Hace dos años el Festival de Otoño, cuando aún lo dirigía Carlos Aladro, trajo dentro de su programación Terrenal. Pequeño misterio ácrata, creación del argentino Mauricio Kartun, pero los tres días programados no dieron a basto para satisfacer a los aficionados que quisieron verla, así que ahora el Teatro de la Abadía, de nuevo con Carlos Aladro al frente, ha vuelto a recuperar esta pieza, esta vez durante tres semanas, para que podamos sacarnos las ganas e incluso repetir la experiencia y descubrir qué posee este espectáculo que lleva seis años saltando de Buenos Aires al resto del mundo.
Los últimos días de calor invitan a sentarse en el patio de la Abadía a charlar, sobre todo si tienes enfrente a una figura como la de Mauricio Kartun, un gran conversador al que le gusta desgranar su filosofía de vida, entre risas y tono afable, paladeando cada una de sus ideas. Un autor venido a director de escena que, tras cuarenta años, continúa escribiendo a mano, creando universos, jugando con las palabras y los cuerpos; multipremiado maestro de artistas como Daniel Veronese o Claudio Tolcachir, que se declara amante de Valle-Inclán, para él un amigo al que llama simplemente «Valle», y de Cervantes, de quien se ha inspirado en sus Novelas Ejemplares, para dar forma a su nueva creación: La vis cómica, que toma el personaje del perro Verganza, salido de El coloquio de los perros, y lo traslada, a él y la compañía de comediantes a la que acompaña, al Virreinato en el Río de la Plata en un entorno de contrabando y barbarie. Pero, hasta que llegue por aquí, es tiempo de charlar sobre Terrenal.
SEIS AÑOS «TERRENALES»
«El espectador lo que disfruta en la obra de arte es, justamente, la posibilidad de asistir a algo realizado sin receta» Nos explica Mauricio Kartun cuando le preguntamos sobre cuál cree que es la clave para llevar seis temporadas sobre los escenarios con Terrenal «Algo que para ser realizado exige la condición de fabricar las herramientas sabiendo que, esas herramientas, cuando termine de hacerlo, ya no servirán. Ese trabajo artesanal es lo que caracteriza siempre lo artístico y esto no es una excepción, solo que a veces sale bien y a veces sale mal; y este salió bien».
Sabemos que el amante del teatro, el que anda pendiente de festivales, enseguida se lanza a ver un espectáculo como Terrenal. Pequeño misterio ácrata, pero ahora que está programado durante tres semanas en La Abadía, el espectáculo no solo beberá de ese tipo de público y quisimos saber qué cree Kartun que es lo que podría atraer a un espectador más «de a pie» «En Buenos Aires estamos en sexta temporada y lo que tenemos como singularidad es mucho público que se repite, gente que lo ve tres o cuatro veces, que vuelve trayendo a los amigos y esto tiene que ver con lo que los actores logran arriba del escenario; ese es el gran fenómeno, porque ese es el verdadero soporte. Esa hora cuarenta es de risa y de pensamiento y esa combinación produce algo que, a veces, la gente busca repetir. En principio es disfrutar de una ceremonia teatral graciosa y con actores que manejan una comicidad muy singular».
EL CLOWN Y LOS MITOS BÍBLICOS
Terrenal. Pequeño misterio ácrata habla sobre la relación entre Caín y Abel, del enfrentamiento entre el que posee «el arquetipo de la tribu sedentaria, la que tiene que armar ciudades amuralladas para proteger aquello que ha acumulado y que muchas veces no llega a gastar en su vida» y el que no posee «el arquetipo del nómada, el andar solamente con lo que merece ser cargado y disfrutar la vida sin tener que arrastrar otra cosa que no sea la del disfrute» y, por supuesto, la figura de un Dios que medie entre ambos, en este caso tomando el nombre de Tatita, deidad dionisíaca que aboga por los placeres de la vida «De hecho nuestro Dios es un «Baco criollo», amante del vino, de la fiesta y de la música». Todo ello traducido al lenguaje del clown «Caín es el Augusto, la ingenuidad, Abel es el Pierrot, el idealista, el soñador, y Tatita, nuestra versión telúrica de Dios, es el Payaso Blanco, es el único que puede hablar con el espectador, mirarlo, interpelarlo, e incluso juzgar lo que está pasando sobre el escenario sin que el resto de los mortales entiendan que están siendo juzgados».
En un principio, nos confiesa Kartun, el espectáculo estaba ideado para representarse de una manera mucho más naturalista, pero el texto y la elección de los actores, Tony Lestingi, Claudio Martínez Bel y Rafael Bruza, acabó imponiéndose «si llamaste a payasos, ¿le vas a pedir al payaso que deje de serlo?» nos dice entre risas «Hay algo de aprovechar el don, la experiencia, el conocimiento y el oficio de lo actores y saber armonizarlo». Hablar de esto nos lleva a ahondar en el poder de la risa frente a los grandes temas «esa es mi biblia» nos confiesa «No me imagino haciendo otro teatro que no sea ese que produce esa carcajada, esa celebración. Yo a veces pienso que la risa es una especie de orgía privada» sentencia añadiendo: «En el momento que uno ríe, desaparece absolutamente todo, desaparece el tiempo, desaparece las problemáticas cotidianas. Me parece que, cuando uno puede combinar esa risa con las ideas, la alquimia produce su mejor fenómeno». Kartun se declara un ferviente defensor de la música y la risa como hechos fundamentales de la vida «nos sintoniza» dice «Una de las cosas más extraordinarias que tiene el ser humano, y que vamos perdiendo, es el de la fiesta. Uno va a juntarse con otras personas con las que sabe que puede armonizarse a través de la risa» y considera que el teatro es uno de esos lugares a utilizar como antídoto ante la cada vez más creciente «actitud almidonada».
Kartun nos cuenta que en estos seis años la risa ha ido cambiando de lugar dentro del propio espectáculo «Argentina en los últimos seis años ha tenido muchos cambios políticos y esto se ha traducido en distintas reacciones por parte del público, el publico lee otras cosas, de pronto tenemos semanas en las que el público ríe de una manera desmesurada de algunos chistes que hasta la semana pasada no lo eran, porque tiene esa cosa de lo multívoco de la metáfora; la metáfora está ahí y uno simplemente la mira y ve en ella lo que quiere proyectar» a lo que añade sonriéndonos «Siempre se ha dicho que el teatro dialoga con su tiempo y yo pienso que no; yo creo que el teatro monologa y su tiempo lee en ese monólogo lo que quiere leer».
LA INFLUENCIA DE VALLE-INCLÁN
No hace demasiado, en una entrevista, Mauricio Kartun se declaró un ‘Valleinclanista barrabrava’, término que recordárselo le hace estallar en carcajadas «Cuando empecé a leer a Valle-Inclán, estaba convencido de que los gallegos hablaban así y yo decía: ‘¡Tengo que ir a escuchar hablar de esta forma tan deliciosa!’ (Suelta una risotada) Me llevó un tiempo desencantarme y volverme a encantar descubriendo que, lo que había hecho Valle, era haber creado una especie de curioso lenguaje personal muy, como los argentinos decimos, “jodón”; curiosamente descontracturado, a veces trabajando sobre zonas de aparente solemnidad, pero creando una especie de dramaturgia musical». Una admiración que se traduce en la inclusión del esperpento dentro de su trabajo, influencia que compara con la de otros autores argentinos por el «Grotesco criollo» – Género inspirado en Pirandello – «Yo creo que hago un ‘Grotesco Valleinclaniano’, en vez de estar metido en esa metafísica ‘Pirandelliana’, tiene que ver con esa zona deliciosa y compleja que tiene el teatro de Valle».
Kartun simplifica en una sola cuestión todo el asunto de cuáles son sus referentes, autores favoritos e inspiraciones, y es «¿Qué autores relees?» una pregunta que él mismo nos responde «Son muy pocos en mi caso. Valle-Inclán es uno» y, de alguna manera, se transfigura en ese Tatita salido de Terrenal para añadir: «Lo disfruto de una manera curiosamente musical, releer una obra y ya no preocuparme tanto por lo que dice, simplemente me dejo llevar por la construcción musical que hacen sus personajes» y va un paso más allá añadiendo la confesión de uno de sus ‘placeres culpables’: «En una feria callejera encontré un ejemplar de la primera edición de Divinas palabras que, por cierto, tenía en mi casa, pero me pudo la tentación de saber que así como la terminaba de comprar, me sentaba en un bar con una cerveza y volvía a leerla» y suelta una carcajada, mirándonos con ojos brillantes entre divertidos y traviesos para rematar diciendo «ese placer de sentarse en una terraza, comer maní salado, tomar cerveza y volver a Valle-Inclán un sábado a las 12h del mediodía ¡Es un placer que uno se lo debe a sí mismo!» declara sonriéndonos satisfecho, dejándonos con las ganas de compartir esa cerveza de mediodía para continuar conversando, riendo y reflexionando con el gusto con el que Mauricio Kartun lo hace. Quizá en otro momento sea posible, de momento nos quedamos con su teatro, aplicándole las imágenes que, con esta conversación, ha proyectado en nuestro imaginario de espectador.
José Antonio Alba / @joseaalba
Fotos Fernando Lendoiro