Luis Luque: «‘Todas las noches de un día’ ha visto la luz porque hemos sabido esperar»

José Antonio Alba

El Teatro Bellas Artes se ha transformado en el invernadero donde transcurre la acción de Todas las noches de un día, un texto que mezcla el misterio, la poética y la botánica, escrito por Alberto Conejero y que cuenta con Carmelo Gómez y Ana Torrent como protagonistas.

Al fin la gira de este proyecto largamente acariciado, que ve la luz gracias a Pentación, recala en Madrid y hemos aprovechado para charlar son su director, Luis Luque.

Teatro Madrid.- Luis, has saltado del invernadero de Paco Bezerra en Dentro de la tierra al de Alberto Conejero en Todas las noches de un día.

Luis Luque.- ¡Lo que he hecho ha sido meterme en un jardín con ellos! -Nos dice mientras se ríe- Si es verdad que ando entre invernaderos, la diferencia está en que uno es de tomates y el otro de flores.

TM.- Pero ninguno es un invernadero al uso…

LL.- No, no lo son, pero no puedo decir mucho porque si no haría spoiler, pero es verdad que los dos tienen que ver con la memoria, con los recuerdos, con lo vivo, con lo muerte. Es verdad que hay una similitud en esos textos. Piensa que son dos autores andaluces de una generación que, creo, comparte un imaginario popular muy común. Cada uno con su estilo, pero creo que los dos son poetas populares y de raíz, eso es lo que me gusta de sus jardines y de sus invernaderos. Estaría todo el rato montando obras de uno y de otro, tengo mucha suerte de tener a dos dramaturgos tan interesantes y tan radicales en sus planteamientos.

TM.- Sí, son dos miradas que tienen puntos en común, pero muy diferentes a la hora de contar.

LL.- Eso es muy interesante, poder tener  el privilegio de levantar y encarnar esa poesía que es tan difícil de hacer carne porque la tienen que llenar de psique, de deseos, de anhelos, de eso que conforma el alma humana. Los dos tienen poéticas distintas, pero beben de la fuente del pueblo, de la naturaleza, de esa tierra antigua que es Andalucía, que está hecha de sueños y de ritos tan enraizados en lo cotidiano. Eso los dos lo tienen, es un teatro profundo.

TM.- ¿Con qué género definirías Todas las noches de un día?

LL.- Podría ser un thriller romántico o un melodrama policial… sí, un melodrama policíaco me gusta. Primero porque lo policíaco en el teatro no se ve y los grandes melodramas tampoco se ven ya. El discurso poético y los lugares de amor conjugan muy bien con los elementos del misterio y el thriller.

TM.- “Hay que amar la espera para ser jardinero” dice en un momento dado Samuel, uno de los dos personajes. ¿Crees que esa frase puede aplicase al desarrollo que ha tenido este montaje?

LL.- Este montaje ha visto la luz porque hemos sabido esperar. Como todo ciclo vital ha tenido sus momentos de sombra y sus momentos luminosos para finalmente ser una realidad escénica.

El tiempo ha hecho que el texto esté mejor, porque mi imaginario ha echado raíces y también porque hemos esperado a los mejores intérpretes, a los mejores productores y al mejor teatro. Hemos sabido esperar y a partir de esa espera, hemos podido ver la luz.

TM.- ¿Cómo ha evolucionado el texto a lo largo de este tiempo?

LL.- Comenzó como unos monólogos, con una clara inspiración en Doña Rosita la Soltera. Han cambiado los nombres, antes Silvia se llamaba Rose y el texto también se cambió, se transformó, a través del punto de vista de los demás. Estamos en una generación de dramaturgos que escuchan mucho la opinión, la pasan por ellos, la digieren y luego vienen con la escena reescrita o una nueva. No por sumisión, sino porque hemos ido aportando luz tanto los actores como yo con la dirección. Eso que Paco Bezerra dice “me ha dado notas”. Yo a Paco le doy muchas notas, y a Alberto también.

TM.- ¡Para eso está el director!

LL.- Claro, ¡para dar notas y directrices! – Se ríe – No, me gusta que vengan y me den notas ellos a mí porque aportan la mirada fresca y profunda del dramaturgo en las direcciones de los personajes y las líneas de pensamiento, y que todo esté dentro de una organicidad y una verosimilitud del ideario con el que el dramaturgo soñó. Lo interesante es que estemos de acuerdo, si no, buscaría dramaturgos que no estuvieran vivos y haría lo que quisiera. A mí me gusta tenerlos cerca.

TM.- Tenerlos cerca y además dentro del proceso de creación.

LL.- A mí me encanta, sí. Porque ahora no son solo dramaturgos, son hacedores, creadores, de la puesta escena. Lo mismo que ellos me dejan las puertas abiertas para opinar sobre ese génesis de los personajes, yo les invito y quiero que estén en el proceso de creación del montaje. Yo quiero que ellos vayan al teatro sintiéndose satisfechos y orgullosos de la puesta en escena. Para mí eso es importantísimo.

TM.- Bueno, es que el hecho teatral debería abarcar todo eso, ¿no? Desde el instante primigenio donde el autor sueña con esa idea, hasta que la ve plasmada encima del escenario.

LL.- Exactamente, es cogerse de la mano y hacer un camino. En este caso hemos tardado cinco años en que viera la luz este texto precioso. Ni Alberto ni yo somos los mismos que hace cinco años.

TM.- ¿En qué has cambiado?

LL.- En que ahora, a partir de este texto, me interesa el amor que plantea Alberto. No es un amor evaporado, ni es un amor líquido, es un amor de compromiso, es un amor que necesita tiempo. Ahora creo más en eso que cuando lo leí por primera vez, que estaba un poco más cínico frente al amor. Sí creía, pero tenía otro discurso.

TM.- ¿Qué sientes que te ha aportado Todas las noches de un día?

LL.- Este texto me ha hecho más responsable de la memoria de mis muertos, de mis ancestros, y me ha puesto más en paz también con ese lugar tan temeroso que es el paso del tiempo. Es que si el arte no te transforma, tu discurso es deshonesto. Me tiene que hacer evolucionar y crecer como persona, si no, soy un fraude.

TM.- Carmelo Gómez y Ana Torrent son los encargados de dar vida a Samuel y Silvia, los protagonistas, ¿cómo llegaron al proyecto?

LL.- Carmelo me propuso una obra que nunca hicimos y yo le propuse otra.

TM.- ¿Le hiciste una contraoferta?

LL.- SÍ porque creo mucho en este texto, llevamos años persiguiendo montarlo, levantarlo. Al día siguiente de entregarle el texto a Carmelo yo ya sabía que se haría la obra porque Carmelo llamó primero a Jesús Cimarro, le dijo “Hay que hacer Todas las noches de un día” y después me llamaron los dos.

TM.- ¿Y Ana Torrent?

LL.- Después de tanto tiempo, has imaginado un reparto ideal y creemos que, cuando hemos hecho una propuesta de un actor o una actriz y no ha salido, es la propia obra la que lo ha expulsado; lo que sucede conviene y lo que ha sucedido en este caso ha convenido mucho porque tenemos a Ana Torrent que es una actriz icónica, es una actriz telúrica, es una actriz con una fortaleza increíble y con una imagen de fragilidad interesantísima para el personaje.

TM.- Siempre hablamos de quienes se suben al escenario, quien firma, quien dirige, pero el equipo humano es mucho más amplio y el tuya además suele ser siempre el mismo, sois casi una familia. ¿Cómo ha sido trabajar esta puesta en escena con ellos?

LL.- Mi equipo son Juan Gómez-Cornejo, Mónica Boromello, Luis Miguel Cobo, Almudena Rodríguez, son poetas, creadores, artistas, ¡con ellos al fin del mundo! Creo que tengo uno de los mejores equipos que hay y con ellos quiero seguir. Trabajamos desde el sentido del humor, es muy importante, y trabajamos desde el discurso, qué cuenta y qué no cuenta, no hay “cualquiercosismo”. No trabajamos desde lo estético nunca. Siempre proponemos, nunca definimos, queremos que sea el público quien termine la función.

TM.- ¿Cómo son tus procesos de ensayo?

LL.- En mis seis horas y media de ensayos, tres pertenecen al mundo de la improvisación, del juego del teatro y de las risas, hay canto, baile… y las tres horas siguientes son del montaje. Cada día inaugurábamos la sesión con un tema, pasando de Mina a Doménico Modugno o AC/DC.Creo que los ensayos son actos poeticos y me gusta pensar que en la gran ciudad hay un lugar, una salita, donde dos, tres o más personas están haciendo un acto poético, en este caso éramos nosotros cuatro, en la mesa de dirección, Álvaro, mi ayudante, y yo y enfrente Carmelo y Ana. «El arte no sirve para nada» decía el otro día Jaume Plensa y estoy totalmente de acuerpo y por eso es tan necesario, porque no sirve para nada. Estamos acostumbrados a que todo tiene que servir para algo. El arte es el único lugar donde me encuentro a salvo. Me encuentro a salvo frente a un Velázquez, me encuentro a salvo escuchando una canción, estoy a salvo frente a un montaje de teatro, aunque no me guste, pero sé que es un lugar donde lo único que puedo recibir son cuidados y esta función es también sobre los cuidados.

TM.- Hablando de cuidados, ¿cómo es Luis Luque como director?

LL.- Soy un director de buen trato, no me gustan los maltratadores y, como en todo lugar de la vida, también hay maltratadores en el teatro. A mí me gusta cuidar a los actores y pervertir el refrán de “La letra con sangre entra” Yo creo que la letra no entra nunca con sangre. Soy muy positivo, soy muy riguroso y al mismo tiempo un terrorista, en el sentido de que en el momento más álgido de emoción, suelto una coña para descomprimir. Trabajo a partir del sentido del humor, eso me lo enseñó Miguel Narros. El sentido del humor nos pone en la distancia justa para observar desde la tranquilidad, la calma, que te da saber que, aunque seamos muy intensos, únicamente estamos haciendo teatro. Hay oficios y trabajos más importantes que son los que transforman la sociedad, creo que el teatro ahora no transforma, aporta un punto de vista, pero la evolución está en otro lado.

Texto y fotos José Antonio Alba

Escrito por
José Antonio Alba
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