Teatro Madrid ha podido asistir a uno de los ensayos de La medida exacta del universo, obra de teatro escrita y dirigida por Juan Jiménez Estepa que se estrena en la Sala Lola Membrives del Teatro Lara el miércoles 3 de noviembre.
¿Somos lo que soñamos? A esta pregunta, el autor nos contesta: «Cada uno de nosotros querríamos ser lo que soñamos, y no lo somos. Y, también, puede ser que sea bueno que no lo seamos».
¿Cómo afecta el paso del tiempo a los sueños? ¿Qué se está dispuesto a sacrificar por cumplirlos? ¿Las personas que se conocen en la juventud son artífices de lo que acabamos deseando? Llegada la edad adulta, ¿uno es quien soñaba ser? Estas son algunas de las preguntas que se cuestiona esta comedia sentimental, contada en dos tiempos, que vio la luz por primera vez en Nave 73 con gran aceptación entre la crítica y el público.
Conocemos al equipo de ‘La medida exacta del universo’
Nos encontramos en la puerta del teatro con Juan Jiménez Estepa y entramos en la mágica sala Lola Membrives, donde nos esperan los actores. Mientras el elenco se prepara para el ensayo, aprovechamos para hacerle unas preguntas al autor.
¿Qué fue lo que te motivó a escribir esta pieza?
Juan Jiménez Estepa. Contar una situación en la que mis mejores amigos y yo nos encontrábamos. Mi primera motivación fue conectarme conmigo mismo, con mis conflictos y con los de gente a la que quería mucho. Sacar de allí una historia ficticia.
Es un conflicto que tenemos muchas personas cuando llegamos a los cuarenta: plantearse si lo que eres ahora es lo que soñabas ser cuando tenías veinte años.
¿Escogemos nuestros sueños o ya los llevamos intrínsecos de nacimiento?
J.J.E. Yo creo que los sueños se pueden conformar por muy distintas razones. Creo que hay sueños que son intrínsecos y sueños que vienen dados por la adolescencia que has tenido, por tu vida y la influencia de las personas que has tenido alrededor. De hecho, en esta obra también los sueños tienen mucha relación con las personas que amaste de joven.
¿Cuál dirías que es la tendencia en nuestra sociedad? ¿La gente lucha por sus sueños o, más bien, los deja a un lado por conseguir cierta estabilidad, por la familia o debido a prejuicios sociales?
J.J.E. Creo que los deja a un lado, tengo esa sensación. De hecho me pasó una cosa curiosa. En el proceso de montar y de hacer las primeras representaciones de la obra, el amigo en el que me basé para escribirla renunció a su sueño de ser científico. Me llamó mucho la atención, ya que estaba haciendo una obra sobre un conflicto que me pasa a mí como artista y a amigos que son de otros sectores profesionales y, justamente haciendo la obra, se produjo la renuncia a esos sueños por parte de la persona que me inspiraba. Creo que, en general, la gente suele renunciar por otro tipo de obligaciones, aunque no todo el mundo.
¿Cómo está siendo la experiencia en los ensayos y cómo recibís el actuar en el Teatro Lara?
J.J.E. La experiencia con esta obra es muy especial. Primero porque le tengo un cariño muy grande y es un montaje que desde el principio funcionó muy bien con el público, nos fue muy bien en Nave 73. Nuestra trayectoria se interrumpió bruscamente con la pandemia y ha sido una alegría inmensa esta segunda oportunidad en un sitio como el Teatro Lara. Nos ha venido por sorpresa, estábamos luchando mucho poder volver a representarla. Tener esta oportunidad es maravilloso. Los actores entienden perfectamente lo que queremos contar y eso ha hecho que el proceso de ensayos haya sido muy fluido.
¿La creación de esta obra ha provocado algún cambio en ti respecto al conflicto que trata?
J.J.E. La obra me toca tanto cada vez que la trabajamos que, lo que me hace realmente, es entrar en crisis (ríe). Porque yo sigo luchando por mis sueños, por mantenerme en el mundo del teatro, por seguir dirigiendo y escribiendo. Pero tengo una carrera paralela, la de profesor, y sigo en ese debate continuo. Es una obra que me toca porque expresa un momento en el que yo no salgo: me sigue provocando las mismas preguntas y sigo sin encontrar las respuestas.
Después de ensayar algunas escenas, aprovechamos el descanso para hablar también con los intérpretes.
¿Qué consejo le darías a tu personaje?
Elisa Berriozabal. Zoe es una persona que ha tenido unos sueños durante su juventud pero esos sueños y deseos se han transformado. Sus prioridades vitales cambian. Le diría que no hay que mirar al pasado con tristeza, que la vida es un camino muy largo que va cambiando, evolucionando y que se puede ser feliz con distintas cosas en distintos momentos vitales. Ella tiene muy claro lo que le hacía feliz cuando era joven, ella sabe lo que le hace feliz ahora o lo que le da una tranquilidad, una estabilidad y quiere luchar por ello. Lo más bonito es que el público joven quizá no la entiende todavía, pero el adulto la entiende perfectamente.
Carlos Álgaba. Mi personaje tiene cuarenta años y está en una crisis, todo su alrededor se está tambaleando. Tiene un dilema tanto en su trabajo como en su vida personal. Le diría a Lucas que agradezca lo vivido, que valore lo que tiene. Me encanta cómo él se aferra a lo que ha vivido, a su vida, pero me sale decirle que tire para adelante, que no se quede atrás. Me enternece que defienda su pasado, su historia, lo que él es, de dónde viene, sus sueños.
Teresa Mencía. La eximiría de culpabilidad. Hay momentos en la vida que tomamos decisiones, nos dejamos un poco llevar… y yo creo que ella tiene ese peso, no se siente del todo libre. A Zoe le diría que fuera valiente, sabiendo lo que quiere y lo que no quiere. Pero claro, eso cambiaría toda la obra (ríe). Ella vive con muchísima ilusión, muchas ganas, cree firmemente que las cosas se consiguen a base de perseverar. Su conflicto es no comprometerse con las cosas.
Carlos Guerrero. Lucas es un chico valiente, aunque también algo inseguro y tímido, que se va a Londres a aprender inglés y a trabajar de lo que sea. Tiene las cosas bastante claras o eso cree. Él quiere ser investigador, trabajar en el mundo de las telecomunicaciones. En Londres se va a encontrar con una sorpresa que no esperaba y es que se va a enamorar, encontrará el amor y hasta allí puedo leer. El consejo que le daría a Lucas es que nunca pierda la capacidad de amar y de ser amado. Que pase lo que pase, que no se traicione a sí mismo, que siga siendo fiel a sus ideales. Que no deje nunca de soñar ni pierda la esperanza.
Cuando el equipo termina de trabajar, le realizamos la última pregunta al director.
¿Por qué tenemos que venir a ver esta obra?
J.J.E. Es una temática en la que mucha gente puede sentirse reflejada… y no solo gente de cuarenta años o más, también gente joven. Se habla de la juventud, del primer amor, de las primeras ilusiones, sueños de adolescente… Puede llegar a muchas personas. El tema que se trata es una sensación muy universal.
También la recomendaría porque es una obra que, pese a reflexionar sobre estos temas, es ligera, divertida, con sus toques de comedia. En realidad, se articula a través de una comedia sentimental, un género que creo que es muy atractivo y que hace falta.
Reportaje: Andrea Garriga González / @andrea.garriga