Calma… calma es lo que te va invadiendo los primeros minutos del espectáculo, para volverte a llevar al estrés, conducirte de nuevo a la paz, para volverte a remontar hasta un ritmo frenético. Un único personaje nos lleva a transitar por estos estados. Una sola presencia para un gran escenario que, en su pequeñez lo abarca todo. Aunque hay que decir que no está solo en el espectáculo: pronto percibimos la presencia de un equipo que lo acompaña en esta aventura, con una coordinación precisa y ejemplar.
Vemos esta mezcla entre poesía y delirio. Vamos de lo absurdo y extravagante a lo más sencillo y delicado, con el estilo que caracteriza a sus espectáculos. A nivel de recursos hay cuerpo, evidentemente, títeres y trabajo con objetos, así como algunas notas musicales en directo. Y como público nos hace sentir presentes y parte del espectáculo, con una participación muy medida y agradable que nos lleva a ser un mar de manos y voces vibrando en la misma frecuencia. Una frecuencia donde se respira la calma. Y es en esta frecuencia donde se instala la confianza. La atmósfera idónea que lleva a compartir con desconocidos y desconocidas ese momento de proximidad. Un medio en el que deberíamos de habitar siempre, donde hay más abrazos y más puestas de sol.
Regalaos un paréntesis así, de tanta calidad a muchos niveles.
