El espacio físico acompaña y la sala Cava Baja del teatro OFF Latina parece una prolongación más del montaje. Este lugar hermético y soterrado acoge Cartas de amor a Stalin, una adaptación del texto de Juan Mayorga que resuelve con mimo la compañía Turbulencias Teatro. Es mi segunda ocasión como público y lo que me llegan hoy son ecos de búnker soviético.
La propuesta aprovecha el entorno y genera, a través de la suma de voces y de la iluminación, una atmósfera vulnerable. En condición de espías, entramos de lleno en la casa familiar del artista Mijaíl Bulgákov. Vemos desde dentro la descomposición de un escritor repudiado que en un monólogo epistolar aborda el declive profesional y personal de su escritura. Frente a un régimen totalitario, la libertad desaparece y con ella el artista.
Las actuaciones de Lucas Pulido y Lola Jurado acompañan esta desintegración y lo hacen con acierto. Ambos explotan la versatilidad de sus personajes y los puntos cómicos, que suceden sobre todo hacia el final, sostienen una trama que se vuelve densa y asfixiante. Las alusiones a Moscú desde el interior de la casa familiar tienen un gran potencial descriptivo y la evolución de los personajes se produce de forma tan orgánica que a los ojos del público queda expuesto el mismo diablo.
