Carolina África: «Un espectáculo no se agota en los tiempos que marca la cartelera»

José Antonio Alba

Quedamos con Carolina África a tomar un café para charlar sobre la casualidad de que sean varios teatros los que en un breve espacio de tiempo programen espectáculos con los que ella tiene algo (mucho) que ver. Espacios para todos los gustos, desde El umbral de Primavera, donde ha estado con Verano en diciembre, colgando el cartel de localidades agotadas en todas sus funciones, pasando por Cuarta Pared donde en breve podremos volver a emocionarnos con el canto a la vida que es Vientos de levante, pasando por el Teatro de la Comedia, que ha visto su estreno como adaptadora de textos clásicos en El desdén con el desdén, hasta el Fernán Gómez, donde en unos días podremos ver Cuando caiga la nieve, que no tiene su firma, pero si cuenta con el apoyo de su compañía La Belloch. Una feliz coincidencia bastante inusual que no podíamos dejar pasar como excusa para conversar con esta creadora que contagia e inspira.

Teatro Madrid.- No todos los días se tienen tres obras firmadas por una misma en cartel, Verano en diciembre, Vientos de levante y El desdén con el desdén, bueno cuatro porque hace poco se pudo ver Mi hermana y yo en Guindalera, y una quinta, Cuando caiga la nieve, esta producción de La Belloch, a punto de entrar en el Fernán Gómez. ¿Son buenos tiempos para Carolina África?

Carolina África.- Son esas cosas que se han dado por casualidad. Ha sido como que se han alineado los astros para que tuviéramos tres funciones y el estreno de El desdén con el desdén que se produce ahora, pero en el que llevo currando desde junio ¡Está siendo una primavera muy de florecer!

La verdad que no nos está yendo mal, con “Verano” hemos vuelto a colgar el cartel de localidades agotadas y con “Vientos” y “La nieve” el reto va a ser que nos va a pillar la Semana Santa de por medio y vamos a estar en dos sitios a la vez, es decir, que nuestro público se puede dividir, aunque nuestra idea es que sume. El otro día les decía que lo que tenemos que hacer es decir cuanto terminen las funciones “Si os ha gustado, id a ver esta otra que también es de la compañía. Y si no os ha gustado, ¡id para ver si la otra os gusta más!” (Risas)

TM.- Tener ese cumulo de espectáculos activos no suele ser habitual. ¡Es emocionante!

CA.- Sí, es emocionante y es una apuesta que va un poco contra las leyes de todo lo que se defiende en la industria del teatro. Hay una ansiedad por parte de los distribuidores para que todo tenga que ser de estreno, cosas nuevas. Un espectáculo de dos años ya no les interesa. Y sin embargo, la realidad de los montajes es que siguen vivos. Hay mucho público que aún no los ha visto.

Nosotras desde La Belloch tenemos un sentimiento de compañía de repertorio y es una apuesta el no volvernos locas con esa cosa de estrenar y estrenar, si no cuidar los montajes y ver el recorrido que tienen, que puedan tener una vida más larga de lo que pide esta industria. Un espectáculo no se agota en los tiempos que marca la cartelera.

TM.- Y del teatro hecho en la cocina de tu propia compañía, te pasas al verso. ¿Cómo ha sido el ponerse con ‘El desdén con el desdén’? ¿Cómo llegó? ¿Cómo ha sido trabajarlo?

CA.- Al principio la alegría inmensa de la llamada de Helena Pimenta diciéndome que Iñaki (Rikarte) había confiado en mí para hacer la versión, se transformó en “¡Que vienen curvas!” porque el reto es muy alto. Yo estudié verso en la escuela, pero mi formación en la RESAD no fue de dramaturga, sino como actriz, y aunque he sido una enamorada del verso y había hecho alguna pequeña escena escrita en verso en el Frinje y en Almagro, una cosa es haber tonteado haciendo eso y otra es hacer una versión para una institución como el Clásico donde el nivel de “macarrismo” que te puedes permitir es pequeño. Aquí hay que tener en cuenta a todo un público consolidado que mira al verso con un respeto profundo y, por otro lado, la voluntad que teníamos, tanto Iñaki como yo, de no hacer del verso una cosa anquilosada y lejana. Ha sido un trabajo de muchísimo rigor, de las cosas más difíciles que he hecho, porque los tiempos, cuando estoy creando una obra de mi cocina propia, dependen mucho de lo que los personajes me vayan demandando, pero aquí hay un trabajo exhaustivo y matemático de sentarse a cotejar diccionarios de autoridades, palabras en desuso, buscar distintas ediciones para desentrañar lo que está diciendo y después ver qué es lo que queríamos hacer nosotros. Ha sido un trabajo que ha ido muy de la mano con Iñaki.

Ha sido un reto, pero aún así, el verso tiene algo que es adictivo, es obsesivo. Me recuerda un poco al trabajo que tiene que hacer el traductor de encontrar la palabra exacta para que no pierda la esencia y ser fiel. Esa dicotomía entre ser fiel a las palabras de Moreto y a la vez ser fiel a la propuesta que quiere Iñaki y que eso tenga hoy en día el mismo efecto que tenía entonces. Al final ese reto que al principio me parecía de susto y respeto, lo recuerdo con mucho cariño. Ha sido difícil, pero precioso. Hubo un momento que hablaba en verso en casa, de pronto alguien hablaba y yo terminaba rimándolo.

TM.- ¿Habrá más?

CA.- Espero que sea la primera de muchas. Me encantaría, me ha apasionado el trabajo y sobre todo las posibilidades. Son obras muy bien escritas y ver cómo pueden dialogar hoy en día es un reto que debemos asumir, sobre todo, porque forman parte de nuestro patrimonio y debemos quitarnos esa cosa de que los clásicos están pasados de moda porque, dándoles una vuelta, podemos hacer que sean divertidísimos y hacer que estemos muy orgullosos de esa material tan rico.

TM.- ¡Y encima en el Clásico!

CA.- Eso es como meterse en una piscina grande sin haber practicado en una pequeña, pero asumí el reto con rigor y con valentía. Tengo una formación en verso, no he llegado aquí sin saber, lo he trabajado como actriz y en el fondo es poner las herramientas que tengo como dramaturga al servicio de este nuevo material. Y luego, si después ha gustado, ¡pues me siento muy feliz!

Pero da igual que estés en un teatro grande o en un teatro pequeño, lo que tienes es que ser fiel a ti misma. Obviamente todos queremos estar en un teatro grande y si es posible, cobrando mucho dinero, pero la esencia de lo que uno hace es hacerlo igual para cinco espectadores que para el Teatro de La Comedia lleno.

Yo vengo de la artesanía, de una compañía forjada con trabajo muy duro por parte de un grupo que no teníamos la suerte de tener trabajos muy bien remunerados en teatros grandes y de cocinárnoslo nosotras, entonces, la esencia, a parte que creo que es un sello de identidad, es ir desde lo pequeño a contar historias muy grandes. Es cierto que quiero hacer un teatro con muchos medios, pero lo que quiero de verdad es compartir mis trabajos con el público y si no se da la posibilidad de que “Verano” esté en un teatro grande porque quieren estrenos, yo no lo voy a dejar morir mientras las actrices quieran seguir dándole vida. Mucha gente me ha dicho, “¿Pero cómo vas a meterte en el Umbral? Tú ya estás en otro lugar” y es algo que me molesta mucho porque me digo: “¿Qué lugar es ese?” “¿En qué lugar se supone que está uno?” El disfrute que te puedes llevar en una sala pequeña, puedes estar en un nacional y no encontrarlo. Yo quiero tener esos momentos de comunión con el público y me encanta pensar que estoy en La Comedia y El Umbral de Primavera.

TM.- Actriz, directora y dramaturga, ¿qué te ha llevado a tocar tantos palos distintos?

CA.- En mi caso, esa multifaceta de escribir, dirigir y actuar, más que un ejercicio de megalomanía, es un poco el fruto de la necesidad. A día de hoy yo vivo de todas ellas. Sé que solo como actriz no podría comer, solo como dramaturga tampoco y de directora tampoco, pero la suma de las tres me hacen vivir de lo que quiero y además lo quiero en las tres facetas, entonces, estoy encantada. Son momentos de equilibrio necesario. Es decir, que como productora te has dejado los cuernos y no llegan las ayudas, estás adelantando mucho dinero en gira, pues se agradece que llegue un regalito en forma de capitulo en una serie que dices “Ay, ¡que fácil esto!”, pero a la vez tampoco es el papel que te hubiera encantado que te dieran, pero cuando también te hartas de eso, tienes la posibilidad de decir “tengo el personaje que quiero porque me lo he escrito yo”.

TM.- ¿Ya tienes lista la obra con la que fuiste becada por el Pavón Teatro Kamikaze?

CA.- Sí, es la segunda parte de Verano en diciembre y tiene fecha de estreno, vamos a estar en noviembre en el Fernán Gómez. Los personajes siguen golpeándome en la cabeza y dan como para hacer una tetralogía.

TM.- ¡La remesa de becados de este año habéis optado por lanzaros a por las segundas partes! José Padilla a por la segunda de Las crónicas de Peter Sanchidrián y tú a por la de Verano en diciembre.

CA.- Fue una locura meterse en la segunda parte de una obra que sigue teniendo un recorrido. El público ya es un poco dueño de lo que ha visto de esos personajes y da un poco de miedo llevarlos tú por otro camino, pero empecé cuando me dieron la beca porque tenía que dar un título, lo di y dije “¡Venga!” Al principio me asusté mucho, esos personajes están vivos, hay mucho metido de mis anhelos, de mujeres de mi familia. Solo te digo que a todas las actrices de la función les gusta más que la primera y están encantadas. Bueno, menos Lola que en esta no sale, ¡pero por eso habría que hacer la precuela de Verano en diciembre donde la abuela todavía está!

TM.- ¿Qué nos puedes adelantar?

CA.- Me he metido en un mundo un poco más onírico, hay un par de momentos más surrealistas, de pesadilla que se viven en escena. Hay algo ahí de eterno retorno en estas mujeres y en esa madre y en las obsesiones de cada una de ellas que de momento me hace estar muy contenta. Hemos hecho una primera lectura y tiene buena pinta.

TM.- En un anterior encuentro que tuvimos en la pasada Feria del Libro, me comentabas que cuando eras pequeña ya querías ser escritora, pero de narrativa, ¿alguna vez te lanzarás a ello?

CA.- Lo de la narrativa es una cuenta pendiente, yo estudié periodismo porque me asesoraron mal los profesores, nadie me dijo que yo debería haber hecho una filología ¡y me hubiera sido mucho más fácil el trabajo del clásico! (Risas) y tendría más herramientas. Aunque tampoco ha estado mal así porque en periodismo fue donde me picó el gusanillo del teatro.

Es verdad que pensar en una novela me asusta, sobre todo por los plazos, porque yo sé que los trabajos son muy a la larga, pero sí que es una cuenta pendiente, de hecho, veo a Antonio Rojano que se ha lanzado ahí con su primera novela, y pienso “¡Qué ganas!” Tengo muchas ganas porque son mis inicios, de hecho ganaba todos los concursos de redacción y de cuentos cortos, y sé que me gusta mucho, además, creo que cuando llegue, será un relax no hacer que los personajes tengan que hablar con esta cosa del teatro, dialogar, aunque bueno, ahora hay muchas formas de teatro, la Narraturgia, por ejemplo. Me lo preguntas y pienso “Ay, quiero que lo siguiente sea una novela” y espero en un futuro hacerlo.

TM.- ¿Cómo va a ser el reencuentro con Vientos de levante?

CA.- Venimos con ganas de que las funciones sean un momento de compartir con el público, incluso al terminar. Hacemos las funciones para celebrar. Hemos dicho que el día del estreno vamos a comprar unas botellas de vino, que esto de brindar al salir nos gusta a todos, y celebrar que es un reestreno. El segundo día va a venir Bárbara Lennie a presentar el libro, y otro día queremos también dar voz a la Asociación Fundela y a Francisco Luzón, queremos hacer un coloquio y que venga alguien a contar lo importante que es conseguir financiación para la investigación contra la ELA. Tendemos a no querer mirar las enfermedades, parece que si no hablas de ellas, no te van a tocar y estás a salvo. Nosotros, en vez de quitar eso, lo hacemos al revés, visibilizamos a las personas que les pasa eso. Esta obra es un canto a la vida, un celebrar la vida. ¡Araña esos momentos de felicidad, brinda con el que tienes al lado y sal del teatro con ganas de vivir!

TM.- ¿Te cuesta poner la palabra “FIN” a lo que escribes?

CA.- No sé si me cuesta, pero cuando la pongo, es de los momentos más felices. No siempre lo pones con el mismo grado de satisfacción, me cuesta llegar, pero tengo claro cuándo ha llegado. Siento como que algo me posee, que va ahí y dice “Esto ya está” y ahí es cuando respiras y pones “Oscuro” ¡y es felicidad suprema! Me cuesta muchos meses, muchos borrones, muchos momentos de no saber por dónde tirar, pero cuando llega ese momento es… ¡Ay! ¡Es oro!

José Antonio Alba / @joseaalba

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