Con esta obra he llorado como una descosida y también he reído, mucho. Y era algo generalizado entre el público, a quien de vez en cuando se le escapaba algún sollozo, sobre todo al final. Pero la pena que te atrapa no es una pena amarga, sino más bien, una pena que te deja con un sabor agridulce: emocionarse porque algo triste es tan bello, que te toca el alma. Lo que más destacaría de esta obra, sin duda, es el texto y la reflexión que propone. Me parece un escrito muy inteligente, profundo, que va calando en el espectador poco a poco. Además tiene puntos de humor muy buenos que te bambolean de un lado a otro. Si estuviese […]
Andrea Garriga
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