nos lleve a situaciones y atmósferas de una fuerza increíble. Y en esos momentos ya no son solo los números cerrados donde el compositor es genial, sino que nos transporta de una forma dramatúrgica a situaciones, emociones y ambientes como yo no encuentro en ningún otro ejemplo de la literatura de la ópera europea del siglo XIX», afirma Guillermo García Calvo, director musical del coliseo que se encarga de la dirección musical de la producción.
Juan Echanove: «El reto es saber jugar con los silencios que se producen entre los diálogos»
En lo que a la dirección escénica se refiere, Juan Echanove subraya que las partes musicales están dotadas de una armonía que hace que muchas veces sea más difícil dirigir las escenas habladas que las cantadas. «El trabajo de la dirección escénica no es un trabajo personal, es un trabajo de equipo. Tienes que procurar no estorbar, no interrumpir la labor de los demás», señala Echanove. Y en este caso, la música es un enorme almacén de herramientas conceptuales que, bien entrelazadas, logran que los cantantes puedan crear, a partir de los números musicales, puentes vitales para el desarrollo dramático de sus personajes.
Las piezas habladas hay que acometerlas en su tempo y de acuerdo a un ritmo, que es lo que genera la poesía con la que trenza el libreto José Picón. «A veces, el reto es saber jugar con los silencios que se producen entre los diálogos tanto cantados como hablados. La riqueza del silencio es algo que lo nutre también todo», afirma Echanove.
El debut de Juan Echanove: un primer acercamiento honesto y entusiasta
El reconocido actor y director de escena madrileño cuenta ya con 45 años de carrera profesional, de los cuales los dos últimos han estado en gran parte dedicados a su primera incursión en el género lírico, para el que ha volcado todo lo que sabe sobre el arte escénico. «La experiencia está siendo un acontecimiento en mi vida», confiesa.
Juan Echanove: «’Pan y toros’ representa algo que está en nuestro genoma. Somos una España dividida en dos tendidos: el de sol y el de sombra»
Para Echanove «Pan y toros representa algo que está en nuestro genoma. Somos una España dividida en dos tendidos: el de sol y el de sombra». Considera que los dos bandos viven enfrentados unos a otros y que incluso a veces llegan a las manos. Mientras tanto, y a veces sin ser conscientes de ello, un hombre se juega la vida en el ruedo. «Eso es España. Yo he procurado montar Pan y toros desde el redondel y ese redondel es la cabeza de Goya», explica.
Fue sin duda a partir de la frase «murió la verdad», de Francisco de Goya, cuando Echanove encontró su verdadero vínculo con el montaje. «La verdad ya no existe, no tiene valor en la sociedad de hoy en día. A mí Goya me llevó a Barbieri, curiosamente, además, porque Goya dentro de la dramaturgia es un personaje que observa y toma partido, pero que está en los dos bandos».
‘Pan y toros’: una zarzuela de ambiente torero
El mundo de la tauromaquia es, desde el título, un tema capital en la obra. Barbieri, que era castizo y patriota, coloca a los toreros en el lado luminoso. En cuanto a la sensibilidad con la que se ha tratado esta cuestión en la producción, Echanove afirma que «nunca en mi vida utilizaría un proceso creativo para mostrar mi opinión o mi manera de pensar acerca del personaje que interpreto o de la obra que dirijo. Nunca lo hago y nunca lo haré».
Como nieto de un gran aficionado a los toros, de quien ha recibido una gran herencia cultural en la materia, se considera buen conocedor de la tauromaquia y aficionado a la misma. Además, afirma que en lo que se refiere a esta zarzuela, no conviene cargar mucho las tintas sobre lo taurino. «Cuando hablábamos sobre lo taurino en los ensayos, les dije a los toreros que deben comportarse con dignidad y no como payasos, porque en la obra toman parte en la acción para modificar el sentido de las cosas en el país».
Juan Echanove: «Yo dejaría todo por dirigir lírica»
Después de esta primera experiencia, no tiene ninguna duda de que le gustaría ganarse el sitio en el género y sobre todo volver a dirigir lírica. «Con esta obra siento de alguna manera que hay algo que estamos cantando y contando que brota de nuestra alma y que tiene que ver mucho con nuestras familias y nuestra historia. La verdad es que está siendo la experiencia profesional más rica de mi vida; un sueño», declara Juan Echanove.
Se siente muy realizado y agradecido con su profesión medular de intérprete, pero afirma que no se esperaba el impacto que, tanto en su persona como en su creatividad profesional, ha provocado su acercamiento a la zarzuela. Tal es así que confiesa firmemente: «Yo dejaría todo por dirigir lírica. Dejaría de interpretar y posiblemente de dirigir teatro en prosa. Lo dejaría todo».