Los Absurdos Teatro acaban de estrenar Gruyère en la que actualmente es su casa, el Teatro Lara. Una nueva producción que va un paso más allá en el particular lenguaje de esta compañía de la que ya hemos podido ver títulos como Manténgase a la espera, Demasiado al Este es el Oeste o la más reciente y que aún mantienen en gira: A protestar a la Gran Vía. Una compañía que está a punto de cumplir su décimo aniversario sobre las tablas y que ha encontrado en el humor, el surrealismo y la inocencia gamberra su particular forma de hacer crítica social, poniendo el dedo en la llaga a base de carcajadas, sin duda, todo un sello personal.
Patricia Estremera y Alfonso Mendiguchía son el alma absurda de todo este tinglado y con ellos nos hemos sentado a charlar de cómo es el día a día de una compañía como esta, su evolución y su lucha por hacerse hueco, y no solo en Madrid.
Teatro Madrid.- ¿Podría decirse que Gruyère es una evolución en el teatro de Los Absurdos?
Patricia Estremera.- Creo que en estos años, que vamos camino de nuestro 10º aniversario, sin ser conscientes, hemos estado investigando un sello propio, una manera de hacer y una identidad propia como compañía. Ahora que ya tenemos un sello bien definido, podemos comenzar a jugar con ese sello y hacer variaciones, ampliar y hacer otras cosas que nos apetece mucho.
Alfonso Mendiguchía.- Gruyère suma, no abandonamos nada de lo que hemos hecho, hemos ido amoldándonos a las cosas que hemos ido heredando de otros trabajos y sumando cosas nuevas. Creo que es la mejor obra, no por ser la última, porque es la más redonda hasta ahora.
PE.- Vamos aprendiendo por el camino.
TM.- Habláis de sumar y en Gruyère, habéis sumado la tragedia.
AM.- De forma explícita sí. Siempre decimos que hacemos «teatro de humor muy en serio» porque partimos de preocupaciones o de situaciones que a mí me emparanoian, que me resultan curiosas de la vida; y casi siempre son de tragedias o de incongruencias, pero hasta ahora eran más contadas que de una manera obvia, y en esta ponemos la tragedia “no contada en palabras”, sino vivida, entonces adquiere mucha más dimensión porque la tragedia de la que parte no es de un raciocinio sino de una vivencia, entonces tiene más potencia.
PE.- El otro día nos preguntábamos el género al que pertenece Gruyere y decíamos que pertenece al género “Vida”.
TM.- ¿Por qué el título: Gruyère?
AM.- Es una metáfora de nuestra vida, es ese queso lleno de agujeros. Vivimos en un terreno plagado de agujeros, de hecho hay una expresión muy nuestra para cuando alguien consigue algo de dinero “Esto es para tapar agujeros” y es así la expresión porque vivimos rodeados de agujeros.
Gruyère habla de esa fragilidad del terreno firme, es decir, tenemos un «firme mal estado». Te puedes sentir a salvo por pertenecer a la clase media y en cualquier momento te encuentras siendo el tipo que está yendo a comer a un comedor social. Antes veía que eran otras personas y en estos últimos años, cuando veo a alguien esperando para entrar en un comedor social, me reconozco en ellos. De repente pienso “Podría ser yo”. En esa fragilidad se sitúa Gruyère.
Son unos tipos que están a puntito de caer en ese gran agujero de la exclusión social. ¿Por qué? Porque han perdido un trabajo y porque tienen cuarenta y pico años; de repente hay un sumidero que es la “nada” que les abduce y de la que es muy difícil salir. Se van a quedar sin piso, ahí comienza la acción, llevándoles a vivir los tres días más angustiosos de sus vidas. Y comenzamos a transitar una serie de emociones, de sensaciones y de ocurrencias, que nos llevan a rozar la comedia y la tragedia, llevándoles a plantearse dudas, conciencias, a autoengañarse, a hacer disparates, a no saber qué hacer porque se pone ante ellos una tabla de salvación, pero que para cogerla o no, siempre hay dificultades. Y esos tres días es el compendio de esta obra.
TM.- ¿Cuáles son los referentes en los que os habéis inspirado?
AM.- Al final haces de lo que bebes y, sobre todo, de lo que bebes con gusto. Para mí, mi máxima es Berlanga y sobre todo El Verdugo y Plácido. Y me encanta también Atraco a las tres. Un compendio de esas comedias inocentes, pero que tienen un trasfondo de la leche; que te hacen reír con esos perdedores que están viviendo una tragedia horrorosa, pero casi pueril. Nos gustaría poder rozar un poco de la sensibilidad, de la ingenuidad, de la crudeza de esas comedias. Esos son los referentes, solo que actualizados.
TM.- A parte de Gruyere tenéis las visitas teatralizadas de La bombonera de Don Cándido.
PE.- Sí, volvemos el 19 de octubre. La gente tiene que venir a verlo porque no se esperan lo que se van a encontrar. El término «Visita teatralizada» es un poco casposo y rancio, incluso puede dar pereza. La bombonera de Don Cándido es un espectáculo itinerante por los distintos espacios del teatro y este teatro es una joya, tiene rincones que ni se imaginan, ya no solo camerinos, tiene salones impresionantes en la zona noble y tiene cantidad de anécdotas y de historias; fíjate, con 139 años de historia, la de gente que ha pasado por aquí, la de anécdotas que habrá, la de profesiones que se han perdido dentro del teatro. Tanto si te gusta el teatro, como si no, te va a gustar.
TM.- Además hay que repetir porque con una visita no basta.
PE.- ¡Claro! Porque se hacen dos recorridos diferentes.
TM.- Como compañía, ¿con qué agujeros os encontráis a la hora de poder desarrollar vuestro trabajo?
AM.- Desde que empezamos, el agujero principal es el dinero. Es que de esto sobrevives, pero no vives. Bueno lo vives porque es nuestra pasión, pero nos lleva 24 horas al día haciendo lo que no está escrito por sobrevivir, ¡nos ha dado por un negocio que es muy ruinoso! (Risas) Es el gran agujero, pero no solo nuestro, del teatro en general. Es un negocio poco rentable que a lo que más puedes aspirar es a poder vivir, nosotros estamos en el escalón anterior que es sobrevivir, pero aspiramos a vivir, entonces, hasta que no lleguemos, es un agujero.
Otro gran agujero es la fama. De repente ha habido una eclosión de gente de televisión o de cine que entran en teatro, entonces, digamos que las que siguen haciendo mucha campaña son las obras con cabeza de cartel. Hacerlo sin una cabeza de cartel, con una producción propia, es complicadísimo.
Los otros agujeros son los típicos, el de que no puedes fallar, la esclavitud que supone, el agujero de lo que te pierdes. Pero nosotros gracias a Dios hemos ido logrando tapar agujeros. Muchos. Hemos tapado agujeros con ayuda de mucha gente que nos hemos ido encontrando por el camino y que nos ha apoyado en estos años.
PE.- Esto es como una cadena: Nosotros hacemos, salen críticas, las enviamos a la distribuidora, aparte que hace que la distribuidora siga confiando en ti, es material que se utiliza para enviar a los programadores; y cuanto más material, más posibilidades hay de que entremos en las redes de teatro de las comunidades y salgamos fuera de Madrid, porque en Madrid no se gana un duro. Madrid sirve para exhibición, para que vengan programadores y críticos, para sembrar y que nos salga trabajo realmente pagado. Una compañía, si quiere sobrevivir, tiene que entrar en redes de teatros, porque ahí vas a caché y puedes recuperar el dinero invertido y tener un sueldo a final de mes.
TM.- Es curioso, quienes trabajáis en Madrid habláis de salir fuera y los vienen de fuera quieren venir a Madrid.
AM.- Claro, pero es que hay dos o tres Madrid distintos: El Madrid de los teatros nacionales, el Madrid de los teatros privados y el «piccolo Madrid» que es el Off. Cuando estás fuera de Madrid, es como decir vamos a Nueva York, al off Broadway, pero cuando estás ahí dices «Pues vaya mierda estar en el Off Broadway» Y claro, estando en Madrid dices «Yo quiero ir fuera», cuando digo «fuera» quiero decir entrar en una red nacional o regional, como es la del CDN, ahí es donde puede haber dinero y donde puedes ir sin arriesgar, y eso es lo difícil. Necesitamos cierta rentabilidad, para que haya esa rentabilidad no podemos depender de una taquilla, no da; necesitas optar a una Red ¡Yo firmaba por estar ahora mismo en el CDN!
TM.- Lo que es innegable es la evolución de la compañía, de frecuentar las salas más pequeñas del Off a estrenar Gruyère en el Teatro Liceo de Salamanca.
PE.- Nosotros siempre hemos ido poco a poco, investigando un sello propio, investigado un lenguaje y una manera de escribir de Alfonso totalmente distinta al resto de autores contemporáneos. Nos hemos ido amoldando a este estilo y poco a poco hemos ido haciendo montajes a los que les hemos ido dando un plus. Y según se ha ido pudiendo, se ha ido mejorando. Y en Gruyère, pues se han podido dar cuatro o cinco pasos más.
AM.- Empezamos en plena crisis, entonces, los primeros espectáculos eran pequeños con previsión de pequeño, después los hicimos pequeños, pero con previsión de que podían ir más grandes, después ya lo hicimos pequeño, pero con la previsión y la escenografía preparada para dar el salto al grande, dimos el salto al grande, y con este ya lo hemos hecho a la inversa, lo hemos hecho en grande con la previsión de que en algún momento haya que llevarlo a un teatro un poco más pequeño. Pero el nacimiento de Gruyère es un parto grande, con una obra ya para un CDN, por lo menos de pretensión. Si nos lo llegas a preguntar con las anteriores te hubiéramos dicho que no porque no era lo que pretendíamos, pero ahora hemos crecido como para ser dignos en cualquier sitio.
TM.- ¿Ya os encontráis con músculo suficiente para enfrentaros a ese reto?
PE.- El otro día vimos el video del estreno en Salamanca, y está mal que yo lo diga, ¡pero ha quedado tan bonita! Y no hablo de nosotros, hablo del trabajo del equipo. Lo ves y dices “Madre De Dios, César (Maroto), qué cabeza para poner esto en pie, para ordenarlo y que quede tan preciso» Porque gracias a él, en escena, somos una máquina de precisión. Y luego, qué luces ha hecho Víctor (Mones), y David Bueno ¡Qué música! y de repente todo eso se funde y empasta ¡lo flipo!
AM.- Nos hemos pasado el último mes haciendo el puzzle, nos venía muy buenas piezas. Muy buen material de Manolo (Pavón), con el cartel, del Ojo mecánico, que grabó los vídeos, pero luego hay que unirlas. Ha habido que ajustar cosas, como el propio texto. Ahora solo queda engrasar el engranaje, pero eso es la dinámica de la práctica.
TM.- ¿Eres de los dramaturgos a los que no le duele cortar texto?
AM.- No, no me duele nada porque creo que está en función de un Todo que supera una individualidad o un ego. Creo más en el conjunto, primero planteo todo y si veo que el conjunto mejora, o alguien en quien confío, como es César, me dice que mejor quitar texto, pues se hace. Y la versión extendida que la lea alguien en el libro.
TM.- ¿Y eso cuando va a poder ser?
AM.- No lo sé, pero con este puede que haya posibilidad.
TM.- Mira, ¡ya sabéis cómo celebrar el 10º aniversario de Los Absurdos Teatro!
José Antonio Alba / @joseaalba
Fotos Manolo Pavón