Johnny Chico plantea uno de los conflictos más duros y difíciles de la vida: aceptarse tal y como uno es, pero ¿qué pasa cuando lo que eres es lo que siempre has odiado? Cuando te miras al espejo y no te reconoces porque lo que ves reflejado en él son todos los prejuicios de una sociedad retrógrada donde los niños no lloran y las niñas son objetos de deseo.
La obra de Stephen House dirigida por Eduard Costa nos plantea un debate sobre los roles de género, sobre la forma de amar del hombre, esa que se imponen porque un hombre de verdad no siente, no quiere ser amado, es rudo. Nos habla del amor entre personas del mismo sexo, pero sobre todo nos habla del amor hacia uno mismo, de ese proceso de aceptación que duele, desespera y en ocasiones agota, pero ¿cómo se puede uno aceptar cuando la sociedad le rechaza constantemente?
Víctor Palmero nos hace transitar hasta los lugares más oscuros de Johnny, nos enfrenta a nuestros miedos y a nuestros propios prejuicios, de su boca escuchamos frases cargadas de un odio y de un dolor que nos golpean fuerte porque o bien hemos sentido esas frases en nuestra piel o bien las hemos dicho en algún contexto. La interpretación de Víctor, es brutal a nivel tanto corporal como gestual, nos hace amar y compadecernos de Jonnhy incluso en sus momentos más incómodos, junto a esta interpretación cabe destacar el espacio sonoro creado por Juanjo Ballester que ayuda al espectador a meterse más en aquellos callejones y en la emoción del protagonista.
Johnny Chico es una obra dura, que duele, pero que lucha por una visibilidad y por una concienciación social e ideológica, podéis verla los sábados de noviembre en el Teatro Lara a las 22:30.