LAS PALABRAS DE OCTAVIO PAZ LLEGAN AL TEATRO DE LA ABADÍA

Rosario Ruiz-Rodgers: «Lo que nos salva de la guerra es el amor»

Una propuesta sobre cómo amamos a lo largo de nuestra vida y cómo reivindicamos nuestras múltiples formas de amar

Luna Paredes

Entro al Teatro de la Abadía. Conozco bien ese lugar y ya sé que encontraré a muchos trabajadores haciendo su labor. Todos se saludan, me saludan, siguen cosiendo o barriendo o buscando un filtro o llamando por teléfono mientras se hacen bromas. El Teatro de la Abadía es ese lugar donde el teatro siempre se está haciendo. A todas horas. Siempre.

Puedo ver un pedacito del ensayo de Los amores feroces, que estará del 18 de septiembre al 12 de octubre. Un ensayo con un vestuario todavía por concretar, con técnicos probando luces y sonido, con gente entrando y saliendo. Un ensayo de verdad. Sin maquillaje. Cuando la directora da las indicaciones pertinentes y el elenco comienza… empieza la magia. Se hace el silencio. La poesía brota de sus cuerpos y de sus voces. Y vuelvo a pensar que allí, en la Abadía, el teatro siempre tendrá algo de magia.

Hablo con Rosario Ruiz-Rodgers, la directora, sobre esta propuesta que emana desde lo más profundo de las bases de la Abadía: el cuidado de la palabra y la búsqueda de un lenguaje poético. Dialogo con ella, y su calma, su sabiduría y su entrega invaden esta charla. Hazte un té, si quieres, para leer y degustar sus palabras.

Rosario Ruiz-Rodgers, en el centro, junto al elenco de 'Los amores feroces'. Foto: Geraldine Leloutre

Rosario Ruiz-Rodgers, en el centro, junto al elenco de ‘Los amores feroces’. Foto: Geraldine Leloutre

¿Por qué te lanzas a crear un espectáculo desde la figura de Octavio Paz?

Me gusta mucho la poesía; siempre, desde joven, la he leído. Hay un mundo abstracto y emocional en la buena poesía que siempre me ha tocado mucho. Y Octavio Paz… pues cuando empecé a leer, hace ya muchísimos años, sus poemas, que conectaban con el hecho del amor, de la sexualidad, del erotismo… creí comprender que lo que él escribía era parte también de mi ser humano, digamos.

Además, en el año 96, Octavio Paz nos visitó en la Abadía, porque vino con su mujer a ver los Entremeses de Cervantes. Y el contacto con ellos fue muy bonito: una gente sencilla, pero con un bagaje cultural que a mí me desbordaría. Y ahí empezamos a plantear, con ellos, la posibilidad de hacer algo suyo en escena. La poesía te invita a imaginar espacios, colores, texturas. Y me apetecía poder poner en pie un material poético. Lo intenté hace unos años, pero no encontré el soporte económico para hacerlo. Y ahora ha llegado el momento.

Hablas de colores y texturas, y quiero preguntarte por qué vinculas el espectáculo con el creador Vicente Rojo.

Octavio Paz habla del amor, y en su obra hay mucha referencia a la naturaleza, el fuego, la tierra, el río… Y cuando, hace años, pensaba en cómo podría llevar a cabo esto encontré una exposición de Vicente Rojo. Él es de la generación de Octavio Paz. Su abuelo era republicano y emigraron a México, y allí hizo toda su carrera profesional. Rojo tiene una serie de trabajos sobre los volcanes. Y esa era la imagen que a mí me empezó a funcionar para el espacio escénico.

'País de volcanes', de Vicente Rojo

‘País de volcanes’, de Vicente Rojo

He visto imágenes de esos trabajos, y veía tanta geometría que no entendía la conexión con la idea de la sensualidad.

Bueno, esa geometría tiene que ver más, para mí, con capas. Con las capas del mundo mismo. Creo que hay cierto orden en el caos. Y, también, la sensualidad tiene que ver con una geometría del cuerpo: el tacto, el físico, la piel, la curva y la línea. Y, además, el colorido y la mezcla de la obra de Vicente Rojo me cautivaron.

El espacio escénico está basado en esa idea del volcán, ¿verdad? El color negro, la pared agrietada, la grava en el suelo… Cuéntame sobre esto.

Yo había visto hace muchos años un trabajo de Ikerne Giménez aquí en la Abadía, Tiempo de silencio, en el que ella construyó un espacio impresionante. Y dije: «Cuando pueda voy a trabajar con ella». Lo que hemos generado no es un decorado: es un espacio, una instalación, un espacio abierto para que la interpretación y la palabra puedan vivir.

Ikerne me ofrece todo su conocimiento abstracto, que me conecta con la poesía. Ella tiene un mundo simbólico hermoso: es una mujer con una sensibilidad muy fina para entender la textura y el tempo, porque el espacio también es tempo. Y con ella partimos de los hechos del volcán y la lava. Eso ha generado parte del trabajo musical de Julián Mayorga. Y también partimos del surrealismo, y de ahí salió algo que conecta con el mundo mexicano: el alebrije.

El ave enorme que aparece en el espacio escénico, ¿no? Cuéntame qué es un alebrije.

El alebrije es composición de varios animales: un mamífero, un alado y un reptil. Esta búsqueda nace de una inspiración surrealista, de unas imágenes. Todo partió del lecho, de la cama, que es símbolo de la intimidad y del amor. Ikerne descubrió una imagen del surrealismo: un lecho que tenía un dosel encima con un pájaro. Y al ver ese pájaro yo lo conecté con el mundo mexicano. El alebrije es una figura que nace de un hombre oaxaqueño, un artesano. Este hombre estaba enfermo y un día, en un sueño, se le apareció un animal compuesto por diferentes partes de animales. Y ese sueño fue su curación.

Todo se conecta: el mundo mexicano, los sueños y el surrealismo, y el lecho y el amor. También la idea de la vida y la muerte está conectada con el lecho: nacemos y morimos en una cama, o eso querríamos siempre, ¿no? Entonces se arma toda una simbología a través de este lecho, y se ha quedado el alebrije en honor a la cultura mexicana.

Uno de los actores es mexicano, ¿no?

Sí, Leonardo Ortizgris. Yo quería que el equipo fuera latino-español, por eso conté con él. Y también con Isabel Pamo, con quien había trabajado y estuvo haciendo parte de su entrenamiento aquí, en el Teatro de la Abadía. Con Germán Torres he trabajado también bastantes años, y conoce el trabajo que hacemos aquí. Y completa el reparto Lucía Quintana, por la cual siento una enorme admiración: me parece una de las mejores actrices que hay en este momento en España.

¿Cómo ha sido el trabajo con ellos? Porque conozco la importancia que La Abadía le otorga a la palabra y a la imagen.

Sí. Empezamos con un trabajo psicofísico: de dónde nace la palabra, cómo la palabra se incorpora y está en el cuerpo. Mar Navarro, especialista en Leqoc, ha trabajado la activación corporal. Y la ayudante de dirección, Katya Humenyuk, que viene del mundo de la danza, ha aportado su trabajo físico.

Imagen de 'Los amores feroces'

Imagen de ‘Los amores feroces’

Quiero preguntarte por una persona del equipo: cuentas con Rebeca Medina como coordinadora de intimidad. ¿Por qué te ha parecido importante introducir esta figura en el equipo?

Bueno, para mí es un avance en la sociedad que exista una figura que medie en las relaciones personales o sexuales que se establecen en teatro o en cine. Cuando empecé a darle forma a este espectáculo pensé en Rebeca y le dije: «Mira, no sé lo que voy a hacer exactamente, pero me gustaría conocer cómo podemos proteger el trabajo artístico de las mujeres y de los hombres». Y ella me ha enseñado que no debemos dar por supuesto que los actores se tienen que sentir cómodos con un beso, con un contacto. Así que con ella y su trabajo hemos ido marcando límites y sabiendo hasta dónde podemos llegar, siempre desde el respeto al artista y sus emociones.

Me parece muy sano que existan trabajadores que protejan la intimidad. Sobre todo en un montaje como este, que habla de sensualidad y sexualidad. Y quiero preguntarte: ¿tú crees que cada generación vive de forma diferente la sensualidad?

Sí, seguramente. Cada generación, cada cultura e incluso cada persona a lo largo de su vida. El cuerpo va cambiando tanto que no es lo mismo quitarte la camiseta delante de alguien cuando tienes veinte años que cuando tienes setenta. Y la imagen de la mujer siempre se ha visto maltratada. Nosotras tenemos que ser guapas siempre, carnales, bien sujetaditas las carnes. Creo que ellos no sienten tanta presión.

Y la cultura afecta a cómo vivimos la sensualidad y la sexualidad. Octavio Paz en sus ensayos dice la sociedad no nos deja ejercer libremente el amor. Hay, sigue habiendo maltrato, incluso entre muy jóvenes, sigue habiendo presión, la religión pesa sobre nuestra libertad sexual… Yo no llego a abordar todas estas cuestiones en el montaje, pero tampoco dejo que no me toquen; tampoco cierro los ojos ante estas cosas que suceden.

¿Por qué te parece importante hablar del amor hoy?

En La llama doble, Octavio Paz dice que en unos tiempos como los que vivimos (y esos son los años 90), en que se manipula el cuerpo, el amor, las relaciones… ¿qué lugar hay para el amor? Eso para mí es inspirador. También dice en otro lugar que tenemos que volver a encontrarnos con nosotros mismos, a reflexionar y a volver a plantearnos muchas cosas. Yo siento que nos hemos perdido. Todos. El artista se pierde cuando solo piensa en vender, en venderse, en ser famoso. Tenemos que volver a hablar del artista. Y lo mismo ocurre con el amor. A veces parece ridículo decir «te amo»; a veces lo banalizamos; a veces nos negamos a amar a una misma persona por muchos años. Yo he podido amar a una persona treinta años. No hay que avergonzarse de amar. Eso hoy en día cuesta. Creo que nos reprimimos en el amor.

Pero ir al teatro nos hace las paces con esta sensación de amor, de pasión y de entrega. Creo.

Ojalá.

Mi última pregunta es: ¿cómo te gustaría que saliera el público de este montaje?

Amando. [Risas]. No sé. Tocado, conmovido. Con la sensación de que vale la pena ver este tipo de espectáculos.

Sí. Vale la pena volver un poco a la poesía, en un mundo en guerra.

Creo que lo que nos salva de la guerra es el amor. Nos sentimos muy impotentes desde aquí, sentados en nuestra casa o en un teatro, con todo lo que está pasando. Pero, tal vez, si conseguimos tocar al otro… Llegar al otro… Hacer cadenas de amor. Eso nos hace falta.

Enamórate de este espectáculo. Aquí tienes tus entradas:

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Hablo de teatro porque conozco bien sus tripas. Creadora de contenidos editoriales y redactora de la Revista Teatro Madrid.

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