Es 1958 y José Luis Gómez con la mayoría de edad recién cumplida, ignora que en un futuro fundará un teatro llamado La Abadía. Acaba de desembarcar en Alemania y lo que está por ocurrir, condicionará toda su carrera profesional.
En ese país que entonces estaba dividido en dos, los teatros estaban llenos. Fue en Frankfurt donde José Luis Gómez vio los últimos espectáculos de la república federal y decidió estudiar ese arte al que llaman dramático. Cada noche, al regresar a su casa, veía en la televisión lo que había sido el nazismo en Alemania. Había un proceso evidente de desnazificación del país, por eso, cuando volvió a España quiso trabajar en la memoria histórica del nuestro. Por eso, ahora -65 años después- sigue trabajando con el mismo empeño y estrena Vuelan Palomas.
El sermón y sus escenarios
El sermón como concepto tiene un tinte peyorativo pero fue una vía fundamental para transmitir la lengua. Y no sólo. “Me di cuenta de que los sermones no sólo habían servido para el desarrollo de la lengua sino para quemar a judíos, protestantes, alumbrados, luteranos…para quemar y torturar a multitud de gente” comenta Gómez.
“En esos sermones encontramos las posiciones del tiempo en el que fueron creados, encontramos las preocupaciones, los sueños, pero también autoritarismo, misoginia, rechazo al otro… en ocasiones también aparece alguna luz: la tolerancia” nos explica Juan Mayorga, actual director del Teatro de La Abadía y del Corral de Comedias de Alcalá de Henares.
El sermonario clásico en el que se basa esta obra es un documento excepcional, tanto por la riqueza y variedad de sus temas como por la calidad de su prosa, que combina un origen elitista con la vocación de llegar a todas las clases sociales. “Donde mejor se emite la lengua de un país es en el teatro. Quizá en este país no es así, pero debería” sentencia Gómez.
La mujer no predicadora
Muy contadas veces la mujer contaba sermones. “La clave de esta obra es la mujer, la no predicadora” según Javier Huerta Calvo, coautor de la obra.
“Los sermones están escritos en clave monológica porque hay solo una verdad. Sin embargo, también está la del condenado. Y la de la mujer, que al no poder predicar, acude a la poesía o a la oración”. Fueron muchas las religiosas, de Teresa de Cartagena -primera escritora en lengua castellana- a sor Juana Inés de la Cruz que, frente al tono dogmático de los predicadores, supieron expresarse de una forma más contenida, clave para entender el fenómeno único de la literatura mística que trata de exponer esta obra. «La mujer dejó oír su voz; una voz que hoy sigue estremeciéndonos por su valentía y belleza» añade Huerta Calvo.
La plasticidad y la palabra
Vuelan Palomas se concibe como un homenaje al poder plástico de la palabra, su capacidad ilimitada de sugerir mundos e imágenes. Así lo entendieron los predicadores convencidos de que, mediante esa fusión entre palabra e imagen, lograrían tocar más hondo el corazón de sus oyentes.
Y, como aliada de la palabra y la imagen, la música es un elemento fundamental en esta obra, con un amplio abanico que encarna desde el repertorio barroco hasta un subgénero del tecno, que es el trance. Lo hace de la mano de Alberto Granados, cuya experiencia artística cubre un gran rango de creación musical, combinando su faceta interpretativa con la composición y el teatro.
Este conglomerado de elementos culmina con una función catártica, según Lluís Homar, director de la Compañía de Teatro Clásico: “El público entra como espectador y sale como ciudadano”. Quizá por eso es tan importante recordar la memoria histórica de la que Gómez se ha hecho eco.
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