DEL 13 DE MARZO AL 13 DE ABRIL

Beatriz Argüello: «En ‘Viejos tiempos’, cada uno de los tres personajes tiene su versión y la utiliza para destruir al otro»

Mélida Molina, Marta Belenguer y Ernesto Alterio protagonizan el enigmático triángulo relacional creado por Harold Pinter en el Teatro de La Abadía

Bea López

«Hay cosas que uno recuerda aunque nunca hayan ocurrido. Hay cosas que yo recuerdo que pueden no haber ocurrido, pero como yo las recuerdo, en realidad ocurren». Esta frase que pronuncia el personaje de Anna es una de las que mejor define Viejos tiempos, una de las obras maestras del Premio Nobel de Literatura Harold Pinter. Ya lo dijo también el escritor colombiano Gabriel García Márquez al inicio del primer tomo de sus memorias, Vivir para contarla: «La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla».

Beatriz Argüello dirige 'Viejos tiempos' en el Teatro de La Abadía.

Beatriz Argüello dirige ‘Viejos tiempos’, una de las obras cumbre del dramaturgo británico Harold Pinter.

Escrita en 1971, Viejos tiempos plantea cómo la imaginación y el recuerdo pueden afectar a nuestra visión del pasado y a la forma de vivir el presente. Mélida Molina, Marta Belenguer y Ernesto Alterio protagonizan esta función misteriosa y poética bajo la dirección de Beatriz Argüello en el Teatro de La Abadía.

Hablamos con la directora del espectáculo sobre el poder de los recuerdos y las complejas dinámicas de las relaciones humanas en una obra donde lo verdadero y lo falso, la memoria y la invención, el recuerdo y el sueño se confunden constantemente.

Tras tu gran éxito como directora especialmente con Valor, agravio y mujer, ¿cómo surgió la idea de dirigir un espectáculo de Harold Pinter?

Beatriz Argüello: Harold Pinter es un autor al que yo tenía predilección, sobre todo, desde que vi hace años su texto Traición. Recurrí a Pinter, ya que conocía sus obras, especialmente las más importantes, y de pronto me encontré con este texto, Viejos tiempos, que resonó en mí de una manera peculiar. Es un texto muy complejo, y poco a poco fue resonando algo en mí a nivel sensitivo, que fue lo que me determinó a presentar a La Abadía este título. He estado un año estudiando a Harold Pinter, ahondando más en su figura, de hecho, ya me he leído todas las obras. He abordado un trabajo sobre él y su trayectoria en profundidad.

¿Qué fue lo que más te atrajo o te impactó la primera vez que leíste Viejos tiempos?

B.A.: Lo que más me gustó fue que rompía la linealidad del tiempo, la cronología del tiempo. Eso fue lo que a mí más me atrajo. De pronto, me fascinó ver a personajes hablando de un pasado, incluso reconstruyendo ese pasado entre dos personajes ante la mirada del otro; el juego de la memoria que parece una cosa un poquito pasiva y que Pinter le da una altura de conflicto teatral brutal.

Tanto en esta obra como en todo el universo pinteriano se puede afirmar que no existen certezas; no hay verdad salvo la del lenguaje. ¿Cómo crees que afecta esta afirmación a la escena?

B.A.: La utilización del lenguaje en Pinter es un tema importante porque nada es casual en el lenguaje de Pinter. Juega con una significación en la manera de la construcción de sus frases, en la manera de repetir. Un personaje decide no contestar al otro. Hay una incomunicación soterrada entre ellos que es puro conflicto con el otro y con uno mismo. Pinter muestra el lenguaje como campo de lucha también.

Esa certeza de que digo algo, pero el otro no sabe si es verdad, es mentira, y ni siquiera el que lo dice probablemente lo sepa en ese momento. Entonces, esa ambigüedad en el lenguaje de qué es lo que quiere decir es lo más fascinante.

Imagen de los protagonistas de 'Viejos tiempos', de Harold Pinter.

Marta Belenguer, Ernesto Alterio y Mélida Molina protagonizan ‘Viejos tiempos’, un enigmático triángulo relacional.

Además, Pablo Ramón ha sido quien ha hecho la traducción y la versión. Trabajando con él, sí que me interesaba mucho que custodiara eso en el español. Que custodiara ese enigma, ese campo de lucha que significa el verbalizar, el por qué no contestan, el por qué repiten, el por qué dicen qué. No es que no oigan, es que no acaban de entender o es que quieren seguir hablando de eso. Las múltiples interpretaciones de la frase. Pinter es un maestro en eso. Y luego las pausas también, que son otro tipo de lenguaje, pero que están ahí.

Desde la dirección escénica, ¿cómo has trabajado este lenguaje tan complejo y característico de Pinter en la puesta en escena?

B.A.: He trabajado con los actores desde el principio respetando mucho la partitura sonora también del texto. Tiene una partitura, unos bloques que llamamos cápsulas de sonido y, de pronto, aparece la pausa: se quedan sin habla y siguen. Entonces, el ritmo interno del texto también te da una teatralidad y una atmósfera en la escena que, si la respetas y la juegas, eso adquiere un misterio que es muy atrayente, muy significativo. Hemos trabajado mucho los personajes.

También la organicidad dentro de esa melodía. Hay que buscar siempre lo orgánico, que salga de una manera natural. Esos personajes viven ahí, viven en ese lenguaje y en esas pausas de una manera natural y orgánica. Entonces, ha sido un trabajo de ambos prismas. El trabajo orgánico de los personajes, siempre respetando la partitura del texto.

En la obra el misterio no es tanto la trama como sus tres protagonistas quienes se expresan mucho más entre líneas, en los silencios y las pausas, que por lo que expresan. ¿Quiénes son Anna, Kate y Deeley?

B.A.: Deeley y Kate son un matrimonio que vive en el campo; llevan 25 años casados y reciben la visita de Anna, que es la mejor amiga de Kate. Ya a lo largo de la primera escena está este realismo exasperado, un poco como algo extraño en la manera de plantear el conflicto. Ese marido que pregunta a su esposa por cómo es esta mujer que llega, cómo es físicamente y por qué no trae al marido con ella.

De pronto, descubrimos en escena que él no sabe que su mujer no tenía amigos de joven, que solo la tenía a ella. Siempre juega el autor con esa ambigüedad de decir, bueno, entreguémonos a la situación sin demasiados psicologismos. Porque en cuanto entramos en lo psicológico, en el por qué no lo sabe, ya entramos en un territorio que yo creo que a Pinter no le interesa. Le interesa, él mismo lo dice, cómo va descubriendo las obras y los personajes a medida que va escribiendo.

Imagen de los intérpretes protagonistas de 'Viejos tiempos'.

Mélida Molina es Kate, Ernesto Alterio es Deeley y Marta Belenguer es Anna en ‘Viejos tiempos’.

La llegada de Anna, la amiga de Kate, trae el pasado, el recuerdo. El recuerdo de cuando ellas eran jóvenes, cuando vivían juntas, todo lo que hacían. Ahí empieza una lucha entre ellos, sobre todo entre Deeley y Anna, por ver quién tiene razón sobre lo que ocurrió. Empiezan a contar sus vivencias con Kate y se empieza a desatar un conflicto soterrado a medida que va pasando esa larga noche de visita, que acaba en una desolación absoluta.

Los tres son personajes que no son solo de un color, tienen muchas capas, mucha profundidad, muchas aristas y, sobre todo, hay algo que sí que les une a los tres y es la absoluta soledad. ¿Cómo podemos vivir con alguien, pero estar solos? Son personajes muy atrayentes.

El poder de los recuerdos puede afectar a nuestra visión del pasado y a la forma de vivir el presente. Anna, Kate y Deeley se verán afectados por las consecuencias de los recuerdos que comparten en su encuentro. ¿Cómo van a reconstruir estos recuerdos su relación?

B.A.: En esta obra hay violencia y humor. Es fundamental la utilización de los recuerdos según a uno le conviene con el propósito de someter al otro, de ganar al contrincante, de poseer el alma ajena, en este caso la de Kate, la de la mujer. Parece que hay una lucha por ver a quién quiere más, a quién ama más. Entonces se dan situaciones muy incómodas, como que Deeley y Anna se pone a hablar de Kate como si no estuviera allí, pero sí lo está.

Empiezan a hablar de ella en pasado; llega un momento que Kate también se revela y dice: «habláis de mí como si estuviera muerta». ¿Cuántas veces utilizamos el recuerdo según nos convenga? No hay ingenuidad en esta función; todo se dice por algo o se oculta por algo. ¿Cuánto de verdad es lo que se dice? Eso es un secreto que cada actor guarda porque no concuerda con el de enfrente. En Viejos tiempos cada uno de los tres personajes tiene su versión y la utiliza para destruir al otro.

La obra nos presenta un juego de espejos que está creado a partir de la contraposición. Como directora, ¿cuál ha sido para ti el mayor reto de poner este espectáculo en escena?

B.A.: Nunca me había enfrentado a un autor así de este calibre, he confiado absolutamente en el texto. Es complejo dirigir un texto tan enigmático y darle escénicamente una significación a todo. He tenido mucho cuidado a la hora de mover a los personajes en escena, a la hora de reconstruir esos pasados para que sean semivividos y teatrales.

Imagen del elenco y la directora de 'Viejos tiempos'.

‘Viejos tiempos’ nos habla sobre el poder de los recuerdos y las complejas dinámicas de las relaciones humanas.

Hay una geometría interna en la función que está muy pensada por mí de cómo esos personajes se mueven siguiéndose unos a otros, parece que van detrás del otro pisoteando la huella que deja el primero. Ha sido una aventura maravillosa y fascinante.

¿Qué mirada crees que nos ofrece hoy Viejos tiempos sobre nosotros mismos?

B.A.: Hay muchos elementos que tiene la función que apelan a situaciones que cada espectador puede reconocer. El público va a reconocer ese pequeño dolor o esas pequeñas deudas que podemos adquirir a lo largo del tiempo de las malas decisiones que tomamos en un momento dado o de aquella posibilidad que tuvimos de ser felices y no la aceptamos, o no pudimos aceptarla, o no quisimos. El montaje transmite una desolación de lo que pudimos ser y no somos, o no queremos o no podemos.

Viejos tiempos apela a la responsabilidad vital de cada ser humano de poder ser felices con la vida y no acabar en una pelea de algo inexistente; que el presente no convoque al pasado permanentemente para hacernos vivos en el presente, sino vivir plenamente el presente.

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Escrito por

Periodista y filóloga hispánica que ha hecho de su pasión por la cultura y las artes escénicas su forma de vida. Creadora de contenidos editoriales de TeatroMadrid y redactora de la Revista TM.

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