ESTRENO EN EL TEATRO VALLE-INCLÁN

Joan Yago: «El teatro no cambia el mundo, pero nos recuerda que, si quisiéramos, podríamos intentar cambiarlo»

La Calòrica presenta en Madrid 'Le congrès ne marche pas (El congreso no funciona)'

Amanda H C
Estreno de 'Le congrès ne marche pas (El congreso no funciona)', de la compañía La Calòrica, escrita por Joan Yago

Joan Yago es el autor de la obra ‘Le congrès ne marche pas (El congreso no funciona)’

Una reunión que no sale como se espera. Que se alarga y no avanza. Una época de revoluciones agotada y un Napoléon derrotado. Estamos en el otoño de 1814 en el escenario del Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional. El público asiste a la cumbre que celebran las cuatro grandes potencias del Antiguo Régimen para intentar asegurarse el poder y evitar que las voces del pueblo se sigan oyendo… ¿Nos suena?

Si en su anterior pieza, Las aves, la compañía La Calòrica acogía la idea de que igual la democracia no estaba funcionando como se pensaba, en Le congrès ne marche pas (El congreso no funciona), uno de los personajes escribe: “El congreso no avanza, baila”. Y paso a paso, esta comedia política, escrita por Joan Yago, pone el foco sobre el poder y el exceso y sobre la necesidad de imaginar alternativas a pesar de todo.

Nos sentamos a charlar con el autor catalán para asomarnos a ese salón vienés del siglo XIX y conocer un poco más de cerca el orden mundial de aquella época y, quizás, algo también del actual.

¿Qué te conecta con La Calòrica, qué compartes como autor con la compañía?

Lo primero de todo son muchos años porque la compañía la creamos juntos un grupo de alumnos y alumnas del Institut del Teatre en 2010 y algunos y algunas, además, nos conocemos desde que éramos adolescentes. Básicamente, hemos pasado la vida juntos, nos queremos, nos odiamos, soportamos el olor de los pedos los unos a los otros porque somos una familia. Y, seguramente, sí que hay un ingrediente que hace que esta familia se aguante y se soporte a pesar de todo que es el sentido del humor. Al final, somos siete personas con sensibilidades, intereses e incluso, a veces, ideas diferentes, pero compartimos una mirada humorística sobre la realidad en la que nos seguimos haciendo gracia. Tengo la teoría de que este es nuestro pegamento.

¿Por qué esa mirada atrás, al Congreso de Viena de 1814?

En realidad, no nace de una idea de querer mirar atrás, sino de intentar entender nuestra realidad y cómo hemos llegado a este momento de la historia, en el que nos encontramos con un sistema al borde del colapso en todos los sentidos, económico, de información, biofísico, planetario… Investigando sobre esta idea, cae en manos de Xavi Francès el libro fantástico de Tropicalismo y democracia. Y es, leyéndolo, cuando, por primera vez, oímos hablar del Congreso de Viena. A mí probablemente me hablaron de ello en el colegio o en el instituto, pero la verdad es que no me acuerdo. Empezamos a investigar qué era y nos encontramos con este momento en el que, posteriormente a la Revolución francesa, cuando el primer gran intento liberal se había llevado a cabo en el continente, se derrota a Napoleón y los reyes y reinas del Antiguo Régimen se repliegan, unen fuerzas para intentar frenar cualquier nuevo intento revolucionario del pueblo de igualdad, libertad o fraternidad, y para establecer un gran frente común de derechas. Esta idea de la derecha reunión de fuerzas, del Antiguo Régimen celebrándose a sí mismo como ganadores, como el único sistema posible y que funciona, nos conecta mucho con el momento que está viviendo ahora el capitalismo. El sistema neoliberal se celebra a sí mismo como el único sistema posible, pero en realidad, ya está tocado de muerte. Esto es algo muy bonito y que decimos en la obra; el momento en el que se celebra el Congreso de Viena como la gran fiesta del Antiguo Régimen es, en realidad, el Antiguo Régimen ya muerto, terminado, algo de lo que ellos no se habían dado cuenta. Y nos gusta pensar que, en esta sociedad contemporánea en la que vivimos, probablemente seguimos loando las glorias de un sistema que ya está muerto y terminado. Cuando dentro de 200 años echemos la vista atrás, nos daremos cuenta de que, en el 2024, ya estábamos saliendo de ese sistema, pero todavía no éramos capaces de verlo.

Imagen de 'Le congrès ne marche pas' de La Calòrica

‘Le congrès ne marche pas’ se representa en el Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional

Comida, baile, espías, conjura, sexo… ¿Tiene algo que ver con la imagen que podemos tener los ciudadanos y ciudadanas con respecto a los poderosos que lideran esas potencias europeas, al mundo de la política en general?

Sin duda coincide. Hay una cosa muy bonita del Congreso de Viena y es que es la primera cumbre internacional de la historia. Sirve muy bien como metáfora de todas las demás a continuación. Esa gente no sabía, literalmente, qué tenía que hacer. Tanto es así, que se supone que tenía que durar una o dos semanas y terminó durando nueves meses porque eran incapaces de decidir y se acabó convirtiendo en un enorme dispendio de gasto de dinero. Y claro, cuando te enteras ahora que la COP, la cumbre anual de las naciones unidas sobre el cambio climático, se está celebrando en Emiratos Árabes, está siendo organizada por el nieto de un monarca corrupto y todos los mandatarios del mundo están acudiendo en jets privados, haciendo un enorme gasto de combustibles fósiles para ir a hablar de cómo copar y terminar con los combustibles fósiles, y se termina la cumbre y no ha habido ninguna decisión y nada ha servido de nada, automáticamente te acuerdas del Congreso de Viena. Allí estuvieron nueve meses bailando vals, bebiendo champán y teniendo amoríos los unos con los otros. Apenas hubo actas ni reuniones oficiales y no se llegó a ninguna conclusión.

Hasta entrar en la treintena, no asimilé que todo lo que hacemos es político. ¿Te pasa? ¿Compartes esta idea de estar en el mundo?

Sí y, de hecho, la nueva obra de La Calòrica que estamos comenzando para estrenar a final de temporada, aborda esta cuestión de manera muy frontal y en clave de conflicto. Es decir, tengo la sensación de que las ministras de finales del siglo XX nos enseñaron que lo personal es político y esto es una enorme lección que nos lleva a revisar nuestra manera de estar en el mundo, las decisiones que tomamos en el día a día, cómo nos relacionamos los unos con los otros y todo esto es genial entenderlo. Y también creo que, en un determinado momento, los creadores y creadoras nos podemos haber acomodado en esta idea. Porque si lo personal es político, se puede hacer cualquier obra sobre cualquier tema y le pongo la etiqueta de teatro político. Nosotros estamos ahora en un momento de plantearnos si es necesario que, para que el teatro político sea realmente político, tiene que ser propositivo además de observador. Creo que a los creadores y creadoras de teatro político se nos da muy bien hacer diagnósticos de lo que está mal y se nos da muy mal proponer. Y esta es una obra que se ha construido también sobre este conflicto porque te dice que el sistema neoliberal se enfrenta a su caída y derrota, igual que el Antiguo Régimen se enfrentó a su fin hace doscientos años. Los políticos y gobernantes siguen siendo unos inútiles y payasos hoy igual que hace doscientos años. Alguien podría pensar vale, pero qué hacemos con todo esto que proponéis. Y nosotros, al final de la obra, proponemos una especie de idea de resistencia, revolución, postura que podemos tomar frente a esta cuestión. Y siempre que propones algo, te sientes un poco naíf, cursi porque proponer es muy jodido hoy en día, que no creemos en nada. Pero si no hacemos eso, ¿qué hacemos? Por primera vez, nos atrevemos a terminar proponiendo porque lo necesitamos como compañía. Estamos en un momento en el que preferimos ser cursis que cómplices y mantenernos en una postura eternamente cínica, criticona y derrotista.

Imagen de 'Le congrès ne marche pas' de La Calòrica

Estreno el 2 de octubre

¿Alguna vez has estado en una reunión que, en principio, parecía sencilla y se ha complicado?

Sin duda. Por debajo de la crítica a los gobernantes, políticos y monarcas, hay una crítica a la humanidad. Todos y todas, en el fondo, no tenemos idea de lo que estamos haciendo, ni de lo que hay que hacer. Los asistentes al Congreso de Viena procrastinaron, igual que lo hacemos hoy en día. Sabían que tenían un trabajo que hacer, que se tenían que repartir Polonia, pero… ¿qué hacemos, hablamos de eso o nos pedimos otra copa? ¡Nos pedimos otra copa! Es especialmente criticable en su caso porque esta gente eran mandatarios de los que dependía la vida de miles de personas, pero es cierto que se sigue haciendo.

¿Las revoluciones se pueden hacer en un teatro?

Creo que el teatro, en sí mismo, no cambia el mundo. Creer que, por el hecho de pagar e ir al teatro a encerrarnos en una sala, estamos haciendo un acto político que puede generar algún cambio a mejor en la realidad, es una idea que nos tenemos que quitar de encima. Porque entonces, mantener una actitud política y revolucionaria sería muy fácil y estaría al alcance de esas personas privilegiadas que nos podemos pagar la entrada. El teatro no cambia el mundo, pero nos recuerda que, si quisiéramos, podríamos intentar cambiarlo. Las historias, la ficción y el teatro nos pueden guiar, inspirar, pero ir al teatro no nos convierte automáticamente en revolucionarios, ni siquiera en ciudadanos mejores. El teatro no nos hace mejores. Nos recuerda que podríamos ser mejores si nosotros insistiéramos en ello. Y luego hay otra gran virtud del teatro que no me canso de reivindicar que es el espacio que significa gimnasio de la empatía. Es decir, vamos al teatro a callarnos, a escuchar las historias de otros, por medio de la identificación, y esto entrena nuestra empatía y la capacidad de ponernos en el lugar del otro, de sentir sus problemas, sus opresiones… y al final, de entendernos un poco más los unos a los otros y, por lo tanto, de aprender a convivir mejor y a querernos más.

Si en esta obra se abre la posibilidad de imaginar alternativas, ¿cuál es la tuya? ¿Quién sería Joan Yago en otra vida sino fuese autor de teatro?

Muy probablemente, hubiera sido profesor de historia, como mi madre, porque la historia me fascinaba. Siempre acabo volviendo a ella porque para imaginar futuros, alternativas, hay que recordar. No solamente porque está bien que lo hagamos sino porque es positivo, divertido e interesante para perseguir lo que podríamos conseguir. Mirar atrás es mucha veces informativo e inspirador.

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Me siento más a gusto en el teatro que en mi casa.

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