Silvia Marsó: «El público es mucho más inteligente de lo que muchos productores piensan».

José Antonio Alba

Silvia Marsó regresa a Madrid, al Teatro Infanta Isabel, con 24 horas en la vida de una mujer. Una extensa gira nacional, con prórroga en el Teatro de La Abadía incluida, y una próxima llegada a los escenarios catalanes, avalan esta producción inspirada en la novela de Stefan Zweig.

Silvia Marsó recibió al equipo de Teatro Madrid para conversar sobre este regreso a la capital. La sonrisa y el brillo en sus ojos mientras hablas con la actriz hacen que su entusiasmo resulte contagioso. Oír cómo habla sobre algunos aspectos del espectáculo, sus compañeros o su forma de vivir las artes escénicas, dejan patente que está donde siempre ha querido estar, que el teatro no es solo su profesión, que trasciende más allá, convirtiéndose en una religión de la que es una absoluta devota.

Teatro Madrid.- Silvia, desde Te quiero, eres perfecto, ya te cambiaré en el 2000, ¿no habías vuelto a tocar el género musical?

Silvia Marsó.- No y han pasado 18 años, qué absurdo, ¿no?

TM.- ¿A qué es debida esta ausencia tan prolongada del género del teatro musical?

SM.- Porque los musicales no me llaman. Yo creo que no saben que canto.

TM.- Pero en otros espectáculos, a parte del Te quiero, eres perfecto, ya te cambiaré, ya habías cantado. Por ejemplo, en La Gran Sultana cantabas y bailabas…

SM.- Sí, en Doña Rosita la Soltera también, la composición era de Antón García Abril, compositor que me gusta mucho. Pero no se ha dado la circunstancia. Tampoco hay tanto teatro musical en España. Y las grandes producciones vienen ya un poco con los castings de siempre, pero bueno, después de verme en esta obra ya se habrán enterado que canto y habrá más posibilidades.

TM.- ¿Cómo ves el panorama del teatro musical en España?

SM.-  Yo creo que falta esta segunda vía que es un teatro musical más teatral. Que tenga un poso literario, creo que hace falta. Y además de pequeño formato, que se pueda llevar de gira. Porque los grandes musicales solo van a capitales. Es muy difícil que los pueblos y las ciudades de provincia puedan programarlos y me gustaría que se hiciera este tipo de teatro más asiduamente. Los públicos de estas localidades están muy acostumbrados a recibir teatro de texto, pero nunca pueden ver un musical porque siempre van a las capitales de provincia.

Para que un musical llegue al público no hace falta que haya una orquesta de 20 músicos, 20 actores en escena, ni decorados enormes; no hace falta. A veces puedes contar una historia profunda, que te llega, que te emociona, que te envuelve, con menos medios.

TM.- ¿Crees que producir este tipo de musicales, más desconocidos para el gran público, es una oportunidad para educar al espectador y que demande propuestas que no sean solo las franquicias habituales?

SM.- Bueno, mejor educar a los productores. El público es mucho más inteligente de lo que muchos productores piensan, se está viendo con ejemplos como el Despertar de Primavera en Barcelona que es una obra magistral de Frank Wedekind.

TM.- ¿Por qué elegiste 24 horas en la vida de una mujer?

SM.- Soy fan del autor de Stefan Zweig y cuando me enteré que estaban haciendo un espectáculo basado en una novela suya, no me lo podía creer. Creo que sus novelas son imposibles de llevar al teatro, pasan tantas cosas y hay tanto pensamiento profundo y son tan intimistas que digo “esto es imposible”. Fui a verlo y me sorprendió muchísimo la música y la dramaturgia.

TM.- Gira nacional, prórroga en La Abadía, vuelta a Madrid al Infanta Isabel y en breve también en Barcelona. No está nada mal para un espectáculo que a priori resulta desconocido para el gran público, ¿no?

SM.- Sí, y además es un musical difícil. No es cualquier pieza, la partitura es muy compleja, tiene muchas disonancias, con distintos estilos donde podemos identificar matices de Sondheim, Kurt Weill, de Piazzolla, de Shostakóvich, de Debussy y de Wagner, ese es el crisol que ha creado Sergei Dreznin para describir los episodios emocionales que transitan por la obra. Ha utilizado estos matices y paralelismos con estos autores para crear una composición propia y original para el espectáculo.

TM.- Silvia, llega un momento que te pones el mundo por montera y creas tu propia productora. ¿De dónde nace esa necesidad?

SM.- Obligada, nadie quiso apostar por una cosa tan distinta, tan fuera de cualquier clasificación. Los productores quieren ver rentabilidad antes de iniciar un proyecto y no era mi intención, mi objetivo era traer por primera vez una obra de Zweig a España en castellano, porque en catalán y en euskera ya se montaron, se hizo Carta de una desconocida, y quería hacer una obra que fuera musical, pero que tuviera un trasfondo que aportara al público algo como me aportó a mí la novela, por eso tomé las riendas de la producción en solitario. Ya había coproducido para Aquí no paga nadie de Darío Fo, Tres versiones de la vida y La Duda protagonizada por Pilar Bardem.

TM.- Háblanos del equipo que te rodea en 24 horas en la vida de una mujer.

SM.- Hemos contado con Juanjo Llorens que es un dios con las luces, o con el pintor Arturo Martín Burgos que ha creado, junto a Juanjo, la escenografía con las luces. Cada escena de la obra es un cuadro. Ana Garay ha hecho un vestuario maravilloso que todo el mundo alaba. En la dirección está Ignacio García que es una persona muy entendida en música, un filósofo, un místico. Era ideal porque necesitábamos a alguien que entendiera el pensamiento profundo de Zweig, que supiera plasmarlo a través de la puesta en escena.

Luego los actores, Felipe Ansola que es un diamante en bruto, es un descubrimiento, un ser con múltiples posibilidades como artistas. Es sobrecogedor en escena. Y Germán Torres, Gonzalo Trujillo y Victor Massán, que cada uno ha creado el personaje del Hombre desde una perspectiva distinta y a cada cual más maravilloso.

No he escatimado en producción para tener un equipo puntero en las artes escénicas, este equipo es lo más grande del espectáculo.

Y los músicos: Josep Ferré es el director musical y tanto él como Ignacio García han creado una música que nunca se sabe cuándo empieza ni cuándo acaba, que está presente durante toda la obra. Se han hilvanado los textos con la música y con improvisaciones que hacen los pianistas en directo basándose en los matices que hay compuestos.

TM.- ¿Hay momentos de improvisación musical?

SM.- Sí, en las partes habladas la música no existía, en el montaje de París no se hacía. La música es como un narrador más, está marcando durante toda la obra los impulsos emocionales que tienen los personajes.

TM.- ¿Vuestra producción está basada en aquel montaje que viste en París o partís de cero?

SM.- No se parece en nada ¡Son la noche y el día! El de París solo tenía la música y la dramaturgia. Cuando los responsables del musical vinieron ¡alucinaron! porque, me lo dijeron así, no pensaban que con esa composición que hicieron se pudiera hacer una obra de teatro-teatro, con todo lo que ocurre en escena; porque sí que ocurre en la novela, pero en el escenario no ocurría hasta ahora ¡Es trepidante!

TM.- Entonces, ¿vuestro espectáculo bebe tanto de la novela de Zweig como de la creación de Sergei Dreznin?

SM.- Sí, es que Ignacio García es un genio. Yo no tengo más que palabras de alabanza hacia él. A nivel humano y a nivel artístico. Es fantástico, estoy muy feliz de que haya estado en el proyecto.

TM.- Marsó Actriz, Marsó productora, ¿no te ha picado la curiosidad por descubrir a la Marsó Directora?

SM.- De momento no, pero ya me dará ¡seguro! Pero de momento estoy aprendiendo mucho en todos los ámbitos y aspectos de la producción dentro de las artes escénicas. Todo eso me servirá para el futuro.

TM.- ¿Cómo se lleva la parte artística con la productora?

SM.- Yo separo bastante la parte económica de la parte artística. Me considero más productora artística porque me he preocupado más de todos los aspectos que tienen que ver con el arte. Para la parte económica tengo a mis asesores que me aconsejan.

El objetivo de este espectáculo no es ganar dinero, si no llevar una cosa especial y diferente al púbico. Mi compromiso es más con la cultura y con el público. Para mí el público es el “Respetable”, con R mayúscula. Es como un ente sagrado. Desde los griegos hasta nuestros días son el objeto de todos nuestros esfuerzos, son el fin y el sustento, no solo económico, sino también filosófico. ¿Por qué perdura el teatro tantos siglos? ¿Por qué es un arte que está ahí presente y que no acaba? Porque hay un mensaje directo entre el autor, el pensador, el filósofo, el dramaturgo y el receptor que es el espectador. Nosotros, los que nos dedicamos a las artes escénicas somos los vehículos, somos los sacerdotes de esta religión. Los fieles serian el público y Dios seria el autor. Todo ese compendio de energías y de pensamiento yo lo llamo La Estirpe teatral y pertenecer a esta Estirpe es como pertenecer a una religión, a algo que tiene que ver con lo espiritual. Pertenecer a esta corriente filosófica o emocional que es el teatro, para mí es un lujo, es un honor, es por lo que yo apuesto; que eso me obliga a producir, ¡pues produzco!; que me obliga a rechazar programas de tv más fáciles, ¡pues los rechazo! Es como aceptar unos votos, es un compromiso más férreo de lo que podría aparentar en un principio.

Yo creo que el directo y lo efímero es lo que le da la categoría al teatro. Me gustaría algún día poder desarrollar esta teoría que tengo sobre La Estirpe y el Respetable. Hacer un estudio. Creo que es una vía para entender una de las artes más antiguas que perduran a pesar de las múltiples dificultades. Por eso no soy una productora. Soy una actriz que produce para poder estar en este engranaje ancestral al que yo llamo Estirpe.

TM.- La mujer en las artes escénicas, ¿cómo ves este asunto desde tu perspectiva?

SM.- Creo que hay que potenciar los personajes femeninos porque a partir de los 45 años en el mundo audiovisual es muy difícil que haya personajes interesantes para nosotras en nuestro país. Bueno, hay excepciones; desde que las mujeres están teniendo un peso específico en el mundo audiovisual está cambiando la situación, pero tenemos que ser nosotras las que dirigimos, por eso pertenezco a la junta directiva de CIMAAsociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales –

Creo que hay mucho por lo que luchar aún. En las escuelas de cine hay paridad, incluso hay mayoría de mujeres, pero luego, a la hora de encontrar proyectos y financiación, la mujer está fuera de los circuitos y le cuesta encontrar financiación, por eso CIMA está generando, a través de unos encuentros bi-anuales que se llaman Mentoring, que productoras, operadoras, actrices, directoras de todo el mundo se reúnan y hagan una muestra de sus proyectos y buscar la financiación entre mujeres. De estos encuentros, por ejemplo, salió Verano 1993.

Hay que trabajar por encontrar el camino de la paridad. Aquí en España aún tenemos que trabajar un poquito para llegar a esa inercia natural en la que no se hagan distinciones y nuestro sueño es que un día CIMA desaparezca porque ya no haga falta.

TM.- ¿Qué camino le espera a 24 horas en la vida de una mujer?

SM.- Pues estaremos, como mínimo, hasta diciembre del 2018. Estrenaremos en Cataluña en catalán. Se incorporará Marc Parejo que tuvo que estar desde el comienzo, pero por una serie de circunstancias personales y laborales no pudo incorporarse y nos pareció bonito que se incorporase cuando la hiciéramos en catalán.

TM.- ¿Qué más proyectos rondan por la cabeza de Silvia Marsó?

SM.- Estoy centrada en esta producción. Bueno, estrenaré una película que se llama Sin novedad en el Festival de Alicante, que ha dirigido Miguel Berzal de Miguel.

Pero me gustaría encontrar un proyecto similar a 24 horas en la vida de una mujer para mi siguiente producción, algo que pudiera estar dentro de esta línea. Lo estoy buscando, pero aún no he encontrado el qué.

TM.- ¿También en musical?

SM.- Sí, en musical. Va a ser difícil encontrarlo porque esta es una pieza única.

TM.- Una actriz que cuenta con tu trayectoria, que ha trabajado con los nombres más relevantes, en proyectos de todos los colores, en lo profesional ¿con qué sueña?

SM.- Me gustaría cuando sea muy anciana interpretar La loca de Chaillot que la hice cuando era muy jovencita junto a Amparo Rivelles. Creo que Giraudoux era un visionario y supo plasmar en esa obra lo que es nuestra sociedad, que no ha cambiado nada, la especulación, el egoísmo, la destrucción del ecosistema ¡Ay, es que es una obra magnífica!

Pero suelo pensar más en textos y autores que en personajes. El personaje es lo de menos. Tengo la suerte que los otros productores siempre me ofrecen papeles protagónicos. Los grandes personajes me los han dado otros, pero cuando yo produzco busco que sea más la historia, el autor, el concepto.

Texto José Antonio Alba

Escrito por
José Antonio Alba
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