DEL 10 DE ABRIL AL 4 DE MAYO

Marta Poveda: «El Poder Judicial hay que reeducarlo porque no está bien educado»

Ernesto Caballero y Karina Garantivá revisionan en ‘Orestíada’ el concepto actual de justicia, a partir del clásico de Esquilo

Bea López
Imagen promocional de 'Orestíada' de Teatro Urgente.

Nicolás Illoro, Marta Poveda y Olivia Baglivi forman el trío protagonista de ‘Orestíada’.

Orestíada, la trilogía trágica del dramaturgo griego Esquilo llega al Teatro de La Abadía para establecer un diálogo con el pasado y reflexionar sobre el concepto actual de justicia.

Marta Poveda encabeza el reparto del espectáculo con dramaturgia de Karina Garantivá y dirección de Ernesto Caballero. Nicolás Illoro, Alberto Fonseca, Gabriel Garbisu, Olivia Baglivi, Bastian Iglesias y Samuel Silva completan el reparto de esta nueva producción de Teatro Urgente, que se podrá ver del 10 de abril al 4 de mayo en la Sala San Juan de la Cruz.

‘La Orestíada’, de Esquilo: La única trilogía completa de todo el teatro griego

La Orestíada es la única trilogía que se conserva íntegra de Esquilo y de todo el teatro griego. El ciclo está compuesto por las obras Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides.

El matricidio es el tema que vertebra la trama que sigue la trayectoria de sus principales personajes: Clitemnestra, Agamenón, Egisto, Electra, Ifigenia y Orestes. Miembros todos de una misma familia, los Atridas, su historia nos apela hoy a responder preguntas fundamentales sobre el sufrimiento, la violencia, el papel de la mujer y el patriarcado, la política, el sentimiento de justicia y el de venganza.

La Orestiada presenta un cambio fundamental en la manera de hacer justicia en la tragedia griega: ya no serán los familiares de la persona fallecida los encargados de sancionar y restituir el daño provocado aplicando la venganza de sangre. A partir de este momento será el Estado el responsable de administrar justicia y determinar las circunstancias que rodean al crimen.

‘Orestíada’: ¿Qué es hoy la justicia?

Se dice que una obra es un clásico cuando su esencia sigue resonando en la vida cotidiana actual. Conversamos con Marta Poveda, Olivia Baglivi y Nicolás Illoro, el trío protagonista de Orestíada, recuperando el espíritu de la ekklesía (del griego antiguo «ἐκκλησία»), esto es, la asamblea griega, sobre la vigencia de la tragedia griega y sus motivaciones en nuestra sociedad contemporánea.

¿Cómo definirías a vuestros personajes?

Olivia Baglivi: En mi caso tengo varios personajes: Casandra, Electra y Atenea. Casandra deseó dejar de ser una mortal y tener un don, y su propio don se convirtió en su condena. Creo que a través de Casandra se habla sobre la peligrosidad de desear y de querer ganar. Electra creo que tiene mucho dolor, pero lo convierte en determinación.

Marta Poveda: Bueno, creo que están los tres, Electra, Orestes y Clitemnestra, cogidos por el mismo conflicto. Aunque estén enfrentados entre ellos. Y desde la madre, desde Clitemnestra, es curioso ver cómo ella ve en ellos ese legado de odio, lo comprende, y no exactamente lo combate, pero sí lo asume.

Nicolás Illoro: Esta familia de repente se ve dividida por un acontecimiento que es que la hija pequeña, Ifigenia, es sacrificada para invocar al viento, para poder partir hacia Troya. Entonces, el valor que le da cada uno a ese acontecimiento va a determinar de qué lado está, porque según qué valor le otorgan a ese sacrificio, si lo consideran lícito o no, se van a posicionar con respecto a su padre, Agamenón, y a su madre, Clitemnestra.

M.P.: Sí, y cada uno intenta erradicar la visceralidad de su odio. Orestes y Clitemnestra intentan parar el bajo instinto que les provoca la necesidad de venganza.

O.B.: Electra es distinta porque lo que hace es colocar su odio en acción. Lo usa para generar de alguna manera más odio, pero ella piensa que no, cree que es una manera de frenarlo.

N.I.: Al mismo tiempo creo que todos los personajes están atravesados por el destino; es otra fuerza importantísima para ellos que les conflictúa y los lleva siempre a la acción porque siempre acaban haciendo algo.

M.P.: Claro, lo que creo que hacen los griegos de manera muy guay y muy punki es dejar que se desate el bajo instinto. Hablar de que la humanidad es eso. Tu destino es tu naturaleza.

O.B.: De hecho, para abordar esta función hay que despojarse un poco de la ética y la moral y entender a los personajes desde ahí: comprender que se mueven por el puro instinto.

M.P.: Y luego te hacen cuestionarte moralmente: ¿Qué es lo bueno, qué es lo malo? ¿Dónde está la naturaleza de la ética? ¿Cuáles son los principios éticos? Atenea instaura una justicia que al final es patriarcal, pero sirve para dominar los bajos instintos.

O.B.: Atenea lo que propone al fin y al cabo es una democracia.

M.P.: ¿Basada en?

N.I.: Que la democracia es el poder de las mayorías. Las grandes mayorías frente a que las minorías desaparezcan.

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‘Orestíada’ persigue establecer un diálogo con el pasado y reflexionar sobre el concepto actual de justicia.

O.B.: Lo que pasa es que la estructura pesa.

M.P.: Ahora pienso mucho en los pocos papeles para mujeres y más después de los 40. Esto es así porque los puestos de poder los siguen ocupando hombres. Y hay una parte de ti que dice: bueno, vale, quiero merecerme las cosas. Pero luego dices: no, hay que largar a unos cuantos y hay que meter a mujeres.

O.B.: A veces pienso que hay que forzar las cosas. Los mitos hay que revisarlos.

¿Qué responsabilidad sienten vuestros personajes respecto a la herencia familiar?

N.I.: En el caso de Orestes es importante tener en cuenta el hecho de que entonces existía algún tipo de ley que decía que sacrificar a una hija era natural. Eso para ellos no era un problema. Sí era un problema para Clitemnestra, su madre, y, por eso, luego se merece morir. Ellos hacían esa explicación y entonces ahí entendían que había justicia y que la propia ley le imponía a Orestes que vengase a su padre. Entonces ahí él está atravesado no solamente por la familia y por lo que ha hecho la familia, sino por cómo el mito y la justicia organizan la estructura social y el papel que le toca a él cumplir como hombre dentro de esa estructura.

O.B.: Creo que la identidad de todos es distinta, pero que al final todos están cortados de alguna manera por el mismo patrón, pese a que deseen o tengan objetivos diferentes.

N.I.: Claro. Y hay una pregunta eterna que es la siguiente: ¿En qué tiempo estamos: en el de la venganza, en el del perdón, en el de la culpa? Y siempre vamos a estar ahí.

M.P.: Es imposible dar respuestas.

N.I.: También hay una parte que habla de la verdad, de cómo la verdad no existe. La verdad al final es lo que se cuenta en un medio de comunicación, pero luego hay otra verdad que se cuenta en otro. Y luego hay una verdad que es la que atraviesa a mi persona.

O.B.: La verdad de cada uno.

N.I.: Y al final todo lo hacemos en nombre de la verdad, lo que también nos lleva a esta cosa eterna de que la justicia es la razón. Y en cada momento la justicia cambia.

O.B.: La justicia es el orden de los derechos. Los derechos no siempre son justos.

M.P.: Hay que poner un orden, una estructura, porque si fuéramos animales seguramente estaríamos más estructurados, ya que ellos están mucho más estructurados que nosotros. Y como nosotros no tenemos esa estructura, tenemos que ponérnosla. Y va cambiando.

¿Cómo afecta a la tragedia griega el hecho de que la decisión de ejercer justicia ya no vaya a corresponder a la familia y sea a partir de ahora el Estado quien se encargue de juzgar un crimen?

O.B.: De alguna manera le quita un poco de tragedia. Se convierte más en un diálogo del pensamiento y no tanto de la víscera.

M.P.: Apela más a lo filosófico.

O.B.: Y es verdad que, en La Orestíada, incluso antes de que Atenea instaure el orden de la democracia, ya sucede que hay mucho pensamiento político también.

N.I.: Hicimos unas sesiones con el padre de Alberto Fonseca que nos habló mucho de tragedia, de Esquilo y de cómo esta trilogía trágica implica el cambio, incluido el papel de los dioses. A pesar de que Esquilo sigue siendo muy teocrático, los dioses empiezan a pasar a un segundo plano y las decisiones se toman más en la polis con lo que tienen que decir los ciudadanos. Todo este teatro al final era un debate político y público.

M.P.: Qué guay cuando el teatro importaba tanto en una sociedad.

O.B.: Sí, la toma de consciencia política junto a la responsabilidad como ciudadano.

M.P.: Y atravesarla por el arte y la literatura es acojonante.

Como intérpretes, ¿qué ha supuesto acercaros a Esquilo?

O.B.: Cuestionarme qué me interesa, qué no me interesa, dónde está mi criterio, dónde no. Qué lecciones tomo como actriz. O qué rescato yo de un texto. Pero todavía no sé de qué manera me ha atravesado Esquilo. Creo que lo sabré cuando estemos aquí en La Abadía.

M.P.: Yo nunca había hecho tragedia y hay algo que es muy fascinante que es vivir en el absoluto presente. Hay gente que ve las noticias en Twitter en un mundo en el que un día a un ser humano se le destruye y al día siguiente ni te acuerdas de quién era. En un presente abrasivo, frenético, irse tan atrás, antes de Cristo, casi es una meditación, una purga.

Hablamos de tres tragedias en una; es una obra abrumadora. Y en un presente donde la gente ya no solo consume la información en redes, sino que este tiempo actual de la inmediatez está afectando seriamente a la atención y a la capacidad de concentración. Se está perdiendo el tiempo de calidad de sentarse, hablar, leer, reflexionar.

M.P.: Y el responsabilizarte de tu tiempo. Hay una cosa también de conectarte con la lectura o de ir al teatro que te hace sentir responsable de tu tiempo y de lo que asumes. Porque en Tik Tok no te responsabilizas. Te viene todo como un bombardeo: un perrito naciendo, un niño muriendo, un batiburrillo emocional que no vale para nada y te quita criterio.

O.B.: Y te quita capacidad de acción.

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Nicolás Illoro, Samuel Silvia, Gabriel Garbisu, Olivia Baglivi, Marta Poveda, Alberto Fonseca y Bastian Iglesias conforman el elenco.

M.P.: Claro, exacto. Y, por lo tanto, efectivamente, capacidad de pensamiento.

O.B.: Pero eso tiene que ser el reflejo de algo, ¿no? De una necesidad de apagar la cabeza. Y creo que tiene que ver con que a día de hoy recibimos mil millones de estímulos.

N.I.: Es que Internet ha dado un gran cambio. Pienso en cómo era hace 15 o 20 años cuando tenía más que ver con el ágora, con el debate, con la información; era algo así como la democratización total de la sabiduría. Y cómo de repente se ha ido cargando de individualidad, de imagen, de ego, de comercio, de dinero, de producto.

M.P.: De capitalismo.

N.I.: Y cómo eso se ha apropiado completamente de lo que antes era conexión gratuita y universal. Como la enciclopedia de nuestro siglo. De pronto, ahora, ya todo eso se ha perdido.

M.P.: Bueno, no solo se ha perdido, sino que es que ha cambiado el mundo. Hay un antes y un después de Elon Musk. Hay un antes y un después de Twitter. Hay un antes y un después de la manipulación de las redes. Y en el teatro te puede gustar o no el espectáculo, pero te genera preguntas.

N.I.: Además tienes un algoritmo que solo te va a mostrar la información sobre lo que tú piensas y te va a radicalizar en cuanto a eso.

¿Por qué creéis que los seres humanos seguimos tropezando con la misma piedra y dos mil quinientos años después parece que apenas hemos aprendido nada?

M.P.: Hay un dilema ético tremendo: qué es el bien y qué es el mal. La jerarquización, la necesidad de estar por encima, de que nunca haya una tabula rasa entre los seres humanos es un problema.

O.B.: Creo que hay una cosa muy individualista, no entender las cosas para el bien común, sino para el bien propio. Y creo que cuando obramos desde ahí, seguramente se regeneren los ciclos. De hecho, en La Orestíada sucede un poco eso. Cuando Atenea dice que se rompe el ciclo, tiene que ver con que se rompe no solo porque ella instaure un sistema; lo que ella instaura es que todos los personajes generan un crimen para rebatir su dolor de alguna manera. Es un sentimiento súper individualista y una acción súper individualista, y ahí radica el problema.

N.I.: Y todo esto es una mezcla explosiva que venimos arrastrando desde que existimos como especie. Cuando hablamos de la justicia, vivimos todavía en el derecho grecolatino, que es algo tan antiguo como esta función. Realmente no hemos avanzado de eso que no es más que una venganza transformada en una ley. Siempre hay que castigar a alguien, siempre tiene que estar ahí el punitivismo imperando; al final, la ley también es una venganza. Si quiero que pases toda la puta vida en la cárcel es porque te odio, y no porque quiero la justicia universal, es porque me has jodido y quiero que te pudras en la cárcel o quiero que te maten.

O.B.: Se habla mucho de justicia-venganza, y yo creo que la justicia sin venganza no existiría.

¿Qué significado tiene para vosotros hoy la justicia?

O.B.: A mí me da mucho miedo ser hipócrita o tener un discurso aprendido y no hacer nada con él, prefiero no tenerlo a tenerlo y no ponerlo en práctica. La justicia en mi vida no pertenece tanto a una cosa grande y colectiva, sino creo que la respiro más en mi día a día. Soy una ciudadana que trata de ser responsable, y atiendo y escucho los temas de la justicia, pero la vivo más en casa y en el micro.

M.P.: Y, yo creo, Olivia, que si se te pone en lo macro también lo haces. Yo la intento practicar con la coherencia, lo que se me viene. Lo que no alcanzo prefiero esperar a ver si lo alcanzo. Pero también me tengo que hacer mucho chequeo, porque para reivindicar algo tienes que tener muy claro que tú lo estás practicando. Y si no lo practicas también reconocer el error. Y eso forma parte de la estructura de la justicia. Para mí es mi modus operandi de vida.

N.I.: Para mí, el término justicia me lleva a pensar en lo establecido, en el sistema judicial y que al final son los vencedores poniendo las leyes de los vencedores.

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‘La Orestíada’ es la única trilogía que se conserva íntegra de Esquilo y de todo el teatro griego.

M.P.: Hay que pegarle un petardazo a eso. No puede ser lo de Dani Alves, por ejemplo. No pueden estar señores a los que no se les ha educado en el feminismo decidiendo semejantes barbaridades.

Y lo mismo con el juez del caso de la actriz Elisa Mouliaá.

M.P.: No puede ser. A ese señor hay que darle un curso. Igual no echarlo, pero te sacamos, te tenemos dos añitos aprendiendo lo que es la igualdad, lo que es una mujer; aprendiendo la diferencia entre decir pechos y tetas, y luego ya te enfrentas a esto. No debería haber nadie más responsable que tú para acoger la educación y la inteligencia emocional porque eres juez, señor. Independientemente luego ya de quién sea culpable o no; no tiene que ver con eso. Pero ese señor no tiene derecho a estar ahí porque no tiene la formación. El Poder Judicial hay que reeducarlo porque no está bien educado.

N.I.: Y no es casual, es político. Hay que ser muy ingenuo para pensar, creo, que el Poder Judicial es independiente.

M.P.: No puede ser que al rey no se le pueda tocar. ¿En qué cabeza cabe? Son irresponsabilidades, a veces pueriles, a veces locas. No tiene sentido.

Y a nivel más bajo, a ese mismo juez. Él como funcionario de carrera es muy consciente del poder que tiene y precisamente se vale de ello.

M.P.: Y nada peor que un juez que se supone que en teoría debería regirse en un sistema ético y moral. Responsabilízate. No tienes derecho a estar ahí si no te haces responsable.

O.B.: Y aún más allá de que no tenga inteligencia emocional y obviando su manera asquerosa de pensar, no tiene educación. ¿Cómo te atreves a ese uso del lenguaje?

Antes hablábamos del individualismo. Estas personas poderosas tienen gente a su alrededor, incluso también por encima, que permanece en silencio, mira hacia otro lado. Esto también es muy peligroso porque al final son cómplices.

O.B.: No hay responsabilidad colectiva.

M.P.: Y creo que tenemos que cuidar el mensaje de victimización. Vamos a denunciar más que nunca para moveros de ese asiento. A pesar de que lo entiendo, creo que el mensaje victimista puede ser peligroso. Hay que hablar de esto y hay que decir con toda claridad que ese señor no está a la altura.

O.B.: Pasan muchas cosas todo el rato que no se recogen.

M.P.: Cuesta mucho. Hay que trabajar para buscar un mundo mejor. Hay que hacer un esfuerzo que pasa por encima del TikTok. Entonces, claro, estamos agotados.

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Escrito por

Periodista y filóloga hispánica que ha hecho de su pasión por la cultura y las artes escénicas su forma de vida. Amante del teatro clásico, del repertorio y del teatro de texto contemporáneo. Creadora de contenidos editoriales de TeatroMadrid y redactora de la Revista TM.

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