DEL 25 DE ENERO AL 4 DE FEBRERO EN LOS TEATROS DEL CANAL

Alberto Conejero: «Confío en la resistencia del teatro para permanecer a salvo de aquellos intentos de control desde poderes oscuros»

El actor Rubén de Eguía da vida Patroclo, un enamorado convertido en cuerpo y palabra 'En mitad de tanto fuego'

Bea López

Alberto Conejero, Premio Nacional de Literatura Dramática en 2019, estrena ‘En mitad de tanto fuego’ en los Teatros del Canal.

El dramaturgo Alberto Conejero presenta En mitad de tanto fuego, un diálogo personal e íntimo, que nace a partir del canto XVI de La Ilíada de Homero. Un monólogo que es, en realidad, el canto de Patroclo, un personaje secundario en el relato original, quien es aquí carne enamorada y deseo. Conceptos como el poder, la pasión, la violencia o la patria atraviesan la obra, que persigue ofrecer el rescate de una alegría posible. Rubén de Eguía protagoniza este espectáculo dirigido por Xavier Alberti, que podrá verse desde 25 de enero hasta el 4 de febrero en la Sala Negra de los Teatros del Canal.

Desde TeatroMadrid hemos hablado con el autor vilcheño sobre la creación del espectáculo y sobre cómo puede resistir hoy el teatro en mitad de tanto fuego.

El espectáculo es un alegato antibelicista que ofrece la oportunidad de imaginar un futuro de otro modo, desde una mirada diferente. ¿Consideras qué es fundamental que los creadores se atrevan a adaptar y representar hoy a los clásicos desde un lugar distinto?

Alberto Conejero: En mi caso En mitad de tanto fuego no es una adaptación de La Ilíada de Homero, aunque parte del canto XVI. No es una reescritura, ni siquiera una versión. La cuestión conceptual es importante. Pediría que quien vaya a descubrir la obra no piense en encontrar una reducción de La Ilíada de Homero, sino una mirada íntima y personal, a partir de ese material.

Pero sí que me parece fundamental la cuestión de la transmisión. Todos los creadores tenemos como una doble tarea en dos direcciones: por un lado, generar obras de presente, y por tanto que dialoguen con nuestro tiempo, pero también ser cadena de transmisión de aquellas obras del pasado, que siguen teniendo vigencia y siguen siendo fundamentales. Estoy ahí una y otra vez en ese diálogo entre tiempos. Me daría pena que no hubiera miradas sobre los clásicos.

Tú mismo has señalado que has querido leer La Ilíada en su interlineado. Mostrar una historia contada desde los márgenes que permita la ruptura de eufemismos. ¿Cómo has vivido el proceso de crear este diálogo íntimo, a partir del poema épico de Homero?

A.C.: El proceso ha sido, por un lado, escuchar lo que me dice La Ilíada y, por otro lado, qué sentía que me quería contar el personaje de Patroclo. No he trabajado tanto desde la erudición, aunque para mí el estudio y la propia traducción son fundamentales, sino tratando de comprender no solo lo que la tradición ha salvado, sino aquello que la tradición no ha salvado, pero supimos que existió. Por ejemplo, una obra de Esquilo, Los mirmidones, que se ocupaba directamente de la relación erótica y amorosa entre Patroclo y Aquiles, que no se ha conservado. Es curioso cómo a veces nuestra idea sobre los clásicos tiene que ver más con una tradición sobre los clásicos que sobre los propios clásicos.

«En mitad de tanto fuego es un texto de textos; un texto sobre el deseo, pero también del deseo de palabra y de literatura»

Y cuando digo que he trabajado con el interlineado, me refiero al hecho de que una obra no es solo lo que dice, sino también lo que apunta, lo que señala, lo que insinúa, lo que da por sentado. He trabajado desde un profundo respeto y devoción por ese material, que conozco desde mi adolescencia y que me acompaña. Esta obra propone recuperar una genealogía perdida de cuerpos y afectos disidentes, de identidades sexoafectivas marginadas. En mitad de tanto fuego es un texto de textos; un texto sobre el deseo, pero también del deseo de palabra y de literatura. Patroclo no solo convoca una y otra vez a Aquiles, sino que convoca aquellas palabras que le sirven para ejercer ese embrujo, ese sortilegio, a través de la sensorialidad del lenguaje. Y por eso se activa esta constelación de voces cercanas y amadas a Patroclo y a mí.

Crear lo que has denominado un texto de textos es un trabajo muy bello que puede parecer algo sencillo, pero entraña una complejidad que se asienta en la necesidad de conocer y tener muy en cuenta la herencia literaria.

A.C.: Es muy curioso esto, porque, recuerdo que, en un momento dado, en una de las primeras versiones, alguien me dijo: «esto me suena un poquito cursi». Y dije: «es literalmente una imagen de Safo». Resulta interesante cómo de repente nos relacionamos con la sentimentalidad. He querido romper en este texto ciertos límites y miedos míos. «No se puede temer al ridículo cuando estás enamorado», dice Patroclo. Y, de hecho, Patroclo acude también a la poesía como esa quiebra de los límites sociales y rutinarios el lenguaje. Además, en mi caso, soy un autor que no quiere tener miedo a acudir a la cantera del pasado a buscar los materiales, que a mí me sirven para escribir mis textos.

«La Ilíada sigue vigente porque la guerra no ha terminado» has afirmado. A día de hoy, lamentablemente, las guerras continúan. Algunas son políticas, pero, sin duda, las guerras más atroces de la historia se han emprendido en nombre de la religión. ¿Por qué crees que el hombre nunca aprende la lección?

A.C.: Porque somos una suma asombrosa y temible, por tanto, de instinto y técnica. Y porque toda generación parece olvidar los dolores de la anterior. Ninguna obra de teatro, ninguna canción, ningún fantasma que vuelve de la guerra, ningún cuadro ha evitado la siguiente guerra. Esto es terrible. Quizás sí se han evitado algunos dolores o se ha rescatado alguna bondad posible en mitad del horror.

Imagen de Alberto Conejero: En mitad de tanto fuego

Rubén de Eguía da vida a Patroclo, un amante convertido en cuerpo y palabra ‘En mitad de tanto fuego’.

En mitad de tanto fuego habla de dos batallas: la propia guerra y el relato sobre la guerra. Esto último es otra batalla que sucede antes o después de las guerras. Patroclo una y otra vez dice: «no hay monstruo más terrible que un héroe de guerra». Tiene que ver con nuestro libre albedrío, que nos permite hacer el bien y hacer el mal; nos lleva a la guerra una y otra vez. Quizás no se pueden evitar las guerras, solo algunas de ellas; y quizás el arte ahí sí que lo ha hecho alguna vez.

Además de dramaturgo y director por la RESAD, eres Doctor en Ciencias de las Religiones, lo cual te ha permitido nutrirte de un conocimiento multidisciplinar. ¿Qué te ha aportado a tu creación escénica? ¿Y cómo te permite ese vastísimo conocimiento tan poliédrico valorar los acontecimientos sociales, culturales y políticos que estamos viviendo?

A.C.: Siento que tengo dos grandes maestros: uno es Juan Mayorga, en muchos sentidos y el otro es Pedro Bádenas de la Peña, que fue mi director de tesis. Para mí, la religión y el teatro están íntimamente ligados en su empeño de transcendencia, de apelar a lo sagrado, de construir comunidad, de comprender que esta carne y espíritu que somos no puede quedar arrodillada y convertida en mera fuerza de producción y reproducción.

Me acompaña siempre toda esa formación, el investigador que fui. A veces cuando desde cierto sector más purista se hace una crítica a mi trabajo, apelo a compartir cuál es mi formación y de dónde nace todo lo que hago. Todo es el resultado de una formación que para mí fue decisiva como dramaturgo. Sí, soy licenciado en dirección de escena y dramaturgia por la RESAD, pero soy Doctor en Ciencias de las Religiones. La universidad, los cursos de doctorado y la tesis me han dado mucho, sobre todo la posibilidad de sistematizar y dedicarme plenamente a la investigación.

«Para mí, la religión y el teatro están íntimamente ligados en su empeño de transcendencia, de apelar a lo sagrado, de construir comunidad»

Una disciplina transversal que analiza desde diferentes aproximaciones científicas el fenómeno religioso, estudiándolo desde perspectivas históricas, filológicas, políticas, psicológicas, sociales y jurídicas, entre otras. Esto te convierte como creador escénico en un ingenio poliédrico.

A.C.: Siempre he sentido esa ambición poética de saber y de poder saber más. Recuerdo siendo adolescente sentir esa necesidad de querer saber más. Las asignaturas de griego clásico y literatura me cambiaron la vida en la escuela pública. En parte, quizás ahí se fraguó el autor. No existiría En mitad de tanto fuego sin Emiliano y Alicia, que fueron mis profesores de literatura y griego clásico en el instituto. Todo lo que somos acaba volcado en la escritura de un modo u otro y cuantas más herramientas tengas en la caja más cosas podrás crear.

En nuestro país, pero también fuera, en la ya casi última década estamos asistiendo a una radicalización política. La sanidad, la educación y la cultura son siempre las más perjudicadas. En la escena parece que hablar de hechos históricos, derechos humanos y sociales y de salud mental resulta molesto para algunos. Me estremeció especialmente la cancelación de una obra sobre los Trastornos de la Conducta Alimentaria, siendo la anorexia y la bulimia enfermedades mentales graves. ¿En qué queda convertido el teatro si no puede ser un espejo social?

A.C: El teatro ha de reclamar gozosamente su condición de convivio, y de convivio de lo plural y diverso como lo ha hecho desde sus albores en la Grecia clásica. El teatro como un lugar que, a través de la duda, la incertidumbre y el conflicto, nos permite ensanchar nuestra comprensión de nuestras vidas. Siento que, en los últimos años, unos y otros quieren hacer del teatro no una herramienta para la duda o para el cuestionamiento, sino de propaganda de sí mismos. Siento que esto es tristísimo.

El teatro es un espacio para dudar. Nos sentamos en la oscuridad y en la luz del escenario aparecen nuestros fantasmas, quizás más verdaderos durante la representación que nosotros, con más carne, con más lenguaje. El teatro debe ser una caja de resonancia para nuestras inquietudes y no un espejo servil que nos devuelva el pálido reflejo de nuestras ideas.

Imagen de Alberto Conejero: En mitad de tanto fuego

‘En mitad de tanto fuego’ es un diálogo personal e íntimo, que nace a partir del canto XVI de ‘La Ilíada’ de Homero.

Son muy lamentables los intentos de estrechar, constreñir o directamente cercenar las posibilidades de experiencia humana que da el teatro. Determinados temas, como has señalado, que tienen que ver con la salud mental, la memoria histórica, las cuestiones de género son percibidas como teatro ideologizado. Creo que un verdadero teatro, un gran teatro, no es el que se limita a desplegar una idea o una certidumbre, sino que despliega la complejidad de lo que somos. Confío en la resistencia del teatro para permanecer a salvo de aquellos intentos de control desde poderes oscuros.

De hecho, hablas con total conocimiento de causa puesto que has sufrido directamente las consecuencias de este control político.

A.C.: Sí, en el caso de El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca y lo que nos ocurrió en Briviesca cuando se canceló la pieza, frente a eso hay tanta gente emocionada e interpelada por la función de ideología muy distinta. El teatro tiene una potencia innegociable: la de albergar la diferencia. El teatro debe ser una casa de lo plural. Es en esencia un espacio refractario a los sectarismos. Un teatro libre ahuyenta a los que no contemplan otra posibilidad de vida que no sea la propia.

Hay un intento de control y de sacar de los escenarios determinados temas, pero el teatro ha sido siempre político. Se refiere a la polis, pero en su concepción más plural, diversa y contradictoria. No lo que entendemos ahora pobremente por política, sino al sentido más profundo de lo político, que tiene que ver con lo común, y no con lo único y uniforme.

Y voy más allá, cuando el teatro aborda derechos humanos, de género o de salud mental silenciar realidades no implica negarlas, van a seguir formando parte de nuestras vidas porque son reales. Como persona que ha padecido anorexia te aseguro que silenciar la enfermedad no va a negar su existencia. Y esto es muy grave y peligroso.

A.C.: Te agradezco profundamente que me compartas esta vivencia tan íntima.

Es muy necesario que se hable porque es algo que existe y también es fundamental dar visibilidad para ayudar a erradicar el estigma, así como para transmitir la esperanza de que la posibilidad de sanación es real.

A.C.: Otro mecanismo definitivo de los griegos. La fe en la catarsis, en esa purificación que se produce cuando ves (y el verbo es el preciso) que lo que a ti te ocurre no es solo un asunto tuyo; es un asunto de todos, interpela a la ciudad. Cuando algo ocurre en un escenario adquiere una dimensión poética y política, dos formas de la dignidad.

«La censura es un ataque a todas aquellas personas que, quizá, iban a encontrar en esa experiencia un momento de reconocimiento, de consuelo y también de duda, de debate»

Estoy absolutamente de acuerdo contigo en el hecho de que al censurar o prohibir una obra no solo se está prohibiendo esa obra, sino que se está lanzando un aviso e incluso una amenaza a la comunidad, a todos los ciudadanos. La censura es un ataque a todas aquellas personas que, quizá, iban a encontrar en esa experiencia un momento de reconocimiento, de consuelo y también de duda, de debate. La censura es también un ataque a la libertad de los espectadores y un desprecio a su capacidad de discernimiento.

Y creo que es importante recuperar el pacto de lectura de la ficción. En un tiempo en que, desde las redes sociales, estamos generando todo el tiempo escritura del yo, hay que recordar que la ficción es otra cosa, que no es el despliegue de la política del autor, sino una ontología imaginativa de lo que somos. La libertad de expresión es una línea que debería ser infranqueable en la democracia.

La memoria atraviesa toda tu producción artística. ¿Qué sería de la vida del hombre sin ella?

A.C.: Lamentablemente, tenemos cerca familia, amigos que por enfermedades terribles pierden la memoria, y todos comprendemos entonces qué es un cuerpo sin memoria. La memoria no solo tiene que ver con los episodios de vulneración de derechos humanos, guerras, sino con un legado de transmisión de saberes, pasiones. La memoria genera afecto, vínculo, pertenencia, comunidad, esperanza y, además, genera porvenir. No es solo un asunto del pasado; la memoria es una enlazadora de tiempos. Cuánta más memoria, más humanidad hay.

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Escrito por
Bea López TWITTER

Periodista y filóloga hispánica que ha hecho de su pasión por la cultura y las artes escénicas su forma de vida. Creadora de contenidos editoriales de TeatroMadrid y redactora de la Revista TM.

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