Los Remedios

Todos los que nos hemos alejado del nido familiar para vivir nuestras propias aventuras y encontrar nuestra propia voz nos podemos sentir identificados con esta magnífica obra. En "Los Remedios" Fernando Delgado-Hierro y Pablo Chaves sacan a relucir todas sus dotes interpretativas para brindarnos un espectáculo divertido, emocionante y lleno de sentimiento. Salir fuera del cobijo de los padres no es sencillo y sentir que cuando vuelves el lugar en el que creciste y en el que fuiste feliz ya no es el mismo tampoco.

Es de agradecer la facilidad con la que ambos van transitando por el texto y las diferentes imágenes que nos brindan conforme este va avanzando. Se nota que su amistad es sincera y que se conocen desde que eran niños y que sus sueños, al igual que ellos, han ido creciendo a la par. Gracias a ambos conocemos ese barrio de Los Remedios en Sevilla, donde dos niños jugaban, se enamoraban, se peleaban para dar paso a la vida adulta. Somos muchos los que sentimos la necesidad imperiosa de salir del lugar en el que nos criamos, de explorar qué hay más allá de los muros de nuestro barrio y que soñamos con vivir otras posibles vidas, sin renunciar a quienes somos y a nuestras raíces, porque todas esas vivencias van contigo allá donde vayas, ya sea en forma de una canción que te cantaba tu abuela de pequeño, de los comentarios que hacían tu madre o tu padre, de los olores de tu hogar o de las imágenes que tenías en las paredes de casa. Seguramente tú ya no seas el mismo que corría por aquellas calles, seguramente las dudas que tenías entonces hayan cambiado y hayan dado paso a unas nuevas, pero la esencia de quién eres sigue estando allí, en un barrio de Sevilla o en cualquier otro barrio del mundo.

Fernando y Pablo han sabido trasladar esa cotidianeidad al escenario ayudados por una retahíla de personajes, de historias, de vestuario y de música que te anima y te sorprende a cada momento. Todavía quedan unas cuantas fechas para poder disfrutar de este espectáculo que tantas alegrías ha dado a sus artífices y a su público.

Para los que pensamos a menudo en las raíces y en el desarraigo, signifique lo signifique eso, Los Remedios es especialmente emocionante, además de muy muy divertida. Y para los que no, en realidad creo que también.

Es la segunda vez que veo a Fernando y a Pablo contarme su vida con la originalidad y la sensibilidad especial que ambos tienen y que convierte esta obra en lo que es. Con el equilibrio perfecto entre las sutilezas y los momentos explícitos en los que todo te explota en la cara. Con una buena dosis de comedia que parece salirles sola y sin esfuerzo. Es complicado describir el talento que desbordan ambos, encarnando multitud de personajes como si llevaran toda la vida en su piel. Es más que evidente que su capacidad de observación al mundo que los rodea es infinita, y que la habilidad para representarlos la llevan dentro como un juego disfrutable por ellos y por todos los que lo ven. No sé cómo, además, consiguen transmitir tanto cariño y respeto por lo que hacen. Una honestidad que se ve poco en los tiempos que corren.

Como andaluza que lleva más de diez años fuera de Andalucía reconozco todas y cada una de las situaciones que experimentan, como adolescente que quiso ser escritora o algo parecido, también. Siento y comparto sus reflexiones. Me hago preguntas muy parecidas. Y tampoco tengo las respuestas.

No sé si esta reseña es algo más que un intento de decirle al mundo lo mucho que me gustan no sólo ellos, Los Remedios y la amistad que los une, sino sobre todo el hecho de que exista más gente que siente y piensa lo que yo, ahora y en el pasado, y que consiga desenredar, darle forma y expresar así de bien lo que llevo años rumiando. Sentirnos menos solos gracias al teatro. Eso sí que es barrio.

Después de más de cuatro años recorriendo España y programados en diferentes teatros de Madrid, 'Los Remedios', la obra escrita por Fernando Delgado-Hierro protagonizada por él mismo y por Pablo Chaves, vuelve al Teatro Lara para despedirse, quién sabe si esta vez de manera definitiva. Lo que hacen estos dos amigos actores de Sevilla en el escenario, de la prodigiosa mano de Juan Ceacero, es uno de los mejores ejercicios teatrales de los últimos años: una autoficción divertidísima, conmovedora y perfecta en su imperfección, un viaje al pasado donde los recuerdos y la imaginación dan lugar a una serie de escenas costumbristas de Los Remedios, el barrio sevillano donde los protagonistas crecieron y al que vuelven una y otra vez, aunque aún no sepan qué han ido a buscar allí.

'Los Remedios' habla de la familia, las tradiciones, el desarraigo, la sexualidad y, en especial, de la amistad. Fernando y Pablo llevan toda una vida juntos y así lo recalca su complicidad en el escenario. Ya no son unos niños y, sin embargo, siguen encontrándose tan perdidos como entonces. Gracias al teatro, a su poder de transformación y a la confianza depositada en la relación que les une, los dos intérpretes pueden dar sentido a su existencia, a sus inquietudes y a los fantasmas que les han perseguido desde niños. Un espectacular trabajo corporal y una vis cómica admirable les acompaña en cada momento. Si alguien no ha visto Los Remedios, aún tiene una oportunidad de disfrutar de una experiencia imprescindible y necesaria para cualquier amante del teatro. Y de la vida.

¿Hasta qué punto tus raíces pueden influenciar en tu vida adulta? ¿Qué te queda con treinta y pico de tu lugar de nacimiento, de la ciudad en la que has crecido? La verdad es que son preguntas que yo misma, viviendo lejos de mi tierra, me hago muchas veces, y posiblemente por empatía y afinidad, esta pieza me ha parecido a la par hilarante y muy tierna.

Casualidades de la vida, viví en Los Remedios unos meses en mi época universitaria, cuando estuve estudiando un máster en Sevilla, y me gustaba pararme en cualquier banco a observar lo que pasaba por delante de mis ojos, o pasear por sus calles semipeatonales, mirando sus edificios y esas familias ataviadas de punta en blanco con niños con pantalones cortos y calcetines en invierno y niñas con lazos enormes en sus pequeñas cabecitas. Siempre he pensado que es un barrio con un carácter peculiar, y me ha encantado volver a viajar a él, conociéndolo en otra época, a través de los ojos de Fernando Delgado-Hierro y Pablo Chaves.

Dos actores, amigos de toda la vida, con los que es fácil regresar a la infancia, a la ilusión, a los primeros sueños, incluso a aquellas representaciones de teatro en la que todas las personas en la época colegial hemos participado. Y también a esa sensación de no acabar de encajar, de no pertenecer como se supone que deberías a tus raíces o a cuestionártelas. A ser la rarita de la familia, de la clase, y a pesar de ello, a buscar tu propio camino, aunque sea siempre con la duda a cuestas, con el gesto que también hace tu madre, o tarareando esa canción que te cantaba tu abuela y que cuando te paras a escucharla de nuevo, te escandaliza.

Con gracia y salero, van desgranando lo que para ellos ha representado Los Remedios, y vuelven en busca de lo que les ata aún allí, a través de imágenes divertidas, tiernas y con mucha presencia. Y una retahíla de personajes, escenas, pelucas, luces y sombras con un ritmo trepidante, que se ve pausado en momentos más íntimos. Todo bañado con un texto, del mismo Fernando Delgado-Hierro, que bien se ha merecido el Premio Max a la Autoría Revelación 2021.

Se nota que disfrutan juntos en el escenario, que conectan a la perfección y que saben transmitir al público todo eso en forma de carcajadas, nostalgia y reflexión.

"No quiero que nadie me diga cómo soy, quiero descubrirlo yo". To be or not to be. ¿Qué nos hace ser como somos?. ¿Dónde están nuestras raíces? ¿En nuestro lugar de nacimiento? ¿Nuestra familia? ¿Nuestras experiencias? Los Remedios te genera preguntas sobre lo que entendemos como "nuestras raíces" dentro de una clave de humor. Y con una dosis de Maria Dolores Pradera que nunca viene mal.

Fernando Delgado-Hierro y Pablo Chaves son dos actores forjados sobre las tablas. Y eso se nota. Los recursos teatrales que utilizan: las variaciones de tono, la exageración que eleva un personaje a la parodia, la escucha al otro, la articulación gestual para conformar un personaje... configuran un espectáculo de teatro con mayúsculas. En su más pura esencia.

El texto bien ha merecido su Premio Max a Delgado-Hierro por Autoría Revelación en 2021. Algunas frases quedan marcadas en el tuétano, como la que encabeza esta reseña.

Es cierto que algunos momentos, desde mi punto de vista, se alargan innecesariamente. También es verdad que la función de un jueves a las 22h condiciona al espectador en la capacidad de atención después de una larga jornada laboral. No obstante, es un trabajo teatral digno de admirar.