Manuela Paso y Fernanda Orazi: “Estamos viviendo aires de libertad, pero no en libertad”

José Antonio Alba

Doña Rosita, anotada es la obra con la que Pablo Remón vuelve a Teatros del Canal después de estrenar Los Mariachis hace ahora año y medio, en este mismo teatro. Esta nueva obra es una versión libre de Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores de Federico García Lorca, una lectura muy personal en la que el propio Remón, su mujer, su madre y sus tías, se cuelan en el texto, compartiendo escenario con los personajes de Lorca, y todos ellos interpretados por Fernanda Orazi, Francesco Carril y Manuela Paso.

La obra estará en la Sala Negra de Teatros del Canal hasta el 29 de diciembre. Y para saber más de ella, nos hemos acercado al Teatro para charlar con dos de sus protagonistas, Manuela Paso y Fernanda Orazi.

Teatro Madrid.Se dice a veces que un determinado teatro o autor ha perdido vigencia o ha envejecido mal, pero ¿tanto hemos cambiado para que esto ocurra? ¿O quizás, lo que ha cambiado, es la forma de contarlo?

Manuela Paso.- No podemos menospreciar historias o autores por considerar que ya no tienen nada que ver con nosotros. Yo releo obras de mi padre, Alfonso Paso, de cuyo teatro se ha dicho que ha envejecido mal, y como profesional, no como hija, sino como actriz, veo muchas cosas que siguen vivas. Y no en vano, lo estamos viendo ahora mismo, en la propia sociedad y en la política de este país. A veces, parece que nos da miedo vernos reflejados en una vieja historia. Me pasó con Antígona, nunca pensé que una obra de teatro griego pudiera tener esa vigencia, pero al final, lo humano está ahí, e incluso la propaganda sigue siendo a veces la misma. No hemos cambiado, y eso nos da mucha rabia. Por esa razón, a veces nos protegemos diciendo que determinadas historias ya no tienen nada que ver con nosotros.

Fernanda Orazi.– Es cierto que cambió la forma de contarlo, y también la forma de consumirlo, que al mismo tiempo hace que cambie la forma de contarlo. Se están buscando siempre nuevos formatos, nuevas plataformas y muchas veces parece que lo que se está innovando es la ficción, pero si echamos la vista atrás, en realidad, uno se sigue conmoviendo con las mismas pequeñas fábulas de hace mil años. Quiero decir que hay algo ahí que es una trampa. Es una trampa decir que algo es más moderno que otra cosa. Hablamos del tiempo como si fuera inabarcable, y no es nada, es solo un ratito entre Lorca y nosotros. ¿Qué porcentaje de años luz es eso? (Risas.)

T.M.Esta Doña Rosita es una lectura “personal” de Pablo Remón de la obra de Lorca, sobre todo por la incorporación de elementos biográficos que se mezclan y dialogan con la obra. ¿Hay también algún elemento biográfico de Manuela y Fernanda en esta lectura? ¿Habéis trabajado los personajes desde experiencias cercanas o personales?

F.O.– Bueno, en realidad, lo que hay de autobiográfico es lo que puede haber en cualquier actuación, donde siempre aparecen evocaciones y resonancias que siempre enlazan con la propia experiencia y te conmueven. Pero más allá de que Doña Rosita es una mujer de cuarenta y tantos años, que no se ha casado y que no ha tenido una familia, que es mi caso, no es algo que haya abordado desde ese lugar. Aunque sí es algo que he pensado, ya que pongo en mi boca y en mi cuerpo estas ideas que directamente se asocian conmigo sin que yo haga fuerza.

M.P.– Eso sí nos pasó, respetábamos lógicamente los personajes creados por Pablo, pero él es una persona muy receptiva a lo que los actores proponen, y al final, no podías evitar que aparecieran otras Rositas, no solo las que hay en ti, sino en tu propia familia, incluso Rositos. Lo mismo ocurre con los personajes de las tías, ¿quién no ha tenido en su familia una abuela, una madre o una tía que ha sido prácticamente nuestra criada y no te das cuenta de ello hasta que eres mayor y, quizás entonces, es demasiado tarde para agradecérselo?

T.M.En esta obra destaca también la variedad de acentos, en algunos casos impostados, y no sé si premeditados o buscados como elementos de humor.

F.O.– No, en realidad todo fue abordado desde el juego. En un momento del ensayo, lo estábamos haciendo como siempre, Manuela haciendo de abuelita española y yo de abuelita argentina, y cuando nos dijo Pablo que lo pasáramos de nuevo, pensé hacerlo de esta otra forma, pero como un juego. Y, al final, nos hizo gracia a todos.

M.P.– Sí, recuerdo que Pablo nos decía que buscáramos unas voces muy pequeñitas para las tías, “porque mis tías eran así”, decía señalando con la mano su probable altura. “Poned voces de seres pequeñitos”, nos decía (risas.) Fue todo como un juego, aunque si algo había de premeditado era alejarnos del andalucismo y, especialmente, del acento andaluz, aunque siempre con la idea de llegar al epicentro de la historia.

T.M.Una de las cosas que me llaman la atención de esta obra es que todo fluye con naturalidad, probablemente por la manera de contar de Pablo, pero ¿cómo se consigue esto en escena?

F.O.– Algo que me encanta de Pablo y con lo que empatizo mucho, entre otras cosas, es que no le interesa nada justificar lo que se hace en escena, ni abordar desde una mirada psicologista nada, ni si el actor tiene que prepararse o no para hacer lo que tiene que hacer, lo único que le importa es que se haga ahí lo que hay que hacer, que la música suene ahí como tiene que sonar.

M.P.– Él nos decía también, “no quiero que lo penséis mucho, decidlo, porque ya en la palabra se está realizando algo, creed en la palabra, porque tanto la mía como la de Lorca, que se mezclan en esta función, van por delante de todo lo que podáis pensar”. Y nos hemos puesto a construir desde ahí.

F.O.– Yo creo que Pablo sabe en todo momento si se está produciendo la música adecuada o, por el contrario, una melodía que no va. En ese sentido, es muy musical en su forma de dirigir. Trata de evitar que sigamos pistas falsas, para que nos concentremos en buscar la música, aquello que tenemos que componer juntos, y eso es muy valioso.

T.M.Hay en el teatro actual, y también en el teatro de Pablo, una tendencia hacia lo narrativo, un predominio de la narración frente a la acción, o si queréis, frente a lo puramente dramático. ¿Cómo percibís esta forma de hacer teatro?

M.P.– Es verdad que hay un predominio de la narración, pero es una narración que te mete en una acción, que te hace galopar. Vivimos momentos de tanta mediocridad que, un texto bien construido, una argumentación que te haga pensar y viajar, es más necesaria que nunca. Además, hay algo en los tiempos que lo pide, pide que nos detengamos en la narración, que nos paremos a escuchar una historia.

F.O.– Lo interesante de esta obra es ese movimiento desde lo narrativo al hecho, a la acción pura y dura, a esa tensión de la escena teatral. Tensó mucho eso Pablo, la escena de los novios, la del muchacho… El juego de Pablo es llenar de mundo, de universo, de imaginario, esa escena a la que nos va a llevar después, para que esté plena de sentido, de muchos sentidos y de muchas lecturas. Y ese movimiento, para mí, y para todos nosotros, es muy conmovedor.

M.P.– Nos encanta eso de “yo no voy a sacar a mi personaje con mangas de jamón”, pero acabamos viendo una Rosita vestida con mangas de jamón, al lado de una moto, es verdad, pero con mangas de jamón. O “yo no quiero ser una un ama o una criada” y acabamos viendo una señora planchando que depende de otra para subsistir. Es decir, negando todo eso, terminábamos haciéndolo. Y eso es algo que me parece encantador, divertido y muy inteligente, porque te pasas toda la obra negando lo que luego vas a confirmar. Es un juego paradójico que me encanta.

T.M.Este juego narrativo requiere también una mayor implicación del público, que tiene que imaginar la escena o escenas que se están narrando y que luego va a poder ver.

F.O.– Sí, sí, total, te implica totalmente, porque además estás siguiendo el pensamiento del autor, como un movimiento con el que todos nos identificamos, ese juego de qué hago con esta obra, si es moderna o no es moderna, y todas las preguntas que podríamos hacernos. Aparte, es un gesto muy bonito de Remón, muy amoroso. Yo nunca hubiera asociado a Remón y Lorca, quiero decir que, conociendo a Remón, que para mí es un autor brillante, no tiene nada que ver con Lorca, viene como de una tradición totalmente distinta.

T.M.Uno de los temas principales de Doña Rosita es la presión social. ¿Hasta qué punto es significativa hoy la presión social sobre el comportamiento de una persona? Decía un amigo que la poca heterosexualidad que queda hoy se debe, básicamente, a la presión social. (Risas.)

F.O.– Bueno, yo la verdad es que no sé si mi heterosexualidad es por presión social, no lo sé, pero yo creo que la presión social relacionada con la sexualidad, la pareja, lo normativo o cómo uno tiene que vivir el amor en pareja, no me afecta especialmente. Yo no siento tanta presión en ese sentido, aunque sé que la hubo y la han vivido, incluso no hace mucho tiempo, amigos y familiares. Yo soy una mujer que no cumple con ninguna de esas normas que se supone que tenemos que cumplir y, sin embargo, a mí nadie me dice nada y tampoco tengo que dar explicaciones a nadie.

M.P.– Yo, sin embargo, siempre me digo, cuidado, porque estamos viviendo aires de libertad, pero no en libertad.

F.O.– Claro, claro.

M.P.– Sí que existe la heteronormatividad. Existe una supremacía heterosexual, como existe una supremacía blanca o una supremacía patriarcal. Es cierto que, si la comparamos con el siglo pasado y con el anterior, la estigmatización no es igual. Pero hay que tener cuidado, porque en esa apariencia de la libertad, en la apariencia de “esto está superado”, se esconde un movimiento reaccionario donde solo hay una forma de vivir la vida, la sexualidad o la pareja, y olvídate de todo lo que sea diferente o de todo lo que sean alternativas. Oímos hablar con frecuencia de acoso escolar, y gran parte de ese acoso tiene que ver con la sexualidad del alumno. Hemos avanzado mucho, pero sigue habiendo una propaganda que empuja a las mujeres en una dirección y a los hombres en otra. Por eso es tan interesante eso que dice el personaje de la filóloga, la mujer de Remón en esta obra, “tienes que meter a Rosita en Tinder”, porque hoy en día sigue habiendo una presión enorme sobre el hecho de tener pareja, formar una familia y tener hijos. He tenido que oír muchas veces comentarios como que no me entero de la vida, por el hecho de no ser madre. Cuando yo conozco a muchos padres y madres que no se enteran de nada y van ya por su segundo hijo (risas.) Y no son más responsables, ni más comprometidos, ni siquiera más maduros que yo. Así que, cuidado con creer que somos libres, porque vivimos en una época donde la diferencia no es nada bien recibida. Es una época difícil porque hay mucho boicot a la belleza, y sentirte libre para hacer lo que queramos no está nada bien visto.

Telón lento… y final.

Juan Mairena / @Mairena_Juan

Fotos Vanessa Rabade

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