ENTREVISTA A TITZINA TEATRO

Titzina Teatro: «El teatro y el misterio funcionan muy bien»

La compañía catalana llega al Teatro Corral de Comedias de Alcalá con ‘Búho’, su último montaje.

Luna Paredes
Imagen de 'Búho' de Tiztina Teatro

Diego Lorca y Pako Merino en ‘Búho’. Fotografía de Quim Cabeza

Titzina Teatro es una compañía que lleva más de dos décadas dedicándose al teatro. Y dedicando tiempo al teatro. Generan sus espectáculos con hondura y profundidad, durante más de dos años de creación. Lo hacen con atención y observación. Con mucho juego teatral. Y sin juicios. Búho es su sexto espectáculo, y estará en el Teatro Corral de Comedias de Alcalá hasta el 3 de marzo.

Esta obra presenta la historia de Pablo, un antropólogo forense que sufre un ictus. Con él nos sumergimos en las capas más profundas de la mente humana, esos recuerdos que puedan despertar su memoria.

Esta compañía se sumerge en el subsuelo, y lo hace literalmente: para la elaboración de Búho han acompañado a espeleólogos, a aventureros suburbanos que recorren el alcantarillado de Madrid o de Barcelona, a mossos d’esquadra o a conservadores de las cuevas prehistóricas cántabras, además de a pacientes del Instituto Guttman, que sufren pérdidas de memoria. Se trata de sumergirse. De sumergirse en la memoria.

Hablamos con Diego Lorca y Pako Merino, creadores y fundadores de la compañía, que se dejan sumergir en esta charla.

¿Cómo estáis?

Diego Lorca: Muy bien, porque Madrid es un epicentro interesante, a nivel teatral. Pasan muchas cosas. Y tenemos recuerdos muy bonitos de cuando hemos pasado por aquí, desde nuestros inicios más inicios. En salas que ya ni existen, como Sala de Ensayo 100, Canto de la Cabra…

Pako Merino: Nosotros pegábamos carteles por las calles, repartíamos flyers para que la gente viniera a vernos.

D. L.: Hemos metido mucha energía en esta ciudad.

P. M.: Pero es verdad que tiene respuesta. El primer espectáculo generó una inercia, un boca a boca, y ya hemos estado aquí en varios teatros. El Corral de Alcalá, el Teatro del Barrio, la Abadía…

¿Y qué tal es el público madrileño?

D. L.: Bueno, es que depende del teatro. Pero yo creo que, en general, es un público joven y dispuesto a experiencias escénicas diferentes. Aquí siento que la gente se expone más, incluso al teatro. Y cuando te expones al riesgo de invitar a gente a vivir un espectáculo, Madrid ofrece muchas opciones. Y nosotros hacemos un teatro muy concreto: contemporáneo, con proyección de una temática universal, de reflexión…

Pako Merino y Diego Lorca en 'Búho'. Fotografía de Quim Cabeza

‘Búho’, de Titzina Teatro. Fotografía de Quim Cabeza

Hablas de reflexión, y en vuestros espectáculos abordáis la búsqueda de la identidad, de la conexión ancestral. Y definís vuestro método de trabajo como una labor de investigación de «periodismo antropológico». ¿Por qué os interesa la antropología?

P. M.: Nos interesa mucho el comportamiento humano, el comportamiento de las leyes físicas, de la ciencia. Al final es entender cómo nos comportamos y cómo nos relacionamos con el entorno. Nos gustan los textos científicos por eso. Partimos de un pensamiento científico: aparecen cuestiones y no generamos una teoría, sino que exponemos las preguntas de una forma artística, sin dar respuestas concretas.

D. L.: Es que al final somos el catalizador entre la vida real y una ficción. Nuestro objetivo es muy humilde: como creadores simplemente cogemos algo y lo ponemos ahí, en nuestro espectáculo. Pero no nos lo quedamos, lo manipulamos y ofrecemos un mensaje cerrado. Por eso buscamos en fuentes científicas, porque son irrefutables. Ahí no cabe la opinión. Tomamos fuentes científicas para evitar los prejuicios y para dejarnos llevar. Somos observadores. Y tenemos mucha suerte de poder dedicar tanto tiempo a observar y a preparar los espectáculos. En este caso, de poder observar a un antropólogo, a un conservador, que se encuentra atraído por la oscuridad.

Este antropólogo es el protagonista de Búho, ¿no?

D. L.: Sí, es el hilo conductor. Pero no nos interesa contar su historia de forma lineal. De hecho, si quitáramos a este personaje el espectáculo estaría vinculado con otras artes, porque hay elementos muy visuales o sonoros. Hay cosas que pueden no entenderse con la lógica mental.

«La música es como un personaje más»

En este espectáculo es muy importante el espacio sonoro. ¿A qué suena Búho?

P. M.: Es muy importante, porque la música genera otro lenguaje, que provoca emociones. Y porque, además, el espacio sonoro puede transportarte a lugares concretos. El sonido es muy sugestivo. Y esa es una de las claves de Búho, y de nuestro trabajo.

D. L.: El espacio sonoro en nuestros espectáculos parte de nuestras propias grabaciones, por ejemplo, una grabación dentro de una cueva en la que estás absolutamente solo. Rodeado de pinturas. Pero, además, hay una parte de composición musical buscada específicamente. La compositora, Tomomi Kubo, es especialista en algunos instrumentos concretos. Como el onde de martenon, para el que solo existe una partitura clásica y que se estudia en una sola escuela en el mundo, en París. Este instrumento está en los inicios de la música con sintetizador. Es una maravilla. Y como ella es especialista en esto, aparte de pianista, hemos podido explorar esos sonidos al máximo.

P. M.: Y es que la música es como un personaje más. Acompaña, empuja la emoción, genera espacios…

Da la sensación de que Titzina es como un álbum conceptual, en el que cada espectáculo suena de una manera, pero todos tienen relación. Generáis puentes entre ellos: habláis con frecuencia de lo subterráneo, de la mente… ¿El camino de los espectáculos anteriores os ha llevado a Búho?

D. L.: Nosotros tratamos de no planificar nada. De vivir el presente. Pero sí, algunos espectáculos tienen relación. Es una pasión por entender, por ejemplo, la mente humana.

P. M.: Sí, nos atraen los espacios inexplorados que siguen generando enigma. Como el cerebro. O cómo cuál es el origen de ciertas patologías que afectan a la vida. Nos atraen esos espacios de misterio, porque el teatro y el misterio funcionan muy bien.

D. L.: Nos gusta poner las piezas del puzle separadas. Nuestro principio de creación es no juzgar lo que vemos, y contarlo así. Y trasladarlo a un espectáculo para que genere algo al público. Sí tenemos una ambición de querer transformar algo en el espectador.

«Nos hemos permitido un espacio abierto a lo intuitivo. Sin tantas explicaciones lógicas.»

Esa transformación es la que queréis provocar con vuestros espectáculos.

D. L.: Sí, que vean un espectáculo trabajado con honestidad y que quiere decir algo sin moralizar. Para nosotros, una obra cerrada no es teatro.

P. M.: En ese sentido, solemos trabajar con escenografías sugerentes. Pocas veces han sido realistas. Buscamos la esencialización del espacio. Hacemos todo un viaje para llegar hasta lo que mostramos y lograr que el espectador pueda imaginar.

D. L.: Nos apoyamos en el cotidiano para buscar la trascendencia universal. No nos interesan tanto las historias lineales. No lo sabemos hacer de otra forma, tampoco. No nos gustan las moralejas porque sentimos que alejan al espectador, que limitan su experiencia. Por eso, por ejemplo, nosotros no imitamos. En Búho no imitamos el ictus ni la relación con un paciente. No. No copiamos la vida.

P. M.: También porque la realidad puede ser aburridísima. Preferimos sugerir. La sugestión. Abrir puertas para que el público rellene el espectáculo.

D. L.: Nos atrae más la magia.

Imagen de 'Búho' de Tiztina Teatro

Pako Merino y Diego Lorca en ‘Búho’. Fotografía de Quim Cabeza

Tú antes has dicho que trabajáis desde la humildad. El nombre de «Pablo» significa ‘hombre humilde’. ¿Por eso habéis llamado así al protagonista de Búho?

D. L.: ¡Pues no sabíamos que significaba eso! No, es un homenaje a un amigo novelista que se llama Pablo Martín Sánchez.

P. M.: Que nos hace guiños en sus novelas. Es jugar a la ficción dentro de la ficción. Compartir la vida dentro de la ficción.

Vale, así que no hay simbología en el nombre. Pero el búho sí es un símbolo.

P. M.: Sí. De la sabiduría, de la inteligencia, de la memoria, del misterio. Es un animal nocturno elegante.

D. L.: Y la propia palabra es sugerente. Y, además, introducimos a este animal en la puesta en escena para no mostrar solo la versión clínica, sino la más animal. Un animal adaptado a la oscuridad. Como el propio personaje, que es más búho que persona; con esos ojos que son como puertas que se cierran y se abren. Hay muchas aproximaciones metafóricas. Es que el proceso mismo parte de la metáfora, de la evocación.

¿Cómo es ese proceso dramatúrgico?

D. L.: Yo voy escribiendo en los lugares en los que estamos. Las cuevas cántabras, las terapias con los pacientes, las alcantarillas… Ese espacio subterráneo que es como un limbo. Nosotros no hemos tenido un ictus, pero mucha gente lo describe como un limbo. Uno está en ese limbo y hay cosas a su alrededor, recuerdos, historias… y decide si las ancla o no a él para reconstruir su vida. Intentamos que el espectáculo se pareciera a ese limbo desordenado. A esa memoria que es ancestral, ya no solo individual.

P. M.: Por eso ir a las cuevas fue tan impactante para nosotros. Tendemos a subestimar lo que pasó hace miles de años, y a nosotros nos atrae mucho. Esas pinturas nos atrajeron y partimos de ellas para la creación de los audiovisuales, por ejemplo.

¿Con qué frase os quedáis de la obra?

P. M.: «Nacemos para ser felices, no para ser perfectos».

D. L.: «Es una espeleología personal». Me parece que esta resume toda la obra. Hemos intentado compartir nuestro propio viaje al interior con Búho, sin manipular nuestra propia experiencia.

P. M.: Sí, yo creo que en esta obra, más que en otras, nos hemos permitido un espacio abierto a lo intuitivo. Sin tantas explicaciones lógicas.

D. L.: Como el propio búho. Apareció en el texto, sorpresivamente, y ahí se quedó. Y ahí está.

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Escrito por
Luna Paredes

Hablo de teatro porque conozco bien sus tripas. Creadora de contenidos editoriales y redactora de la Revista Teatro Madrid.

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