Marta Belmonte interpreta en Cielos a una de las integrantes de un grupo de investigadores que trabajan, aislados del mundo y a contrarreloj, para tratar de impedir un ataque terrorista múltiple que tiene por objetivo provocar una debacle social. Un texto del prestigioso escritor libanés-canadiense Wajdi Mouawad dirigido por Sergio Peris-Mencheta que reflexiona sobre los conflictos sin resolver que permanecen generación tras generación y sobre el posible poder e influencia de un individuo ante el cambio.
Este montaje, que recibió el Premio Talía a la Mejor Iluminación y a la Mejor Escenografía en 2024, vuelve al Teatro de la Abadía del 11 al 29 de septiembre. En TeatroMadrid hemos conversado con la actriz de la serie de televisión Sueños de libertad que interpreta en esta obra a un enigmático personaje llamado Dolorosa Haché.
Cielos reflexiona sobre las herencias que nos dejan las generaciones anteriores, ¿qué conflictos del pasado crees que seguimos heredando?
Todos (ríe). Los no resueltos. Creo que los conflictos que más se heredan son los no dichos, los no vistos, los no sanados. Hay que sacar las heridas un poco al sol para sanearlas. Cuando uno sigue insistiendo en negar qué ha ocurrido en una guerra ―o en un campo de tortura o momento histórico de un país―, eso no se va a curar. Hablarlo y reconocerlo permite subsanar y que haya memoria histórica.
Lo interesante para mí de esta obra es que puedes hacer una lectura muy política pero no es partidista. El escritor concreta de manera que no sea una cuestión de países o de partidos, sino una cuestión del ser humano. Lo universaliza, el texto dice: «un hombre que mata a un hombre es un hijo que mata a un hijo».
La temporada pasada entrevistamos a Sergio Peris-Mencheta, que nos contó sobre la complejidad de este texto escrito por Wajdi Mouawad. ¿Qué sentiste la primera vez que lo leíste?
La primera vez que lo leí me pareció muy poético y vi que podía llegar a ser un poco abstracto. Está tan cargado de imágenes y de información que me preguntaba cómo iba a encararlo Sergio, debido a su complejidad. Pero él tenía claras muchas cosas, por dónde llevarlo y después también se dejó influenciar por lo que iba viendo. Tenía una propuesta muy cinematográfica, muy clara y convirtió un texto —que no se suele montar por su dificultad—, en algo bastante teatral.
Un texto tan abstracto se puede enfocar desde diferentes perspectivas, ¿cómo se encara esto en cuanto a la creación de personaje?
Fue un poco ir descubriendo, dejarse llevar por las intuiciones y por Sergio. La obra tiene tanta información que tampoco se puede complicar mucho más. También vas descubriendo cosas que no te esperas. En este texto hay más escrito de lo que parece, hay piezas que están muy bien encajadas, cada personaje explica cosas muy concretas y forma parte de un puzzle. Parece muy abstracto pero la obra está tan bien escrita que te va llevando, te das cuenta de que el autor no da puntada sin hilo. Wajdi Mouawad deja pocas cosas al azar.
¿Qué tiene de diferente o especial este proyecto teatral de otros en los que has participado?
A mí me mueve mucho lo que cuenta. La obra tiene quince años y lamentablemente está vigente y, lamentablemente también, seguirá estando vigente. Otra cosa que tiene de especial es que, aunque todo es político, a mí a veces me cuesta encarar lo político desde la literalidad; Wajdi Mouawad es un autor político pero ha creado este thriller con unos personajes y una historia…, que de verdad hay que tener mucho arte para poder hacer algo así.
También tengo que decir que estoy muy enamorada del equipo. Ya de entrada, el proyecto era un subidón, a ojos cerrados. Pero es que, después, el equipo es tan adorable, lo hemos pasado tan bien en la gira, nos hemos llevado tan bien que ha sido como un regalo. Y volver al Teatro de la Abadía como cierre de ciclo es como un sueño.
Háblanos sobre tu personaje, ¿con qué valores de ella te quedas?
Me quedo con su capacidad de transformarse. De hecho, todos los personajes van a sufrir una transformación profunda y todos perdemos algo en este viaje. ¡No os puedo desvelar mucho! Pero el nombre de mi personaje, Dolorosa Haché, se traduce como «carne picada». Es una persona a la que no se sabe qué le ha pasado, tiene un comportamiento bastante peculiar y se va descubriendo todo poco a poco a lo largo de la obra. Es un personaje duro, muy literal y a la vez muy metafórico. También es la única mujer en toda la función, creo que ella puede representar la vida, la madre, la creación y la destrucción.
En comparación con otras obras en las que has participado, ¿cómo notas la recepción del público ante este montaje?
Nos siguen muy atentos desde el principio. Es mucha información de entrada hasta que uno se ubica y va juntando las piezas del puzzle. En el montaje hay tanto estímulo, es tan espectacular que el público no tiene tiempo a prácticamente nada más que seguirnos, en ese sentido la obra es muy disfrutona; no disfrutona de carcajada sino visualmente, sonoramente e intelectualmente. Por supuesto, también hay momentos de tensión y de dureza.
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