Adrián y Álvaro han crecido teniendo que aclarar todo el rato que son heteros. Los padres de sus amigos no los han creído, sus amigos a veces tampoco y ellos siguen preguntándose por qué deberían vestirse igual que todos los demás hombres del mundo para ser lo suficientemente masculinos, signifique lo que signifique eso, para poder ligar, para que la gente no piense que son pareja. Se sienten libres para pintarse las uñas si un día les apetece, pero, por lo que sea, al mundo no le parece del todo bien. Los chicos de Baker-Miller es la otra cara del feminismo: dos hombres jóvenes reclamando su derecho a ser lo que les dé la gana sin que el mundo los […]