Berlín, Berlín

Esta trepidante comedia nos sumerge en el Berlín Este de 1989 antes de la caída del muro, a través de la historia de una joven pareja, Emma y Ludwig, cuyos anhelos por cruzar al Berlín Oeste en busca de vida más occidental dirigen magistralmente los pasos de una obra palpitante. La fresca dulzura y la gracia de Ariana Bruguera (Emma Keller) marcan las primeras cadencias de esta obra, acompasadas magistralmente por su pareja en el escenario, el hilarante David Carrillo (Ludwig). Pero no hay dos sin tres, y suerte que es así, porque la aportación de Juan Antonio Lumbreras (Werner Hofmann) es sencillamente la pieza clave del perfecto trío de ases.

Los enredos se suceden en este plan de huida, en el que cabe destacar el papel de la anciana madre de Hofmann (nunca una voz fue tan determinante desde la de la Sra. Wolowitz en The Big Bang Theory), los líos de la STASI, el principiante espía Hans, volver a ver sobre las tablas al mítico Eloy Arenas o la magnífica actuación de Esperanza Elipe (Camera Café).

Con todos esos ingredientes solo puede salir una tarde deliciosa, así que…¡Venid, venid a ver Berlín Berlín!

 

La obra es un auténtico vodevil, no paran de suceder situaciones curiosas que mantienen la atención del espectador. El estilo de humor es de los de antaño, que se refuerza con actores veteranos como Eloy Arenas, con un código propio de interpretación que te hace identificar rápidamente esos tonos y acentos únicos que se ha construido como actor profesional y que te provocan irremediablemente una sonrisa.

La escenografía es soberbia y bien articulada y sabe acompasar el dinamismo interpretativo que ha sabido desplegar en la dirección escénica Daniel Olivares, haciendo que la compañía se mueva frenéticamente haciendo honor de una interpretación cómica al más puro estilo vodevil.

Berlín, Berlín es lo que se espera que sea: divertida y sencilla. Aunque no tiene momentos extremadamente originales, no los necesita, porque lo que sí tiene es un muy buen reparto que sostiene bien la comedia de enredos que es, sacándole al público carcajadas durante toda la función.

Destaca David Carrillo, con un personaje al que las cosas se le complican más y más y más, que no se rinde y no le falta gracia y honestidad en ningún momento.

Una de esas obras para no pensar, para olvidar el mundo un ratito antes de cenar, en las que se disfruta el aprieto constante en el que viven sus protagonistas, en las que crees que cuando ya nada puede empeorar más, siempre hay una manera de que sufran un poquito más.