Las princesas del Pacífico

Bajo la dirección de la promesa (cumplida) José Troncoso, la obra de teatro Las princesas del Pacífico, reestrenada en el siempre acogedor, transgresor, vanguardista Teatro del Barrio, nos regala una singular caricatura del nuevo bufón actual encarnado en las figuras de Agustina y Lidia, tía y sobrina, aisladas de un mundo a través de la puerta de su casa, comunicadas a través de la televisión, revestidas de unos prejuicios deformes producto de la marginación social y de una vida compartida a través de las noticias de sucesos y actualidad. Dos protagonistas icónicas, pintorescas, esperpénticas que juegan con los límites del humor y la tragedia, cuando un día ganan un premio y se embarcan en un crucero que les pone frente a sí las inclemencias del tiempo, de la compleja relación de los vínculos sociales, de la crueldad del que solo ve espejos deformes más allá del ser humano. Dos personajes que nos hacen preguntarnos cómo acoger a los que han tenidos distintas oportunidades, o han tomado decisiones diferentes, los que llamamos raros y se desvían del camino marcado hasta tocar un absurdo tan hilarante que no puedes dejar de reír desde el minuto que apagan las luces y empieza la función. Y ojo que la delgada línea de llorar de felicidad o de pena es siempre demasiado fina. Por favor, vayan a verla.

Un escenario rodeado por trabajitos de encaje, típico de casa de la abuela, dos maletas, espumillón y dos actrices que se salen. Es todo lo que el capitán-director de este crucero, José Troncoso, utiliza para crear una obra ácida, amarga. Con sus raíces profundamente ancladas en la realidad actual esta obra nos presenta dos princesas grotescas, pero humanas; sin corazón, pero con cierta ternura. Las cosas en esta obra no son blancas o negras, hay grises; y los personajes son de distintos tonos de gris. Son personajes que viven en una realidad amarga, pero que responden mal a esa realidad haciéndola aún más amarga.

El hecho de que la obra sea una comedia la acerca más al gran público que llegará, pasará un rato buenísimo, se habrá reído hasta mezclar carcajadas con lágrimas de risa; peeeero! se irá a casa con una semilla de reflexión, un run run en la cabeza que hace que esta no sea una comedia vacía.

Las actrices son unas monstruas. Cómo crean los personajes, cómo se mantienen en ellos. Esto, señores es teatro de verdad, estas actrices no se apoyan en nada externo para construir el personaje, sólo tienen su cuerpo, que deja se de ser su cuerpo para ser el cuerpo de los personajes. Enhorabuena Alicia Rodríguez y Belén Ponce de León.

Y la dirección es sencilla pero maestra, apenas se ve, se nota que José trabaja sólo con las actrices y con su propia imaginación de director. Jose crea gran cantidad de espacios y situaciones con muy poco. como he dicho antes: Señores, esto es teatro de verdad.

Entre Sara Romero, Alicia Rodriguez y José Troncoso crearon dos personajes, tía y sobrina, Agustina y Lidia, que pasarán de vivir conectadas al mundo a través de la televisión a embarcarse en un crucero "de lujo" donde descubrirán que no es oro todo lo que reluce y que en definitiva, si naciste pa martillo, del cielo te caen los clavos.

Comedia descacharrante y dolorosa a partes iguales. Heredera del neorrealismo italiano y con una amargura de esas que te rompen el corazón. Lo que parece un espectáculo casi de clowns poco a poco se convierte en un drama ácido y desgarrador sobre la desgracia interna, la que te persigue y no te deja escapar.

Alicia Rodríguez y Belén Ponce de León están en estado de gracia. Es imposible que estén mejor. José Troncoso dirige en un alarde de inventiva, de oficio y de amor por sus personajes. Un espectáculo que no tiene defectos ni peros, un auténtico diez.

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En los cuentos las princesas siempre han tenido buena fama de simpáticas y  tal vez caprichosas; muy al contrario, las reinas suelen ser malvadas. Estas princesas, tras el inesperado giro de un premio, emprenden un viaje iniciático que las llevará a explorar otros mundos con su visión localista de falsa seguridad.

La mirada de José Troncoso, Alicia Rodríguez y Sara Romero no es cruel; debajo de la capa de risas e incluso carcajadas yacen estos seres que no saben lo que nosotros sí sabemos, que ignoran su finitud y sus limitaciones, que recorren, con inocencia virginal, senderos ya pisoteados, que conmueven con penas y miedos tan universales como el alma humana. Agustina y Lidia, dos personajes de trazo grueso y surco profundo que a base de risas van tejiendo un retrato amargo de vida y realidad, de lucha y ocultación, de amor y castración.  Alicia Rodríguez y Belén Ponce de León ponen carne y tela a estos dos seres condenados a necesitarse mutuamente, a ejercer con dolor y tensión el poder y la sumisión, a protegerse de un miedo paralizante y lo hacen de manera magistral, atrapándonos con gestos y miradas que sin decir nada lo dicen todo y que cuando hablan rebosan veracidad. Todos hemos tenido/tenemos una tía/abuela/vecina con esos giros tan cómicos, tan veraces, tan eficazmente naturalistas. Tras el exceso de una risa poderosa se encuentra la vida que todos conocemos. Lidia y Agustina, como en los cuadros de Solana, como en los dramas de Valle-Inclán, tejen sus raíces en la tradición y la realidad para, con el arma infalible del humor, introducirnos del brazo en los salones del teatro más digno y serio...  Continuar leyendo en Tragycom