Blast

Dos directoras encomiendan a siete jóvenes la misión de cambiar el mundo desde un escenario. Entre el deseo de quemarlo todo, la necesidad de encajar, el hastío, la angustia climática -y otros universales de la veintena, y particulares de la generación z- luchan porque en el teatro ocurra algo que trascienda ahí fuera.

Durante las dos horas que tienen para este cometido conocemos a siete personajes que parecen hipérboles de los siete actores y actrices que les encarnan, y en su interacción van desgranando hasta el átomo los conflictos en torno al activismo, el género, la orientación, la empatía, el privilegio, la raza o la precariedad.

En una explosión estética de música y luces de neón (Blast), una libertad contagiosa nos guía hacia la solución, o hacia una solución posible, que pasa por saber divertirse mucho y con pasión, atreverse a ser quienes somos, confiar, y amar a quienes nos acompañan.

Al final sales con la sensación de haberte visto una temporada entera de We Are Who We Are o Euphoria, si sus guionistas tuvieran la mitad del sentido del humor que manejan Noemí Rodríguez y Andrea Jiménez, y que atraviesa toda la obra, dejando, sin embargo, el golpe intacto.

A veces el teatro basta para prender la mecha. A veces surge el incendio y es suficiente con estar en el patio de butacas para notar el dardo que desde el escenario se lanza y que hace diana entre el público. Esto sucede con Blast, una propuesta ácida, rabiosa y sarcástica que deja espacio también para lo vulnerable, para la apatía, la dulzura y la belleza.

Este montaje de Teatro En Vilo aborda cuestiones de género, de clase y climáticas al mismo tiempo que baraja las problemáticas de un sistema que condiciona y que excluye. Y lo hace con un lenguaje lleno de color, con tintes punk y mucha ironía. Cultiva la constante duda que habita en la conciencia y la disecciona hasta exponer una a una todas sus aristas.

Es una oda contra el aburrimiento, una rave y también una herida que se muestra en canal y que supura. Es un teatro que agita, que reprende y que invita al movimiento. Tras el aplauso queda el poso de una energía que se transforma y que es capaz de salir a la calle, darte la mano y acompañarte.

Todo empieza con un lienzo en blanco en el que 7 personajes, dispares y complementarios a la vez, luchan por rescatar a su amiga eco-friendly de las garras de una bola gigante que, según nos explican de manera tímida, representa al capitalismo. A partir de ahí, Blast, se convierte en una fiesta, en deseos y anhelos, en un cuadro que se va dibujando poco a poco, escena a escena, para descubrirnos los miedos, frustraciones, alegrías y pensamientos de la generación Z, y a unos personajes que van creciendo poco a poco hasta explotar de energía y libertad.

Con un tono divertido, atrevido, irónico, provocativo y muy muy reivindicativo, estas y estos 7 jóvenes se comen el escenario a base de bailes, divertimentos, manifestaciones, caídas y subidones... Y mucho amor. Tampoco falta el talento, demostrando ser una generación polifacética, quizás porque no les queda otra, a la par que muy consciente de su situación social y de los problemas a los que van a tener que enfrentarse: la crisis climática, la precariedad, el bullying, el miedo a no encajar...

Andrea Jiménez y Noemí Rodríguez, el dúo creativo de Teatro en Vilo, lo han vuelto a hacer. Han vuelto a crear una producción de las que consiguen que salgas del teatro de una manera diferente a como has entrado. Quizás con una sonrisa, quizás con muchas preguntas, puede que con ganas de sentarte con los protagonistas a la salida a que te cuenten más sobre su vida y deseos; o directamente te apetecerá irte con ellos, ellas, elles a quemarlo todo. Porque sí, hay veces que dan ganas de quemarlo todo. Pero esta generación demuestra en esta pieza que la diversidad, el amor, la aceptación, el humor y un poquito de rebeldía ganan al odio y la ira.

El dúo creativo compuesto por Andrea Jiménez y Noemí Rodríguez, las eternas creadoras de Teatro en Vilo, escalan su carrera y sus propuestas pro-feministas de los últimos años con este texto que explora los pormenores y perfil de la Generación Z. Sus preocupaciones, -ideal futuro-, a través de un encuentro fructífero (e improbable) entre 7 jóvenes elegidos tras una convocatoria abierta en la que se recibieron 970 solicitudes. Blast, estos días en el María Guerrero en una apuesta de nuevo acertada de la programación del CND, es un ensayo en movimiento, una fiesta fulgurante, una tertulia que conecta en director con el público, un "consultorio político-emocional" en palabras de sus autoras, que hacen posible lo imposible, emocionándose con la posibilidad contestataria de imaginarse un futuro prometedor.