Hilda Peña

"A veces se me olvida poner la ola a la n" y de Hilda Peña se pasa a una pena inhóspita narrada, sobre un escenario dominado por la oscuridad, por un talentoso y delicado Javier Ubilla. La obra Hilda Peña, --texto original de Isidora Stevenson, reconocido en la XVI Muestra Nacional de Dramaturgia de Chile--, fue éxito en el país andino y este monólogo, --protagonizado por la actriz referente, Paula Zúñiga--, un grito ahogado de dolor cuando Hilda, una mujer humilde y hecha a sí misma, pierde a su hijo en el atraco del Banco O’Higgins en el Faro de Apoquindo. ¿Cómo seguir adelante sin acordarse de la pérdida? ¿Y cómo hacerlo, sino es dejándola de lado? Bajo una adaptación conjunta entre Ubilla y la directora del aterrizaje español, Romina Gutiérrez, las líneas respiran la esencia de Chile, su acento, sus palabras, su inconfundible personalidad. El detalle con el que se ha construido la escena nos transporta, genera olores y sensaciones únicas, en esa combinación angustiosa de supervivencia con nostalgia. No hay fórmulas mágicas para atravesar un luto como el de Hilda, sólo esta propuesta imperdible de la Sala Nueve Norte para este caluroso mes de junio. Aprovecho para destacar el valor y mérito de la aventura de hacerse hueco en la escena alternativa de Javier y Romina. Valientes.

No conocía al actor de nada y su interpretación me ha removido muchas cosas. Javier Ubilla es Hilda Peña y hace un trabajo actoral sublime y maravilloso. El texto de la obra es muy bello, es muy intenso y se mueve entre la oscuridad y la luminosidad en una época tan turbia y extraña como la de Chile de los años 90. El personaje de Hilda vive en los últimos coletazos de la dictadura de Pinochet y aunque no nos cuenta muchas cosas de ser trans en esa época, hay cosas que caen como una losa por comentarios y otros detalles de la obra.
Hay mucho dolor en la historia de Hilda Peña, hay muchas dudas que carcomen a Hilda por dentro, pero también hay momentos bonitos, entrañables y divertidos que tienen como protagonistas a Hilda y a su hijo. Una maternidad que une a dos almas solitarias, a dos almas que necesitaban encontrarse en el camino.

Javier Ubilla en este monólogo me hizo estremecerme en infinidad de ocasiones, ya que el actor nos lleva como si fuésemos una bolsa que recorre las calles de Santiago en busca de respuestas y que en algunos casos de la obra nos hace sentirnos livianos y en otros casos sentimos un peso encima nuestro.

Algo que me cautivó y me enamoró es la belleza del texto y cómo en este libreto tan poético puede haber tanto dolor; cómo en la belleza de las cosas más simples se esconde tanta soledad...

Quiero hacer una reflexión y es que pase el tiempo que pase, este texto seguirá siendo actual. Este texto dentro de 5,10 o 20 años se representará y seguirá incitando a la reflexión y al diálogo.