Un avaricioso empresario con un más que indudable parecido a Donald Trump, capaz de cualquier cosa por ensanchar sus bolsillos, se enfrentará a un grupo de combativos activistas ambientales, dispuestos a denunciar sus tropelías contaminantes. Este es el punto de partida de una función divertidísima que tiene como tema central el greenwashing, algo que ya apareció, aunque con un tono bastante diferente, en la película The East (2013) de Zal Batmanglij. Para quien no lo sepa, el greenwashing se refiere, a grandes rasgos, a ese blanqueamiento de imagen llevado a cabo por algunas marcas que pretenden aparentar un posicionamiento ecologista de cara a la galería, aunque luego, a escondidas, hagan justo lo contrario.
En los sucesivos sketches que conforman la historia se recorrerán algunos momentos tan hilarantes como el de unos pasionales y acaramelados pollos transgénicos, el de una «cándida» Greta Thunberg, enamorada de su vecino, o el de un árbol drag. Cada escena resulta única, pudiendo funcionar a la perfección de manera individual, pese a haber un hilo conductor que las hace conectar hasta el final.
Como en otras ocasiones, Yllana vuelve a recurrir al lenguaje corporal, su gran e indiscutible seña de identidad, recurso esencial de todos sus montajes, y lo logra gracias a la excelente comicidad de sus cuatro actores, una comicidad que apela al más auténtico sentido del entretenimiento sin renunciar por ello a suscitar alguna que otra reflexión.