Las personas ancianas, a pesar de que muchas son desterradas a residencias, suponen una fuente de sabiduría. Ana Mayo, consciente de ello, lo lleva a escena con la obra Mi abuela no se llama Carmen, hasta el 17 de marzo en el Fernán Gómez.
La dramaturgia surge de la relación personal que Ana tenía con su abuela. Se trata de una autoficción, en la que encontramos las tres identidades propias del género: una autora que a su vez es narradora y personaje principal. Se trata de una autobiografía con tintes de ficción en la que la biografía de su abuela se combina con la de la propia Ana Mayo.
«El texto empieza cuando mi abuela cumple 90 años, entonces me di cuenta que llegaba la cuenta atrás, tenía mucho miedo a no recordarla en el futuro o recordarla desdibujada».
El punto de inflexión para llevarla a escena fue la pandemia. «En la pandemia, murieron muchos ancianos y fue terrible. Ahí recupere el texto», sentencia Ana Mayo.
Carmen Miquel, investigadora de Amnistía Internacional y coautora del informe Abandonados a su suerte, ha denunciado lo ocurrido en las residencias públicas de mayores de Madrid. Más de 7.000 ancianos murieron y los agentes de la Policía Municipal de Madrid redactaron más de 200 informes donde se refleja la falta de apoyo institucional.
«La función es casi un llamamiento de la importancia de acompañar a un ser querido en sus últimos días» dice Mayo.
La figura de la abuela
«No solo he caracterizado a mi abuela, también a una generación» comenta Mayo. «La guerra, el exilio, los campos de refugiados están en ellos y es algo que no se puede desposeer». Habla de una generación marcada por la posguerra pero también de la vida, la muerte y la falta de memoria. De algunas decisiones vitales a las que solo las mujeres se enfrentan: la gestación, la maternidad y la soledad. Un mapa donde la familia y la amistad suelen ser los puntos cardinales.
Ana Mayo ha querido que este proyecto goce de la mirada femenina de mujeres muy singulares, diferentes entre ellas y de diversos puntos de la geografía acompañándose de Fernanda Orazi en el asesoramiento escénico, Berta Navas para la escenografía, Beatriz Toledano en la iluminación, Marlene Michaelis como asistente de dirección, Ana del Arco en la asesoría del movimiento, Sofía Nieto en el vestuario, Geraldine Leloutre para la imagen, Belén Pichel en la producción y María Díaz en la prensa.
Juan Carlos Pérez de la Fuente, nuevo director del Fernán Gómez, describe así la esencia de la obra: «vamos a poner a las abuelas en el sitio que les corresponde. El homenaje a heroínas que no están en los libros de la historia pero sí en la memoria».
Ana Mayo añade «creo que la generación de nuestros abuelos tuvo la oportunidad de reinventar este país. Y lo hicieron con generosidad, entusiasmo. Hay escenas de la guerra de las que yo me enteré al final de su vida. Este silencio que nos ha protegido tanto a generaciones venideras».
También habla de la importancia de los autocuidados y de cómo la vida es el mejor regalo y lo celebra estando en su mejor versión. «Creo que ése es el mayor aprendizaje que me ha dado mi abuela», decía Ana Mayo.
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