He nacido para verte sonreír

El Teatro de la Abadía acoge este mes un texto del argentino Santiago Loza dirigido por el ya habitual director de escena Pablo Messiez, argentino también. Juntos presentan un texto de una belleza tierna y frágil. "He Nacido Para Verte Sonreír" habla del amor de una madre, inquebrantable pero destrozado por el horror de ver a su hijo convertido en algo desconocido, y por ver que su hijo ya no la reconoce. El texto es de una profundidad hermosísima y de una humanidad incuestionable. Loza firma esta historia de amor puro y humano que te calará hondo.

Como dijo Isabel Ordaz, la actriz del montaje, Pablo era el único que podía dirigir este texto. Pablo abraza cariñosamente esta historia y lo rodea de ese halo de belleza que está presente en todos sus montajes. Esta dirección logra calentar el alma y encender la lágrima en el ojo del espectador. La manera de poner en pie el texto es magistral. Pablo guía de la mano a los dos actores y les une haciendo que salga una obra de a dos maravillosa. ¡Qué miradas las de Isabel Ordaz a su hijo! ¡Qué manera de escuchar la de Nacho Sánchez (el hijo)! ¡Qué hermosos sentimientos aparecen en sus miradas! Qué bien sostiene Ordaz el peso de la acción, cómo da a cada situación un matiz distinto. Ordaz lleva la tragedia sin aburrir al espectador e incluso haciéndolo reír. Nacho Sánchez, por el otro lado, aunque mudo, su mirada y su cuerpo expresan mucho, no te aburrirás al verlo hacer su personaje, es más te emocionará su fragilidad.

Destacables los momentos musicales de la obra (¡Qué bonitos! ¡Y qué bien escoge Messiez la música!) y también destacable la escenografía, la cocinita y todos los juncos y ramas que rodean esa cocinita. Para mí son ese refugio del cual ambos personajes están necesitados.

Esta es una obra bella, con un equipo artístico inteligente y cariñoso.

Un chico entra en la cocina de su casa y enciende la radio. Suenan Los Panchos. Entra su madre. Hoy toca despedirse, el hijo va a emprender un largo viaje. Y aún queda tanto por decir...

 

El texto de Santiago Loza es de una belleza casi tan salvaje como su dureza. Neorrealismo, melodrama, poesía, desgarro, hábitos, pena, despedida, agua, instintos y lejanía. Todo inundado de un dolor y de un lirismo desgarradores.

Iluminados por Paloma Parra, vestidos por Elisa Sanz y cobijados en un nido creado por la misma Elisa Sanz junto con Paula Castellano, Isabel Ordaz y Nacho Sánchez viajan por los sitios más oscuros, demoledores y duramente tiernos que hay en una relación madre/hijo. Todos los trabajos son magistrales. Las luces no son de este mundo, el vestuario y la escenografía son acogedores, secos, vibrantes. Son un nido maternal o una de esas cabañas camufladas en medio de un bosque desde donde los expertos graban los comportamientos más extraños de los animales. Y por supuesto la mano gloriosa de Pablo Messiez. Coloca cada pieza en el punto exacto que necesita la obra para que el engranaje salte de donde quiere a donde pretende. Es un trabajo tan certero que es invisible, todo parece que fluye, que es así "naturalmente" y claro, esa "naturalidad" es la mano, la sensibilidad y el talento descomunal de alguien que mira y ve. Y que ve más. Y que ve más que todos.

Quien no conozca a Nacho Sánchez y a Isabel Ordaz va a desvanecerse en su propia baba. Es imposible estar mejor. Tal cual. Habitan mil millones de sitios todos más peligrosos que el anterior. Descomunales y valientes. Quien SÍ conozca a Nacho Sánchez y a Isabel Ordaz va a desvanecerse en su propia baba. Porque lo que hacen es de otro planeta.

Pillad entradas YA. Aunque fijo que prorrogarán y prorrogarán y girarán y girarán, cuanto antes lo veáis, antes repetiréis.

Ya puedes pinchar AQUÍ y leerás un comentario en mi blog bastante más extenso.