Hay historias que regresan cada diciembre como una hoguera encendida en mitad del invierno. Cuento de Navidad, de Charles Dickens, en el Teatro Maravillas, es una de ellas. Y la versión que acoge el Teatro Maravillas consigue algo nada sencillo: hacerla vibrar con fuerza renovada.
Desde que se apagan las luces, la magia empieza a hacer su trabajo. Conocemos al señor Scrooge, un hombre avaro, gris y profundamente desconectado de todo lo que huela a celebración, afecto o generosidad. No cree en la Navidad. Ni falta que le hace… o eso cree él. Hasta que, en la madrugada de Nochebuena, tres fantasmas vienen a visitarle para mostrarle su pasado, su presente y un futuro nada alentador si continúa por ese camino.
Lo bonito de esta versión es cómo acerca una historia universal al público familiar sin perder ni una pizca de profundidad. Los niños siguen la trama con atención —los fantasmas funcionan como un poderoso hilo narrativo— y los adultos, inevitablemente, miramos a Scrooge con otros ojos. Porque todos tenemos algo de él. Y también, por suerte, capacidad de cambio.
La obra pone el acento en los valores esenciales: la generosidad, la empatía, el cuidado del otro. Se habla de Navidad sin envoltorios brillantes, sin consumo desmedido, devolviéndola a su lugar más íntimo y verdadero.
En definitiva, Cuento de Navidad es una apuesta segura para disfrutar en familia, una obra que deja poso y que invita a salir del teatro con el corazón un poco más abierto. ¿Qué tipo de personas queremos ser cuando se encienden las luces de nuestra propia Nochebuena?