Hay temas sobre los que, desgraciadamente, a día de hoy sigue siendo necesario concienciar. Viola odorata pone sobre la mesa la violencia de género y lo hace con gran sensibilidad. Asistimos al desarrollo de la historia de una pareja, desde sus tiernos inicios hasta su doloroso final. Empatizamos con Violeta, magníficamente interpretada por la mirada limpia y transparente de Ana Veganzones pero también entendemos el funcionamiento de la mente de Víctor y las consecuencias de normalizar ciertas actitudes.
El texto de Elvira Rivas combina magistralmente el humor y el horror, la dureza y la ternura. Y es precisamente en esta ternura en la que reside la gran fuerza de Viola odorata porque el espectador pasa por las mismas fases de luna de miel y estallidos violentos que vive la víctima de una relación de maltrato. Encontramos instantes delicados, tiernos y plagados de poesía que hacen de contrapunto a los momentos de clímax y nos invitan a reflexionar no solo sobre las posibles víctimas a las que conocemos sin saberlo sino también sobre aquellas personas que siguen conviviendo con el estrés postraumático años después de que todo acabara.
Sigue haciendo mucha falta poner este tema sobre la palestra y más aún dándole nuevas ópticas y perspectivas. No se me ocurre mejor forma de hacerlo que con Viola odorata.