Es innegable el gusto de Miguel del Arco por dar a los autores clásicos un toque diferente, sin pasar por alto su esencia, abordándolos desde su particular mirada y aportando ese «¿y por qué no?» que los transforma y nos los descubre desde un ángulo insospechado. Algo que vuelve a hacer con La señora y la criada de Calderón. Nos encontramos en la Italia de los años 50, con todos sus estereotipos vistos en el cine clásico de la época que, sorprendentemente, encajan a la perfección con el planteamiento «calderoniano». Miguel ha optado por llevárselo al extremo, exprimiendo el jugo a esos versos gamberros, desprejuiciados y muy cachondos, poniéndolos en boca de unos personajes delirantes, caricaturescos y extremos que dan […]
José Antonio Alba
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