Rául Pérez está considerado uno de los mejores imitadores del momento. Más de diez años de trayectoria colaborando en programas radiofónicos, Anda ya o La ventana, y televisivos, Crackóvia o Late Motiv, programa presentado por Buenafuente, avalan la carrera y el saber hacer reír de este cómico madrileño.
Capaz de poner voz y rostro a personajes tan dispares como: Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Manuela Carmena, Iker Jiménez, Eva González, Jorge Javier Vázquez o Josep Pedrerol – Un pequeño ramillete de ejemplos de la incontable ristra de nombres dentro de su repertorio – Raúl Pérez es uno y muchos a la vez. Ahora vuelve a Madrid con su espectáculo Raulidad virtual y nos reunimos con él en Teatro Cofidis Alcázar, donde se representa el espectáculo, para conocer un poco más a este hombre de las mil caras.
Teatro Madrid.- Preséntanos Raulidad virtual, ¿qué es lo que encontrarán los espectadores cuando vengan a ver tu espectáculo?
Raúl Pérez.- Tampoco quiero pecar de falsa modestia, pero… Es el espéctaculo definitivo. Con eso lo digo todo. ¿Tú has visto El Rey León? ¡Pues no tiene nada que ver! Es un espectáculo con muchísimos personajes. Sobre todo es una comedia con bastante ironía y con bastante de lo que necesitamos ahora mismo: Dejarnos llevar. Y bastante sátira. Hay números de magia, hay muchos cameos, hay canciones, baile. Todo esto lo vais a encontrar porque, como digo, es un espectáculo bastante completo. Y sobre todo, muchos personajes, porque no estoy yo solo en escena, hay como más de 70. Para definir el espectáculo en sí, el nombre del espectáculo viene por las gafas que yo he patentado, que son unas gafas de Raulidad virtual, que es mi forma de ver la realidad. Es mi «raulidad».
TM.- En la sinopsis del espectáculo podemos leer: “Las gafas de Raulidad virtual son las únicas gafas que nos permiten ver la auténtica realidad y no como nos intentan hacer creer que es”. ¿Cuál es exactamente la auténtica realidad para ti y qué es lo que nos están intentando hacer creer que es?
RP.- Mi realidad, o la realidad que yo vivo a través de mis personajes, se llama «raulidad» precisamente por eso, porque lo vivo a través de muchos personajes. No tiene por qué ser la más válida, porque todos vivimos una realidad distinta. Lo que intento al final de la obra es lanzar el mensaje de que todos precisamente debemos intercambiarnos las gafas, nuestra forma de mirar la vida, para tener más empatía. Esa es mi «raulidad»; y en mi «raulidad» pasan cosas alucinantes. En mi raulidad veo al presidente del gobierno con carisma y dejando de decir que es presidente del gobierno todo el rato. Veo incluso a la banca perdiendo. Veo a España ganando Eurovisión. No sé. Cosas bonitas. Porque también es la realidad que cada uno construye. La mía en mi caso, está llena de optimismo. También de cierto desasosiego a veces, de querer avanzar hacia adelante y no hacia atrás como nos hacen ver muchos políticos o muchas cosas que están pasando.
TM.- ¿La imitación puede ser una manera de reivindicación? En algunas imitaciones hay bastante contenido político, muchas veces inevitable porque son esos mismos personajes los protagonistas de las portadas de los periódicos del día. ¿Cuánto de componente puramente lúdico y cuánto de crítico hay en tus caracterizaciones?
RP.- Pues mira, lúdico hay muchísimo, porque al fin y al cabo no deja de ser un espectáculo de comedia y la comedia es un arma poderosísima precisamente para soportar todo lo que nos pasa a lo largo de la vida, que hay cosas ya bastante fastidiosas. Y de crítico también. Porque la risa y el sentido del humor es un prisma para poder ver las cosas de otra forma. Intentar que la gente diga “Oye, pues es verdad esto que me está contando”. A lo mejor a partir de aquí empieza a pensar de otra forma. O no. Es tan difícil ahora mismo con toda la información que tenemos encima de la mesa… Creo que hay una sobreinformación y hemos perdido ese espíritu crítico. Esa capacidad para indagar, para escuchar al otro. La imitación en mi caso además tiene algo de trastorno, si se me permite la palabra, porque tengo que pensar a veces como gente que está en las antípodas de mi forma de pensar. O a lo mejor como gente que no sé ni cómo piensa. Elaborar la construcción de esos personajes es complicado.
TM.- Aún así, a todos los personajes les cogerás cariño, ¿no?
RP.- A todos. Es un arma de doble filo. Por mi profesión, les cojo cariño a todos. Por una parte me dan de comer. Y, por otra, les humanizas un poco más. Hay personajes que, a nivel popular no cuentan con una gran simpatía, pero cuando les imitas y haces parodia de ellos, como que te pueden hasta caer bien.
TM.- ¿Cómo te preparas un personaje?
RP.- Es una locura. Aunque cada maestrillo tiene su librillo. De cada personaje nuevo que voy a estudiar, a mí me sirve mucho escuchar. Mucho, mucho, mucho. Primero, sin imágenes. Escuchar, escuchar y practicar. Y después, pasado un tiempo, lo contrario, ver mucho del personaje sin el audio. Para ver movimientos, cosas que hace, tics. Después lo uno todo, digamos, y, si me gusta lo que tengo, pues digo “ya está hecho”. Es un proceso de audio y vídeo por separado y luego lo uno. Y luego constantemente practicar. Sacar tiempo todo el día para practicar y seguir pensando en otros personajes. Porque si te quedas en unos cuantos sería muy cómodo. Pero yo intento siempre sacar nuevos, siempre reciclarme.
TM.- Tú estudiaste telecomunicaciones, ¿cómo das el salto a ser imitador?
RP.- Y no sólo estudié. Terminé la carrera, yo soy ingeniero técnico de teleco, trabajé de ello incluso. Y sí, es raro el salto, efectivamente. Esto lo llevaba dentro. Era una vocación bastante oculta pero la saqué tarde. Y luego en la carrera hubo un punto de inflexión, en la cena final con todos los profesores, imité a todos los profesores con otro amigo. Después en el trabajo imitaba a los jefes, a los compañeros… Y veía que la gente respondía bastante bien. Y a partir de entonces se fue enlazando una cosa con la otra. Surgieron contactos, que a veces aparecen por casualidad en la vida, como en mi caso, que alguien me escuchó y dijo “oye, pues vente a hacer una prueba”. Y empecé en la radio. Así fue.
TM.- ¿Qué es lo que más te gusta del teatro respecto a los otros medios en los que estás trabajando, como la televisión o la radio?
RP.- Pues que el teatro está súper vivo. Que cada función es distinta aunque parezca que es igual. El público es distinto en cada función, lógicamente. La tele tiene una repercusión mucho mayor, quizás. Pero es verdad que los procesos son distintos. El teatro es una hora y media de soltarlo todo y de desgaste fuerte. Y de percepción con la gente, mucho más en contacto con la gente. El teatro si lleva existiendo desde la Grecia clásica es por algo. Nos moriremos y seguirá el teatro. Es algo que lleva con nosotros desde el principio de nuestros días.
TM.- Para actores hay gran oferta de escuelas de interpretación, ¿Pero un imitador dónde va si quiere formarse? Un imitador, ¿nace o se hace?
RP.- Esta es una buena pregunta, porque es verdad que no hay ninguna escuela como tal especializada en esto. Quizás en un buen momento para abrirla, no lo sé. Yo creo que un imitador nace pero se va haciendo poquito a poco, se va moldeando. Yo estoy convencido de que absolutamente todos, cualquiera, sabemos imitar a alguien. Cuando somos niños imitamos lo que hacen nuestros padres. Una de nuestras capacidades cognitivas es esa, imitar lo que hace el mayor. Somos imitadores natos desde pequeños. Y ya después de eso, o se pierde o se diluye, o hay que perfeccionarlo.
TM.- Se dice eso además, que la imitación está intrínsecamente relacionada tanto en lo seres humanos como en cualquier otro ser vivo con el comportamiento social y con el instinto de supervivencia. Si partimos de esto, ¿los imitadores sois entonces una especie más evolucionada que las demás?
RP.- (Riéndose) Oye, pues a lo mejor sí. Puede ser que hayamos supraevolucionado en ese rasgo. Porque es verdad que tiene un aspecto no sólo de supervivencia sino muy psicológico también. Es decir, tú cuando imitas a alguien estás no solo entrando en su forma de hablar sino en su forma de pensar, con lo cual el trabajo es doble. Es la complicación de ser imitador. Si hicieran (o hiciéramos, yo a lo mejor, algún día) una academia, podrían dar indicaciones de cómo perfeccionar, de cómo va, de las inflexiones vocales, etc, pero hay un trabajo actoral bastante fuerte, en el fondo, de investigar cómo piensa el personaje.
TM.- De hecho has interpretado también obras dramáticas, ¿no es así? ¿Cuáles crees que son las diferencias entre el trabajo de un actor y el de imitador? ¿O no hay diferencias?
RP.- Esto fue una etapa universitaria. Qué recuerdos. En teatro universitario hice muchas cosas, es verdad, no solo comedia. Son como dos conjuntos que se mezclan, cuando eres imitador tienes parte de actor, sin duda alguna. Yo lo veo unido, ya hagas drama o comedia. Es verdad que, en la comedia, la percepción de la gente es más agradecida y más exigente a la vez, porque para que entre un chiste… No digo que el drama no sea complicado, todo lo contrario, pero sí que es verdad que la comedia tiene ese plus de complicación.
En general la vida ya está llena de drama. Te podría contar mil anécdotas, pero hay una, de una persona que me escribió por Facebook que tiene Esclerosis Lateral Amiotrófica, que me contaba que todo esto le sirve para sacarle una sonrisa. Con lo cual, la risa es como la medicina, el bálsamo, el tamiz por el que se pasa el drama diario y la forma de superarlo. Por ejemplo, con el tema de que la gente se ofende cada vez mucho más, no sólo colectivamente, individualmente. Pues si tenemos pocos años en esta vida y estamos viviendo con drama, ofenderse, tiene que ser muy jodido. Ya lo decía un cómico: “La vida hay que tomársela a risa. No vamos a salir vivos de ella”.
Texto Miguel Gabaldón / @MiguelGalbadn
Fotos cortesía de Smedia