Este es un país libre y si no te gusta vete a Corea del Norte

Íñigo Guardamino siempre se guarda una comedia ácida bajo la manga. Este año nos ofrece esta comedia negra llena de desazón. Ya pudimos ver Este es un país libre y si no te gusta vete a Corea del Norte el año pasado en otra sala madrileña y este año regresa a la Sala Mirador. Cinco historias del surrealismo más absurdo y ácido se quieren presentar como una muestra de la sociedad actual puesta al extremo. Mola ver la intención de crear una comedia absurda y llena de humor negro, y si el surrealismo fue real la carcajada lo fue aún más.

En una preciosa y adecuada escenografía de Alessio Meloni se desarrollan las cinco historias, a cada cual más divertda. Rodrigo Saénz de Heredia se sale, se sale, se sale. Cada papel que hace lo borda, con su justo tono de comedia, sin querer hacerse el gracioso. Rodrigo es un actor que conoce los tiempos de la comedia y sabe poner toda la seriedad que requiere, porque las grandes comedias son grandes tragedias. Por otro lado Sara Moraleda está encantadora en todos sus papeles, donde lo da todo. He de decir que la historia de la niña de la primera comunión me hizo reír a mandíbula batiente. Me flipó como bordaba el personaje; y Natalia Díaz por su lado está fantástica en todos sus papeles.

Guardamino nos vuelve a introducir en su mundo de fantasía cómica y acidez y con gran lucidez nos presenta esta obra para pasar un rato en el teatro como ningún otro.

Íñigo Guardamino es un niño grandote al que le gusta jugar: con sus fantasías, con el lector/espectador y con un mundo cuyas sinapsis no son siempre evidentes. Con mirada profética nos lanza realidades aparentemente ilógicas e inconexas para, tras retorcerlas y amasarlas, presentarnos planos superiores de comprensión. En el universo de ideas en el que se mueve con comodidad, hay elementos comunes: su atracción por el lejano oriente, el culto a la personalidad, el casi litúrgico e hipnótico sometimiento en pugna con la libertad del deseo y un ecumenismo en el que somos menos dispares de lo que creíamos.

En esta propuesta de Nave 73, tras otro título de literalidad imposible, juega con el humor para, una vez desarmada la resistencia, penetrar en nuestra estructura profunda y dominarnos. El humor es carnalmente excesivo, subconsciente, identitario, en una verbacidad que requiere más tiempo y sosiego para su comprensión. Juega con diversas escenas, con distintos hilos argumentales, con una prosa intelectual e íntimamente poética en cuya diversidad de registros está la clave de nuestra identificación.

Natalia Díaz, Sara Moraleda y Rodrigo Saénz de Heredia encarnan una complejidad de personajes cuya comprensión no siempre es sencilla pero que ellos saben llevar a su terreno para construir arquetipos de amorfos sociales que esconden muchas  sombras detrás de la sonrisa que provocan. Aunque también percibimos contraproducente una dirección demasiado preocupada en focalizar la atención en el texto, que es entendible porque realmente es lo mejor de esta función, en detrimento de una agilidad escénica que se ve plagada de continuos coitos interruptus a base de flashes estructurales que ralentizan la acción.    Continuar leyendo en TRAGYCOM