La Patética es el título del nuevo espectáculo que dirige Miguel del Arco, y que estará en el Teatro Valle-Inclán del 30 de abril al 15 de junio.
La Patética. Pienso en esa palabra: patética. En español la asociamos con algo ridículo, pero en realidad su origen tiene que ver con el término griego pathos, que significaba ‘emoción, sentimiento’. Y eso era precisamente lo que pretendía Tchaikovksi cuando compuso la que sería su última sinfonía: la Sexta Sinfonía, también llamada la Patética.
Miguel del Arco ha creado un espectáculo que se inspira «remotamente», como él mismo dice, en la novela Morir, de Arthur Schnitzler. Pero también en la biografía del compositor ruso. Y también en sus propios datos autobiográficos, como el cierre del Teatro Kamikaze, la pandemia, la muerte o la homosexualidad. La Patética de Miguel del Arco tiene referencias autobiográficas, como las tiene la Patética rusa. Y pretende emocionarnos como lo pretende esa música; como lo pretende la palabra del título.
Nos encontramos con Miguel del Arco en la sala Mirlo del Teatro Valle-Inclán. Entra una luz preciosa por el ventanal. Nos sentamos en el patio de butacas y allí hablamos de él, de su obra, de por qué la extrema derecha se obsesiona con el colectivo LGTBIQ+ o de qué significa el teatro.
Debajo del vídeo (grabado y editado por Antía Goyene) puedes leer un fragmento de la entrevista, pero te recomendamos que la disfrutes entera aquí:
Háblame sobre esta remota versión de Morir.
Hablo de una premisa remota sobre la novela de Arthur Schnitzler, porque yo quería hablar sobre la muerte. Lo que pasa es que la novela es de una oscuridad tremenda y yo quería huir de esa tristeza. Ahí aparece Tchaikovski con la Sexta Sinfonía, de ahí el título de La Patética, que es una sinfonía arrebatada, divertida, cambiante.
Hacía tiempo que no dirigías teatro, desde el Ricardo III que dirigiste en el que fue vuestro Teatro Kamikaze. ¿Por qué vuelves ahora?
Bueno, claro, porque es lo que sé hacer. Yo tenía que curar la herida que me deja el cierre del proyecto. O sea, que Teatro Kamikaze sigue en la producción de teatro, de dramaturgia contemporánea, pero volver a hacer teatro sin una casa propia ha sido un proceso que he tenido que pasar.
Pero te metes a hablar de Rusia, de Putin, de homosexualidad, de muerte… ¿Por qué justo ahora? ¿Tiene que ver con lo que estamos viviendo hoy?
Evidentemente, claro. Yo creo que hay una línea editorial en mi teatro, en la que siempre tengo la necesidad de interpelarme a mí como ciudadano para poder interpelar a los demás. ¿Cómo no voy a hablar de esto? Somos ciudadanos y tenemos que estar soportando en este momento unas corrientes de extrema derecha que vienen a cercenar derechos que pensábamos que ya estaban absolutamente superados. Y no es así, nunca es así. Hay que estar vigilantes de forma permanente. La democracia no es un estado natural, el estado natural es la vida de la selva. Y que cada vez que aparezca un Trump o un Putin lo primero que hacen es cercenar los derechos de la comunidad LGTBIQ+… Es para decir: «¿Pero qué os pasa? ¿Qué tenéis en la cabeza? ¿Qué tenéis por solucionar? Qué obsesión».

Elenco de ‘La Patética’. Foto de ensayo
¿Qué tal están yendo los ensayos?
Realmente los ensayos es un sitio donde yo me quedaría a vivir. Me sigo aplicando aquella frase de una pensadora de teatro que decía que los espacios de los ensayos tienen que ser espacios de seguridad para que las representaciones sean peligrosas. Yo creo que hago teatro para ensayar. Yo podría vivir en el ensayo; la sala de ensayo me apasiona, me apasiona el juego. Cuando tengo además una compañía como la que tengo… Y siempre he dicho que mi mayor talento como director es saber rodearme de buenísimos profesionales.
Tchaikovski nos dejó La Patética y Pedro, el protagonista de tu obra, quiere dejarla grabada. ¿Por qué?
Lo que quiere Pedro es dejar ese legado, ¿no? Esa cosa un poco absurda que siempre tenemos, como de no morirnos del todo. Tchaikovski creía que, de alguna manera, garantizaba su posteridad a través de su obra. Hoy vivimos en un mundo en el que creo que ya nada perdura. Tenemos tal aluvión de series, de películas… Todos los días aparece la obra del año. Afortunadamente el teatro sigue manteniendo este mandato de decir «vas a tener que venir aquí, y si eres una persona educada apagarás el móvil, y te concentrarás un poco en lo que sucede en el escenario y volverás a aplicar este sentido natural que tenemos, que es el de la empatía». Y estarás lo que dure la función prestando atención exclusivamente a eso. Creo que hay que resguardar esos espacios de reflexión, de empatía, de experiencia conjunta, de respiración, de risa, llanto.
Dime una frase de la obra.
«Tienes que aprender a vencerte a ti mismo».
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