Historia de un jabalí o algo de Ricardo

Gabriel Calderón ha escrito y dirigido Historia de un jabalí (o algo de Ricard), un monólogo que gira alrededor de los mecanismos del poder contemporáneo, el deseo y el resentimiento, y nos hace reflexionar sobre los límites de la ambición, la mediocridad, la vanidad y el poder.

Se trata de teatro dentro del teatro.

Un actor interpreta al actor que tiene que representar el papel de Ricardo III. Actor y personaje comparten algunos rasgos de personalidad, como el resentimiento, la envidia, la manipulación, la estupidez, el fracaso, el deseo y la ambición. La ambición del personaje shakespeariano y la ambición del actor que lo tiene que interpretar. Ficción y auto ficción.

Joan Carreras construye el personaje haciendo gala de todo un gran abanico de recursos interpretativos. Lo hemos visto intenso, sobrio, natural, creíble, mesurado. ¡Brutal! Una interpretación magistral con la que Carreras ganó el premio Max a la mejor interpretación.

Magnífico texto y fantástico actor. Una puesta en escena espectacular diseñada por Laura Clos, llena de simbolismos que hacen referencia en el mundo teatral. El excelente trabajo de caracterización de Nuria Llunell, el vestuario de Sergi Corbera, y una iluminación muy esmerada de Ganecha Gil, hacen de este espectáculo un imprescindible para todo amante del buen teatro.

Ricardo III es un personaje recurrente, de aquellos que no nos cansamos nunca de ver encima de un escenario. A través del monólogo conoceremos las discusiones con los otros actores, la mala relación con el director, los desastrosos ensayos, etc. Y todo esto punteado por los maravillosos versos del bardo de Avon, seguramente de los más duros de toda su obra.

Detrás de esta pequeña joya hay el dramaturgo y director uruguayo Gabriel Calderón. Pero nada sería lo mismo si la idea no fuera defendida por un actor de aquellos que son capaces de todo, que nos muestra a este actor huraño, listo y perverso. Y es que nadie podrá negar que Joan Carreras lleva un tiempo regalándonos las mejores noches de su carrera artística. No es fácil aguantar un monólogo como este -sobre todo si es la primera vez que te enfrentas a uno-, pero si veis la pieza entenderéis la energía que se tiene que gastar en este caso.

Una mención a parte tendría que ser para la interesante escenografía de Laura Clos y Marta Calderón. Un espacio escénico reducido, pero contundente, que nos transporta a la tramoya de un teatro atemporal, juguetón y arquetípico. Un espacio en el que nos gustaría quedarnos un rato más y seguir viendo personajes y situaciones. Y es que a los que nos gusta el teatro nos encanta meternos, de vez en cuando, entre bambalinas.