EN EL TEATRO REAL DEL 13 AL 19 DE MAYO

Tenorio: un donjuán reinventado

La puesta en escena de la Agrupación Señor Serrano -que dirige su primera ópera- presenta el múltiple juego de identidades de Tenorio durante el rodaje de un film

Emma Álvarez

Don Juan te mira, inmóvil, seductor, directamente a los ojos. Entre tus ojos y los suyos, una espada con un corazón en blanco que se ha agotado de la sangre derramada. Don Juan sonríe. El cartel de Tenorio no deja a nadie indiferente y ya apunta maneras.

En esta producción del Teatro Real, la puesta en escena es de la Agrupación Señor Serrano -que dirige su primera ópera- presentando a Don Juan «no desde el rechazo al personaje sino entendiendo que hay personalidades que no ven más allá de su deseo y que no tienen consideración por el otro, sin darse mucha cuenta a la vez» comenta Pau Palacios, que codirige esta ópera junto a Àlex Serrano.

Imagen de ‘Tenorio’ Fotógrafo: © Javier del Real | Teatro Real

Un mito reinventado

En esta versión se tejen dos dramaturgias, una más audiovisual y otra escénica. El múltiple juego de identidades de Tenorio se despliega durante el rodaje de un film, muy propicio a la utilización del vídeo en tiempo real, uno de los ejes creativos que caracteriza el trabajo de Àlex Serrano y Pau Palacio. La pantalla nos permite ver esas pequeñas cosas que suceden en los detalles, viendo cómo es el personaje también a través de sus objetos.

Cristina Cubells, asistente en la dirección apuntala: «La cámara muestra lo que no tiene que ser visto y es un juego muy interesante».

«Nos interesaba porque es un personaje complejo, es alguien que no tiene ninguna responsabilidad emotiva»

Vemos a los personajes en dos dualidades: los actores (en su rol de personaje) que a su vez prepararan otro personaje. En palabras de Àlex Serrano: «Por ejemplo, Doña Inés aparece como una actriz activa, empoderada, empática pero cuando se pone en el set de rodaje, se convierte en su personaje que se deja raptar, un personaje más cándido, más aéreo. Don Juan es un conquistador, centrado en sí mismo, pero el actor a su vez, tiene el mismo rol y no hay una diferenciación dentro y fuera del rodaje. Eso nos permite empezar a mezclar qué es realidad y qué ficción.»

Palacios detalla: «La gracia de los mitos es que en cada época se reinventa y nos da una mirada nueva. Nos interesaba porque es un personaje complejo, es alguien que no tiene ninguna responsabilidad emotiva».

Para ahondar en el arquetipo de este depredador sexual en la actualidad, se han ayudado de la propuesta dramatúrgica de Clara Serra, filósofa e investigadora en el ámbito de cuestiones de género, sexualidad y feminismo.

«Clara nos ha ayudado mucho porque para hablar de estas masculinidades necesitábamos ayuda. En vez de dar respuestas simples a preguntas complejas, ella da respuestas complejas a preguntas complejas. Nos ayudó mucho a definir los personajes porque Don Juan puede ser conflictivo pero si rechazas al personaje, lo tienes lejos y no te toca».

En esta versión, las mujeres adquieren un papel especialmente relevante: «Doña Inés, Lucía, doña Ana escénicamente están muy presentes. Es como en Dogville: hay unos límites marcados con tiza pero todo se ve. Su mirada está siempre presente», comenta Serrano.

La musicalidad de la palabra

Es la séptima ópera de Tomás Marco, encargada por el Estío Musical Burgalés en 2010. La partitura fue víctima de la crisis económica que hizo desaparecer el Festival dirigido por Rafael Frühbeck de Burgos, impidiendo entonces su estreno, que solo tendría lugar 7 años más tarde, en versión de concierto, en el Auditorio de San Lorenzo de El Escorial.

«Está muy basada en la conversación, en la música que hacemos cuando hablamos»

La ópera, compuesta por siete escenas y cinco intermedios instrumentales, enmarcados por un preludio, un prólogo y un epílogo, es un viaje por el mito de Don Juan guiado por el drama romántico de José Zorrilla (1817-1893), con libreto del compositor, que incluye también textos de Tirso de Molina, Molière, Lorenzo Da Ponte, Lord Byron, sor Juana Inés de la Cruz y Francisco de Quevedo, siempre en verso y con una música que evoca tiempos pasados, recogiendo formas, armonías, o estructuras del teatro musical renacentista y barroco, que impregnan la partitura sin alejarla del lenguaje musical del siglo XXI.

«Tiene este don de ser muy humana la melodía que aparece» aclara Santiago Serrate como director musical. «Está muy basada en la conversación, en la música que hacemos cuando hablamos. La orquesta se imbrica con la voz, creando un ambiente muy mágico».

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Escrito por

Redactora Jefa de Teatro Madrid. Estudié Ciencias de la Información en la Complutense e interpretación con la técnica Meisner y Lecoq, donde descubrí la importancia de la escucha y el potencial del cuerpo.

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