El jardín de los cerezos

Disfruté muchísimo de esta obra. Las interpretaciones generalmente me gustaron. Nelson Dante, haciendo de Lopakhin, me resultó buenísimo. Es una de estas puestas en escena muy modernas que a veces dan pereza. Hay un soplador de ojas, alguién se está grabando en el móvil mientras vemos el selfie-video proyectado en un lado,… este tipo de cosas. ¡Pero funcionó!

Al parecer un hombre en la última fila no estaba de acuerdo: al concluir la obra empezo a dar manotazos sobre una plancha de metal mientras el público aplaudía. El metal bramaba y nadie sabía si estaba contento o cabreado. Hasta algún actor le hizo un gesto de «gracias, amigo». Pero al irse el señor se tomó la molestia de decirle a dos de las mujeres que trabajaban en el teatro que odiaba la obra. Al menos no nos quedamos con la duda.

Por mi parte, voy a estar pendiente de proyectos futuros de Ernesto Caballero.