Circo Raluy Legacy: Cyborg

Cuando voy al circo, me entrego al espectáculo. No sé vivir una pieza de arte circense sin asombrarme, aplaudir y sentir que la vida tiene más sentido. Y con Raluy Legacy, todo se acelera y se potencia de una manera espectacular. Cyborg es la primera obra que disfruto de esta compañía y desde el primer segundo, deseé que no sea la última.

Globo de la Muerte en la oscuridad, contorsionista invertebrada, máquinas que rugen, vuelos espaciales, animales animatrónicos… sorpresa tras sorpresa desfila en la pista del Circo Price dejando a todo el público vitoreando al principio y final de cada número. Además, el humor es una parte clave de todo el show, ya que acompaña y fija momentos divertidísimos con dos artistas destacados e increíbles; Pietro Vicentini y Antonio Dimitri. Aplausos especiales para estos dos profesionales que deslumbran y enamoran.

Todo el reparto hace malabares escénicos maravillosos con los que las 2 horas de duración se hacen cortísimas. Extraordinario equipo que se ha instalado durante un mes en Madrid. Qué ilusión, qué grandeza y qué ganas de que mucha gente descubra su magia y trabajo. Ah y llegad con tiempo, que antes de que empiece, podréis recorrer una pequeña exposición de caravana antiguas y un museo ambulante para transitar sus más de 100 años de historia.

Los Raluy forman parte de una larga estirpe de artistas de circo. La compañía, fundada en Cataluña y vinculada familiarmente con Sant Adrià de Besòs, ganó el premio Nacional de Circo el 1996 y la Creu de Sant Jordi de Barcelona el 2006. A partir del 2016 el circo se divide en dos proyectos: el Circo Histórico Raluy y el Circo Raluy Legacy, que es el que más a menudo vemos. El Legacy, precisamente, ha llegado a entrar en el BigTop Label, un grupo exclusivo formado por los 12 mejores circos del mundo. La calidad, la dedicación y los valores de sus espectáculos, así como la ausencia de maltrato animal o su larga colección de carruajes circenses históricos han contribuido a que pueda disfrutar a día de hoy de esta prestigiosa clasificación.

Es curioso ver como un circo fuertemente arraigado a la tradición ha optado esta vez por un espectáculo llamado Cyborg. De todas formas, pronto veremos que la excusa queda reducida a dos o tres números y a un final de estética más o menos futurista. Y es que el Raluy, a diferencia de otros como por ejemplo el Cirque du Soleil, no se someten a un argumento ni a una historia, sino que siguen más bien las fórmulas clásicas de siempre. En este sentido, hay números que incluso ya te los esperas, como el de las hermanas Raluy –las únicas mujeres propietarias de un circo en toda Europa- o el de sus hijas con los patines. Esta vez hay la novedad del número de las motos o el bonito homenaje inicial a Luis Raluy, muerto hace unos años.

Estamos ante, pues, un espectáculo que da lo que ya se espera de él pero que lo hace con el excelencia y la familiaridad a la que ya nos tienen acostumbrados. Un circo en el que te encuentras como en casa, quizás porque detrás hay una familia real –y de varias generaciones- que se ayuda y trabaja junta todo el rato.