Sábanas Lekuona: La Valentía

Palabras del director

Decir que Alfredo Sanzol es un autor con un sentido del humor fabuloso es como decir que las naranjas son de color naranja, una perogrullada tamaño templo tibetano. Ahora bien, además de lo hilarante de las situaciones que crea, el universo de sus obras está compuesto por personajes corrientes (hasta los fantasmas de La valentía lo son). Y ahí es donde viene el gustazo de dirigir esta obra; porque como todas las personas corrientes estamos llenas de grandezas miserables, de certezas dudosas, de alegrías tristes y no me extiendo con el uso del oxímoron, que ustedes me han entendido y yo estoy siendo pedante. La cosa es que uno tiene que enfrentarse a una comedia plagadita de detalles y matices, todos los personajes se enfrentan a sus propias taritas y a sus miedos, menos Guada, que siendo la más asustadiza, es la más valiente.

Hay algo en Sanzol que es fácil encontrar a lo largo de sus obras: las relaciones familiares, los lugares pequeños, y los elementos distorsionantes de estos lugares. En el caso de La valentía las tres parejas de hermanos retratan relaciones con las que es muy fácil identificarse, si no en su totalidad, fijo que en más de una situación. Y los sitúa en una casa familiar, apartada del pueblo y atravesada por una autopista. La casa es la base de todo. Funciona como un micro universo en el que cabe el mundo entero. Por eso nuestra casa es un mapa de España, porque creemos que Sanzol encierra en sus muros de un metro de grosor muchas de nuestras virtudes y miserias. El mismo conflicto que se establece entre la casa y la autopista o la tradición y el progreso es el mismo que en más de una ocasión ocurre entre hermanos.

Pues esto es La valentía. En realidad, es muchas cosas más, pero veo cómo se me va acabando la página, y no quisiera pecar de pesado, que supongo, ustedes, tendrán más cosas que hacer.