La voluntad de creer se hubiera estrenado en 2021 si la vida no nos hubiera cambiado tanto a causa de la pandemia. Después de aquel susto y pasadas sus consecuencias, el mensaje de esta pieza escrita y dirigida por Pablo Messiez tiene otro sentido aún más potente. Es parte de lo que nos cuentan las dos actrices más recientes que se han sumado a este proyecto. Ellas fueron primero espectadoras y después se han sumado al reparto que podremos disfrutar del 13 al 21 de abril. Lo de esta obra es un regreso que, tras agotar entradas la temporada pasada, vuelve a las Naves del Teatro Español en Matadero para seguir impulsando los diferentes tipos de fe.
Me reúno con María Jáimez y Mamen Camacho en las oficinas de Producciones Kamikaze. Las tres hemos llegado algo saturadas de recorrer Gran Vía y este momento nos sirve para parar un poco y hablar de la vida, la muerte, las familias y los encuentros, con un café en un día soleado.
¿Cómo llegáis a esta obra y qué personajes interpretáis?
María Jáimez: Llegué hace poco más de un año. Me llamó Pablo por el puente de diciembre y quedamos para incorporarme en marzo. Me fui a Málaga con un espectáculo de flamenco que dirijo, llamado Un lucero, y estando allí, me volvió a llamar un viernes para incorporarme el lunes. De casualidad, la noche anterior había tenido insomnio y me había leído la obra dos veces. En ese fin de semana, iba estudiándomelo y, tras cinco días de ensayo, nos fuimos al Lliure y allí estuvimos durante tres semanas. Interpreto a Paz y el proceso fue increíble; llegué muy desubicada, pero Pablo me llevó literalmente de la mano por cada escena para ver los movimientos. Fue una acogida maravillosa también por los compañeros.
Mamen Camacho: Admiro a Pablo desde tiempo inmemorial y he visto todas sus obras. Era fan. Y ya conocía al primer equipo por haber coincidido con ellos; eran y son compañeros y amigos. Pablo me había llamado en alguna otra ocasión para formar parte, pero por razones de trabajo no había podido. Y antes del verano pasado, me volvió a contactar para el personaje de Amparo. Había visto la función varias veces y me había atravesado, ya que la viví como una experiencia transformadora. No paraba de pensar que me encantaría hacerla. Y, por suerte, he tenido la fortuna. Es una obra muy bien armada, tan ponente, con una estructura tan sólida… tuve una sensación de que el equipo era un colchón y sentía que me iban a salvar si pasaba algo. Me estrené en septiembre, en Valladolid, en una función preciosa que viví muy emocionada.
Esta obra se iba a estrenar en 2021, pero Pablo quería ver las caras de las espectadoras y espectadores, sin mascarillas, ¿qué habéis podido observar vosotras?, ¿cómo lo vivís?
Mamen Camacho: Lo que bebió La voluntad de creer de Las canciones fue esa reacción del público, que quería seguir experimentando Pablo, y que creo que aquí está realmente desarrollada como experiencia conjunta y común. Siempre estás en diálogo con ellos, desde que comienza, por esa pequeña interacción que tenemos, hasta el final de ficción que se va armando. Pablo me decía que mirase a los ojos a los espectadores, que me fijara en cada arruguita.
María Jáimez: Esta pieza se va construyendo materialmente, con los paneles o el vestuario, y el público también forma parte de esa construcción. No podríamos llegar a la cumbre final si el público no fuera partícipe. Estamos siendo testigos todos de lo que está pasando aquí. Todo el teatro interpela directamente al espectador, pero esta obra más porque construye con él. Y es algo muy concreto de la pieza.
¿Qué relación existe entre la voluntad y la fe para vosotras después de estar trabajando en esta obra?
María Jáimez: Cuando Pablo me llamó y me preguntó esto, le dije que yo sí creo en Dios, en una fuerza común, aunque no sé si llamarlo Dios o energía o equis. Además, creo que eso requiere una voluntad, una decisión. Me parece que la fe es instintiva y la voluntad es racional. Y para mí, una se da respuesta a la otra; una puede causar la otra.
Mamen Camacho: Cuando fui a ver la obra, se me activó esa pregunta. Vengo de una familia que se dedica a la ciencia, incluso yo, antes de Arte Dramático, estudié Química. Y mi chico es físico. En mi casa, toda la vida se ha hablado de dudas y certezas, de pruebas, de hipótesis y comprobaciones, del método científico. Yo no creo, por esta mente educada en la ciencia, y tengo mucho que ver con el personaje de Amparo, en el sentido de que solo creo en lo que veo, lo que toco, lo que está. Y, viendo la función, quería entenderla, porque, a pesar de que la ciencia para mí sea tener dudas para establecer un método de análisis, también pienso que no nos basta con eso. Lo que propone precisamente La voluntad de creer es ese juego compartido; jugar a que esto es verdad. Cuando estoy en escena, mi cuerpo es consciente y sabe que eso es verdad. Y, por supuesto, por eso la obra es una oda al teatro y un canto a la vida. Quizás esta es mi fe.
También uno de los temas principales es la muerte. ¿Creéis que falta hablar de ella, tanto en nuestro día a día como en el teatro?
María Jáimez: Sí, desde luego. Es verdad que cuando la vi, la muerte no me atravesó como tema. Sin embargo, durante el proceso y las funciones, sí. Hace falta integrarla y hablar de ella, del acompañamiento, de cómo sostener a esa persona que se está muriendo. La muerte no es lo contrario de la vida, es una fase más.
Mamen Camacho: Hace tiempo, en un taller con Wajdi Mouawad reflexionando el proceso creativo, nos preguntábamos mucho de dónde viene el teatro y por qué hacemos esto. Y llegamos a la conclusión de que viene de la conciencia de la muerte. Y enlazando con esta obra, en ella hay mucha conciencia de la muerte porque te repiten mucho que todos nos vamos a morir. Y eso establece un juego con el tiempo y el espacio que te permite estar presente completamente, nosotros y los que están en la butaca. Y desear que pase algo para que todo esto tenga sentido. Y de ahí la importancia de reseñar la muerte porque en algún momento esto se apaga.
«La obra es una oda al teatro y un canto a la vida. Quizás esta es mi fe»
Creo que en esta obra también hay algo de volver a casa, de compartir espacio con la familia y de todo lo que eso podría remover. A pesar de ser una familia algo curiosa, por ese hermano que dice ser Jesús de Nazaret, ¿creéis que el público se puede sentir desde algún punto identificado con este cuadro familiar?
María Jáimez: Yo creo que te puedes ir identificando con todos. Puedes pasar por la función con varios personajes y construyendo tu propia pregunta.
Mamen Camacho: Yo creo que, si los grandes temas de esta obra son la muerte, la voluntad, la fe, la creencia, el juego, la comunicación con el espectador, el gran temazo que subyace durante toda la función y conecta con el público es la familia, como ente generador de conflictos. Claro que cada persona se puede sentir identificado con algún miembro. La tía Felicidad está muy presente en las familias, me lo suelen comentar. Y me pasa que, yo desde fuera, veo a cada uno portador de un género teatral, igual que hay personajes típicos en las familias, como el desarraigado, el hijo pródigo que vuelve, el que no quiere avanzar, la poeta que no quiere estar, pero se queda y necesita algo más… Son arquetipos familiares.
También hay mucho espacio para un toque de humor mientras que vemos muchísimo drama y creo que, en esta obra, esas dos cosas pueden darse a la vez porque yo como espectadora tengo verdadera esperanza de que vaya a acabar todo bien. ¿Estáis de acuerdo?
María Jáimez: Creo que sí. Es muy filosófico esto que dices y muy profundo. El humor puede nacer de la esperanza, sí. Los personajes tienen un poso duro y amargo y supongo que tiene que ver con la perspectiva desde la que puedas ver la obra, con más o menos humor.
Mamen Camacho: Nunca había hecho esa asociación, de que la mezcla de géneros provoca la esperanza. Pero tengo que pensarlo y meditarlo detenidamente porque me parece precioso. Lo que sí te puedo contar es que cuando yo estaba mirando, lo viví sin ir por delante, en total presente. Y creo que, si la obra no hubiera tenido ese final, me hubiera ido a mi casa desolada y derrotada y no hubiera recibido ese amor profundo a la vida y ese mensaje de “sal ahí y vive lo máximo que tú sepas”, que fue lo que yo me llevé al verla.
Os falta voluntad para…
Mamen Camacho: Uy, yo soy muy voluntariosa… ¡Aprender inglés! Y para no boicotearme en algunas ocasiones. Voluntad para creer en mí.
María Jáimez: A veces, para contestar lo que me da la gana de primeras.
Habéis perdido la fe y creéis en…
María Jáimez: Creo que no he perdido la fe, pero últimamente estoy muy triste con hacia donde se orienta el ser humano, el turismo, la ocupación del planeta. Cada vez puede más conmigo la evidencia, más que la fe. Aunque tengo la esperanza de que cambie, pero me deprime. Y, por otro lado, creo en el amor en todas sus expresiones, en el amor como hacedor de bien y en la buena gente.
Mamen Camacho: A veces, pierdo la fe en la bondad humana y, sin embargo, creo que, si no el mundo no seguiría después de tantos siglos. Entonces, pierdo la fe en la bondad y la vuelvo a recuperar.
El mundo hoy en día necesita un milagro para…
Mamen Camacho: Volver a comunicarnos mirándonos a los ojos. Estamos atontados con el ruido y la distracción.
María Jáimez: Que el ser humano tenga la humildad y sencillez para darse cuenta que somos igual que el mundo, la tierra, los animales.
No se puede crear sin creer. No se puede actuar sin…
María Jáimez: Jugar.
Mamen Camacho: Creer.
Pablo señala unas frases de la transcripción del juicio a Juana de Arco como pista de la que tiró para armar esto. ¿Me podrías decir alguna otra frase que para vosotras tenga un sentido muy fuerte o haya cambiado vuestra perspectiva sobre algo?
María Jáimez: Cuando tengas una duda, antes de hacer la pregunta, piensa dos veces a ver si te lo puedes contestar a ti mismo. Y así, he descubierto muchas cosas.
Mamen Camacho: Solo tengan relación con lo que aman.
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