Ha pasado un año desde lo que podríamos denominar «Año 0» en cuanto a la lucha Feminista en el Siglo XXI. Un año desde ese 8 de marzo en el que las calles se abarrotaron de voces alzándose al unísono, de manera universal, para gritar por la igualdad, por la concienciación, por el FEMINISMO.
Ha pasado un año desde que pedimos a varias mujeres profesionales de las artes escénicas que plasmaran sobre el papel sus pensamientos, que hablaran sobre sus esperanzas, sus reivindicaciones, sus anhelos y, como resultado, nos regalaron sus miradas. Ahora, 365 días después, hemos vuelto a pedirles a esas mismas mujeres, acompañadas de otras nuevas compañeras que se han prestado, a que compartan su reflexión sobre cómo han vivido estos doce meses desde aquel histórico 8 de marzo de 2018. ¿Cuál es su mirada en el 2019? ¿Hacia dónde estamos avanzando? ¿Qué camino nos queda por recorrer?. Diez miradas, todas en una misma dirección.
Para mí ha sido un año muy intenso. Un nuevo proyecto tras otro me han permitido aprender y crecer a la vez, demostrando mi valía por la que he sido recompensada con más proyectos y puestos de responsabilidad que abordar. Y digo demostrar, porque siempre hay algo que demostrar hasta que entiendes que en realidad sólo tienes que ser tú misma y todo llega.
Estas actividades siguen siendo necesarias para hacer visible a la mitad de la sociedad, pero también es importante y necesario ser fiel a una misma y no dejarse amedrentar en el día a día.
Al final, las personas tenemos prejuicios que, o limitan a otros o nos limitan a nosotras mismas. Este para mí ha sido un año de lucha contra lo propio y lo ajeno intentando quedarme sólo con lo que suma y la gente que suma.
En ese sentido, he tenido la suerte de recibir el apoyo de personas que me valoran y eso también es importante. Somos una sociedad en general bastante crítica pero tal vez poco afectiva o empática. Ahora trato siempre de centrarme en actitudes positivas y devolverlas porque todas lo necesitamos.
Personalmente, por un lado estoy contenta, porque el 8 de marzo del 2018 fue un gran punto de partida, para todos y todas aquellas personas que queremos una sociedad en igualdad, una sociedad feminista. Creo que sorprendimos al mundo entero cuando abarrotamos las calles de grandes y pequeñas ciudades, en diferentes puntos del planeta. Se inició un movimiento mundial y trasversal. Creo que fuimos conscientes de que podemos y debemos seguir trabajando por un mundo mejor, por un futuro mejor. Y se nos escuchó, marcó un antes y un después. Se ha visibilizado, se nos ha visibilizado. Somos fuertes, podemos transformarlo, empezando por cada uno y cada una de nosotras, en una sociedad que crea valores en respeto, en igualdad. El feminismo no es una moda, es una necesidad. El mundo entero comienza a tener conciencia sobre este tema. Mi género no tiene por qué sentirse inferior, ni débil, ni vapuleado por el hecho de ser mujer. Creo que hemos dado un salto tan grande, que el machismo trata de hacer la contrapartida, atacándonos, tratando de desprestigiar el movimiento, porque temen y saben que tiene los días contados. No hay retorno. El mundo será feminista. Está determinado.
Por otro lado, todavía sigue quedando mucho por hacer. Tenemos que erradicar la violencia machista, nuestra responsabilidad es educar en igualdad, educar, educar. La cifra es escalofriante, en España, casi 1.000 mujeres asesinadas, desde que se comenzó a contabilizar las víctimas en el año 2003. Es el terrorismo más letal, la mayor lacra de esta sociedad y del mundo entero. Y la justicia y los gobiernos tienen que trabajar a la par para efectuar estos cambios. Seguimos conociendo sentencias, por ejemplo en casos de violación, que es de vergüenza absoluta. Denigrantes para la mujer. La brecha salarial, ídem. Desigualdad en todos los sectores, etc., etc… «Toda acción, tiene una reacción», y lo bueno es que estamos reaccionando. Y este próximo 8 de marzo, vuelvo y volvemos a las calles. #1000motivos.
Ray Bradbury o Aldous Huxley, incluso Julio Verne miraron a un futuro tecnológicamente avanzado en el que las mujeres seguíamos teniendo el mismo papel: colorear en lo posible el paisaje. Estamos en 2019, siglo XXI ya crecidito y hace ya un rato que las mujeres decidimos reivindicar el sitio que nos corresponde. No peleamos por quitar nada a nadie, ni por compararnos de continuo; no buscamos enemigos, ni los queremos. Pretendemos, o al menos yo, mujer, periodista, autónoma, una sociedad justa con los mismos derechos. Pero quisiera dejar de levantar la voz, olvidar los 8 de marzo como fecha fatídica que me recuerda que no soy igual al hombre. Y eso que no puedo quejarme: mi papel en las artes escénicas, con un pie dentro y otro fuera, me ha permitido bandearme con lo que haya hecho falta, decir “No” y saber que podía ganarme el respeto al margen del sexo que «gastara». Eso no me impide mirar cuando camino o escuchar cuando paro: nos queda mucho. Sobre todo, nos queda que los hombres entiendan que esta es también su batalla. Y su victoria.
Julieta haciendo el amor sepultada en la cripta donde yacen sus antepasados, sus fantasmas. Antígona subiéndose a la mesa de una comida familiar inmolándose frente al patriarcado. Woyzeck, mitad hombre, mitad mujer, víctima de la esquizofrenia de una sociedad que devora al complaciente. Personajes llevados al límite por su claridad y poseedores de la valentía del que no tiene nada que perder. Tres piezas de teatro que he soñado, escrito y dirigido justamente desde el 8 de Marzo del 2018. También he dirigido un hospital cuyas referencias femeninas reales me fueron extremadamente difíciles de encontrar.
Ese ha sido mi viaje hasta hoy que, aun latiendo en mí “El sueño de la vida”, me he enfrentado como mujer y madre a un público inmóvil ante la muerte de los inocentes en la guerra, a la amenaza del hombre exterminador, aferrándome a la compasión, al amor y a la vida.
Mujeres fuertes, frágiles, inteligentes, sensibles, mujeres que acunan la contradicción, que transitan su dolor con generosidad y abnegación, o no. Que se plantean las preguntas hasta el final, incapaces de permanecer mudas ante lo inhumano. Mujeres que se suben a los árboles, que bailan en la oscuridad, que quieren amar libremente… A los veinte, a los cuarenta, a los ochenta… Fieles, sí. A sí mismas. Que sienten como propio el hambre en el mundo y quieren pan para todos. Mujeres que nunca mandarían a sus hijos ni a los hijos de otras a la guerra. Mujeres que abortan. Mujeres que acarician sus cicatrices, cuya religión es su propio cuerpo. Mujeres que educan con el ejemplo y no exigen lo que no pueden dar. Mujeres que deciden que sí o que no, aunque lleven la falda más corta. Deciden. Y por ello sufren vuestro miedo, desprecio, abuso de poder y violencia. ¡Esas somos!¡Miradnos! No estamos solas. Nos acompañan hombres que nos celebran, que entienden la feminidad y la masculinidad como un todo, que cuidan y se dejan cuidar, que nos quieren y necesitan de igual a igual. Hombres que también le cantan a la vida. Miradnos bien porque cada vez somos más y nos atrevemos más. Más hombres y más mujeres soñando y creando de la mano un mundo mejor.
Aunque hará falta mucho tiempo para poder valorar la verdadera repercusión del 8 de marzo de 2018 en el devenir del movimiento feminista, no podemos negar que se ha generado, como mínimo, una mayor concienciación en todas las esferas de la sociedad y se ha dado pie a un movimiento de hermandad femenina sin precedentes a nivel mundial. También se han conseguido poner en marcha pequeñas ‘batallas’ del día a día, como es el caso del lenguaje inclusivo, por ejemplo, imprescindibles para conseguir perpetuar un cambio verdadero desde la base de la sociedad.
Sin embargo, históricamente, cada vez que algún movimiento social ha avanzado con fuerza, se ha visto obligado a enfrentarse a movimientos reaccionarios que han intentado frenar tal avance por todos los medios y, en este caso, no iba a ser menos. Nos enfrentamos a un inminente escenario electoral en el que, todo apunta, irrumpirá con fuerza una extrema derecha que ha basado gran parte de su discurso en desacreditar la lucha feminista y en reconocer abiertamente que, de llegar al poder, suprimirían toda Ley contra la Violencia de Género, tal y como la conocemos hoy.
Se nos presenta, pues, un horizonte muy complicado en el que habrá que mantenerse en la lucha y volver a tomar las calles este 8 de marzo de 2019 para que no se le olvide a nadie que el motor del cambio somos nosotras y para dejar bien claro, a quién nos quiera oír, que no daremos ni un paso atrás. Nave 73 volverá a mostrar su completo apoyo a la huelga feminista y cerrará sus puertas este 8 de marzo.
La lucha sigue.
Cada 8M hacemos balance, cada 8M revisamos qué hemos conseguido y qué se ha quedado aún pendiente en la trastienda. A partir de este nuevo 8M tenemos por delante un reto genial desde Ediciones Antígona, mantenernos en la justicia, en la defensa y en la lucha por dar a las autoras teatrales el lugar que les corresponde. Cada año son más las palabras de las dramaturgas que se pueden encontrar por las librerías, escuchar en los teatros o disfrutar traducidas a diferentes idiomas. Pero esto no nos sirve, sigue siendo poco todavía, muy poco, todavía.
Cada 8M hacemos balance… pero la justicia debe suceder día tras día. Cada día una voz más en vez de una menos, cada día una revolución por cada texto, cada día una autora hasta que sean todas y no tengamos que volver a hacer balance cada 8M y ver qué se nos ha quedado a todos, pendiente en las trastiendas.
Me sigue llamando la atención la cantidad de nombres masculinos de directores y dramaturgos que ocupan las grandes salas y cómo los femeninos se quedan en salas más pequeñas y menos días, cuando llegan a estar. Qué es lo que se apoya desde las instituciones, desde los medios, desde la crítica, el público… sigue estando marcado el género de quien escribe y/o dirige, aunque no sea siempre de manera consciente. Los papeles para actrices siguen siendo inferiores y con menos recorrido que los papeles masculinos. Aún con todo, me parece que se visibilizan más algunos de los problemas que hace un año. Hay intentos para dar más espacio a propuestas hechas por mujeres, aunque a menudo se introducen en «ciclos» o «festivales» especiales, muchos cercanos al 8 de marzo, en lugar de formar parte de la programación habitual.
Siento que la huelga de hace un año fue un éxito en muchos sentidos. Aunó voces, abrió preguntas importantes, hizo que se incorporara la palabra «feminismo» en nuestro habla cotidiana y en el debate público con más fuerza. Este éxito creo que también ha provocado que el machismo más recalcitrante salga a la luz para tratar de seguir imponiéndose. No dejan de darme pavor y rabia los retrocesos de derechos que algunos andan proclamando, las cegueras del sistema judicial, o la desvergüenza de comentarios machistas de políticos y políticas… me parece que esto no hace más que corroborar la necesidad de los feminismos, de trabajar por una cultura que visibilice el trabajo de todes, más allá de géneros, sexos y sexualidades, que rompa con estereotipos y etiquetas, que abra espacios de reflexión conjunta. Deseo que este 8 de marzo nos dé nuevo aliento para subvertirnos y reconstruirnos desde una perspectiva de género(s) plural, que permita el debate y el encuentro entre todes.
El movimiento del 8M creo que ha sido un catalizador para repensarnos como mujeres, profesionales y colectivo. El microcosmos teatral es un engranaje más de esta maquinaria vasta, ak.a Sistema. Estamos empujadas a estar produciendo o consumiendo todo el rato. Si no, eres inútil. Y al caso de lo inútil, un Sistema donde el “síndrome de la impostora” lo sufrimos principalmente las mujeres.
Uno de los síntomas que me han hecho saltar las alarmas, de un año a esta parte, es el lenguaje. Nos han inoculado un mal bicho para ser comedidas, no usar imperativos, tonito soft y variaciones eufemísticas. Y estas taras en nuestro lenguaje para dirigir, escribir, o asumir la dirección técnica de un proyecto, son un boicot constante. Así que una de mis luchas recientes es cambiar mi forma de relacionarme con los otros a través del lenguaje. Mónica, uno de los dos personajes de La Resistencia de Lucía Carballal, dice “Las palabras provocan acontecimientos. Pero no por eso debemos temerlas”. Esto tendría que ser un himno.
En el mundo técnico la batalla es aún más evidente. Un mundo que se presupone de machotes por la destreza física y lo tecnológico. El otro día vino un señor del CDT a grabar y me preguntó que dónde estaba el técnico de sonido. ¡Hola! Otro clásico: Cuando preguntan a un actor dónde ponen un foco. Un técnico de la vieja escuela me dijo “Es que por ser mujer tienes que demostrar saber el doble”.
Ahora estoy en el Teatro Abadía realizando la residencia de Creación e Investigación A Gatas y me sorprendió que las seis becas estuvieran repartidas de forma paritaria. Y no sólo en cuestiones de género, también repartidas entre colectivos con trayectoria y emergentes. Creo que medidas de este tipo han tenido mucho que ver con todo lo que el 8M representa, pero no son suficientes. Pueden ser un espejismo del “Cambio”, pero es que son un número, no tres kilos de conciencia. Como decía el otro día mi amiga Paula, es necesaria una violencia revolucionaria. Es decir, una violencia que no legitime el propio Sistema. Y el teatro es el medio idóneo desde el que ejercer ese tipo de violencia.
Ha pasado un año y ¿qué ha pasado?
Ha pasado que las mujeres somos más conscientes de la necesidad de nuestra lucha.
Que somos más, que son muchos más los hombres que se declaran feminista.
Que hemos recuperado el feminismo para el siglo XXI.
Que les jóvenes nos dan lecciones de libertad, de coraje, de igualdad.
Que está más cerca el cambio de paradigma para nuestra sociedad, porque el cambio de paradigma solo lo hace posible la conciencia… Y en la conciencia está el trabajo. Ahí debe estar nuestra concentración, el centro de la lucha y del debate.
Las grandes sabias y sabios lo anuncian: El fin de la era del patriarcado se acerca, pero al estar más cerca, surgen momentos de retroceso. Son egos asustados que se aferran a lo que ya está prácticamente muerto. Temen el cambio. Temen ser arrasados por la nueva luz, es el caso en nuestro país del PP de Casado, del discurso de VOX con María José Piñero a la cabeza… Entonan los cantos de morales viejas, obsoletas, creencias y dogmas que nos alejan del cambio que está por venir, más aun, que ya ha venido.
Por eso es necesario hablar, estar presente, expresar nuestras ideas, no conformarnos, luchar por la igualdad, educar en el valor de lo femenino.
Aquí está el cambio de paradigma, en la educación. Hay que impulsar a nuestros jóvenes, a nuestras niñas y niños hacia la conciencia de la libertad de ser, ayudarles a que salgan del encasillamiento y sientan que en este nuevo mundo cada une puede ser lo que quiera ser y como lo quiera. En esto incluyo dentro de la lucha feminista a todo el colectivo LGTBIQ, sobre todo a las personas trans. La libertad de ser, de existir, de inventarme, cambiar, redescubrirme. Y que sea un derecho y una alegría. El tránsito es una búsqueda muy profunda, es la búsqueda que nos enseñaban los griegos: Conócete a ti mismo.
Y que este “poder ser en libertad” no merme ni un ápice de mis derechos .
Ser feminista implica apertura de conciencia, una visión más amplia y el camino está en la educación. Hay mucho trabajo que hacer en nuestro sistema educativo ,mucho que hacer con nuestros jóvenes y mucho que aprender de elles.
Ya lo dijo nuestro poeta más querido: “El mundo es grande, todos pueden vivir en él.”
Este año mi maternidad ha inundado mi vida personal y laboral y como tal he vivido las luces y no pocas sombras que conlleva esta experiencia. He sido madre a pesar de las dificultades biológicas, sociales y laborales que, a día de hoy, se nos presentan a las que optamos por materializar ese deseo, añadiendo a las comunes las particularidades de nuestro oficio. Si un 57% de las españolas han renunciado a trabajos por ser incompatibles con la maternidad, en nuestro sector me temo que llegaríamos fácilmente al 80-90%, eso siempre y cuando nos los ofrecieran de igual manera que antes de parir. ¿Por qué se sigue concibiendo la maternidad como un acontecimiento limitante, como un factor de riesgo? ¿Por qué concebirlo como algo únicamente restrictivo, y no como una experiencia enriquecedora y reveladora?
La maternidad no es solo el bebé que demanda 24 horas a su madre. También es una mujer redescubierta, renacida, reinventada, reconciliada. Un valor añadido del que nuestro gremio no debería permitirse el lujo de prescindir. Las mujeres en nuestra profesión hemos sido pioneras en terrenos como la independencia económica, la diversidad y libertad sexual o en el empresarial. Si queremos seguir avanzando en esta lucha tenemos el reto de serlo también respecto a la maternidad en el terreno laboral. Salgamos de la anécdota de “Yo le di el pecho en el camerino” y busquemos una conciliación real, un compromiso por parte de productores, directores y resto de compañeros donde no tengamos que elegir entre nuestro crecimiento profesional y el de nuestras familias. Mi mejor aprendizaje en todos estos años está siendo ver a mi hijo cómo descubre la vida. Yo quiero mirar como él cada vez que me suba a un escenario. Por mucho que tarde en volver.
José A. Alba / @joseaalba
Fotos María Isasi: Sofía Torroja