Entrevista a María Morales
Para poner un poco en contexto, ¿Cómo defines Un hombre de paso?
María Morales: ¡Qué difícil! Pues esun encuentro de dos vivencias sobre una historia con una mirada presuntamente, o intencionadamente, imparcial. Es el encuentro de dos personas que vivieron el Holocausto desde posiciones distintas y el choque que supone eso.
Tú interpretas a Ana, una periodista que pone en común a estos dos personajes, ¿cómo es ella?
M.M.: Ana es una periodista entregada que cree profundamente en la labor del periodismo como lugar de información, de crítica y de revisión de la memoria y del pensamiento sobre un acontecimiento muy doloroso como es este. Ella es una periodista valiente que pone todo su empeño en que este encuentro se produzca y haya posibilidad de diálogo entre esas dos partes.
¿Crees que existen hoy en día periodistas así?
M.M.: Sí, sí que hay. Probablemente no son los que vemos en los medios mayoritarios, pero hay muchísimos y muchísimas periodistas con grandísima vocación y que hacen una labor imprescindible de rescate de la memoria con visión crítica y con amplitud de miras.
Esta historia nace del trabajo del director y periodista Calude Lanzmann, del que, de alguna manera, parte tu personaje.
M.M.: Sí, está inspirado, sobre todo, en él porque es el que tuvo el encuentro con Maurice Rossel y ha hecho cantidad de documentales. El más famoso es Shoah, que tiene 9 horas de duración sobre el Holocausto. Lanzmann dedicó muchísimos años de su vida a documentar, a investigar, a leer y a entrevistar sobre el exterminio. Hizo una labor verdaderamente espectacular sobre este tema.
¿Cómo lo está recibiendo el público? ¿Qué tal está siendo la acogida?
M.M.: Muy bien, estamos muy contentos porque quizás sea un tema duro y una obra de teatro que no es «al uso», que no está llena de fuegos artificiales… O los fuegos artificiales están dentro de los cuerpos de estos personajes con todo lo que les pasa, pero estamos recibiendo una respuesta muy buena del impacto que genera en el público.
La obra habla también de lo importante que es quién domina el relato, quién lo cuenta y cómo lo cuenta, la facilidad que tenemos para olvidar… ¿Crees que aprendemos de nuestros errores?
M.M.: Yo creo que aprendemos, pero también creo que es una actitud lo que se propone en la obra del «mirar para otro lado». Está presente todo el rato el «yo no vi nada», «no me di cuenta de lo que estaba pasando», «no quise darme cuenta», «no miré más allá porque lo que había era horroroso»… Esa es una actitud muy humana y muy entendible. La obra habla de cómo ponernos de cara frente a eso que tenemos todos. Creo que nadie está exento, que hay tener una voluntad de querer mirar más allá de la obligatoriedad o de que te proporcionan la sociedad, los medios o lo que sea… Hay una decisión individual que tiene que ver con con atreverse a mirar. Pede ser desde grandes acontecimientos a lo que pasa dentro de la pareja.
A veces parece que en aquel momento mucha gente miró para otro lado y que ahora sería más complicado porque tenemos internet, tenemos cámaras en el bolsillo para grabarlo todo… ¿Crees que realmente ahora nos enfrentamos más o menos a la realidad?
M.M.: Yo creo que ahora hay mucha más información, muchas más plataformas de información a las que poder acceder para enterarnos de cosas, pero igualmente creo que ahí hay cantidad de cosas a las que no hay voluntad de mirar. Parece que el Holocausto es una cosa tan terrible, tan tremenda, que es inevitable verlo, pero están sucediendo cosas en nuestra sociedad como en el Mediterráneo, el Mar Menor… Y no lo sé, así en un territorio mucho más chiquito, en Madrid, nos hemos tirado meses y meses con una huelga de metro donde no sé si alguien sabía cuál era el motivo de la huelga. Esto de no mirar parece que, si es una cosa tan horrenda como el Holocausto, genera mucha indignación a toro pasado. Pero creo que, en nuestro día a día, hay cantidad de cosas sobre las que como sociedad preferimos no indagar mucho, no vaya a ser que nos metamos en problemas o que nos compliquen un poquito la vida, que ya bastante tenemos cada uno con lo que tenemos en casa.
Has trabajado hace poco en Shock I y Shock II de Andrés Lima. ¿Cómo afrontas el trabajo como actriz cuando se pone en escena una historia basada en hechos reales o que toma tantos elementos de la realidad?
M.M.: El trabajo de Shock era muy documental. Casi todos los personajes que aparecen, menos los que son más de coro, son de documentación, hay muy pocos ficcionados, entonces es algo en lo que venía muy entrenada. Creo que la gran diferencia con esta obra es la propuesta de Manuel como director. Si viste Shock, esta es mucho más «calmadita», pero la propuesta de Manuel tiene que ver con que haya mucha verdad, con que el artificio teatral no sea lo que tenga más peso en la función. Cada día viene a ver la función, revisa, da notas y, en ese sentido, en un modelo de interpretación diferente al que estaba haciendo, donde se trataba de dar vida a una partitura bien pautada. La propuesta de Manolo en ese sentido es que cada día haya posibilidad del movimiento de esta partitura. Es muy es muy vertiginoso y muy apetecible.
Estás en escena con dos actores que interpretan a dos personajes que son polos opuestos, han vivido experiencias a cada lado de la misma línea, uno como víctima y otro como observador pasivo. ¿El personaje de Ana tiene prejuicios con estos personajes?¿Cómo has trabajado la interpretación con ellos?
M.M.: La idea es que no, que no tenga ningún prejuicio. Sería horrible generar una entrevista donde claramente la periodista está muy a favor de uno y totalmente en contra de otro. Parece que es evidentemente admirable querer entrevistar a Primo Levi porque fue víctima de atrocidades, pero, en el caso de Maurice Rossel también hay una voluntad de querer saber. Al final dentro de él hay un testimonio muy valioso, su visión y sus vivencia son muy valiosas y hay que ponerlas en el mismo nivel de importancia, porque si no, sería injusto. Como periodista, y para la obra teatral también, sería maniqueo, casi sería de moralina. Lo hemos hablado mucho durante los ensayos: intentar quitar el prejuicio que podamos tener contra gente que fue testigo y no hizo nada. Intentamos comprender y dar una posibilidad, aunque el término sea un poco tópico, de redención, de revisión de la propia vivencia.
Y como actriz, ¿cómo consigues que no se cuele ese juicio?
M.M.: Pues fíjate, en este caso es muy fácil porque tanto a Juan Carlos Villanueva como a Antonio de la Torre les tengo una profunda admiración. Al mirarles en escena siento la admiración y las ganas de escucharlos, de indagar en ellos, unas ganas de indagar como las que tiene esta periodista sobre estos dos personajes que fueron reales. Esto se lo presto al personaje para que sea ella la que tenga muchas ganas de indagar en cada uno de ellos y esté muy a favor de los dos.
¿Cuál dirías que ha sido el mayor reto del montaje?
M.M.: El peligro que tenía la posibilidad de dejarse llevar por la indignación, la pena y la solemnidad de lo que se narra porque si no sería muy plúmbeo el montaje, muy pesado. Y por otro lado, esto que te cuento de la propuesta de Manuel de mantener despierta la creación de la obra en cada función. Pero son retos que a mí me apasionan, me dan la posibilidad de sorprenderme todavía.
Irene Herrero Miguel / @ireneherreromi